Vivienda - Inmobiliario

Las 'ciudades abandonadas' en 2008 se llenan de familias de clase media y se quedan sin vivienda disponible

  • La ciudad de Seseña se encuentra ahora mismo "al 100% de ocupación" 
  • Valdeluz (Guadalajara) pasa de 200 habitantes en 2008 a superar los 6.000 
  • Lo que ayer fue desecho urbanístico, hoy es la última esperanza de acceso a la vivienda

elEconomista.es

Durante mucho tiempo se ha creído que los millones de viviendas levantadas en los diez años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria (2008) iban a quedar desiertas. Ciudades enteras, sin infraestructura y lejos de las grandes urbes, que se construyeron al calor de una burbuja de crédito promotor y a familias (con garantía hipotecaria en el último caso) que parecía no tener fin (ni sentido). Hoy, esas previsiones parecen haberse invertido, al menos en parte. El imparable encarecimiento de la vivienda en Madrid (alimentado por la escasez de oferta, la presión del turismo, el crecimiento poblacional y la rigidez urbanística) y buena parte de España está empujando a miles de familias a buscar alternativas lejos del núcleo metropolitano. Y en esa diáspora urbana, algunas de las conocidas como "ciudades fantasma o abandonadas", aquellas promociones semiabandonadas tras el estallido de la burbuja en 2008, están resucitando con un vigor que nadie había previsto.

Un ejemplo paradigmático es Seseña, el polémico desarrollo urbanístico a unos 40 kilómetros al sur de Madrid que durante años simbolizó el exceso y el fracaso del modelo inmobiliario español. "La primera llamada llegó dos minutos después de publicar el anuncio", explica a Reuters el agente inmobiliario Segis Gómez. Hoy, Seseña ya no está plagada de viviendas vacías ni ocupadas ilegalmente: ha vuelto la clase media, la construcción se ha reactivado, y Gómez asegura tener listas de espera de hasta 70 personas por propiedad. La relativa cercanía con Madrid y la búsqueda de inmuebles con espacio para desarrollar un futuro en familia está llenando estas ciudades y pueblos con familias trabajadores, normalmente de nacionalidad española, y que se podrían encuadrar dentro de la clase media (en términos de ingresos) a nivel nacional.

La razón es simple: la vivienda en Madrid es cada vez más inaccesible (en la capital el precio ha subido más de un 24% en un año, y ya partía de niveles muy elevados). En 2024, la capital sumó 140.000 nuevos habitantes, pero solo se concedieron 20.000 licencias de obra nueva. El resultado es una tensión creciente entre oferta y demanda que expulsa a quienes no pueden asumir precios prohibitivos. "No podemos igualar oferta y demanda lo suficientemente rápido. Así que los precios suben, o la gente tiene que elegir entre pagar más o irse más lejos", explicó a Reuters Carles Vergara, profesor de IESE Business School.

En ese contexto, Seseña ha sido adoptada como ciudad dormitorio, pese a sus limitaciones históricas en infraestructuras y servicios. Su promotor original, Francisco Hernando, soñaba con construir 13.000 viviendas con jardines y piscinas, pero solo se levantaron 5.000 antes de que el proyecto naufragara por problemas legales y falta de suministros básicos como el agua. Hoy, su heredero urbanístico trata de recuperar aquella ambición, esta vez con mayor planificación.

El actual alcalde, Jaime de Hita, afirma que Seseña está "al 100%" y prepara una nueva fase de expansión con 2.200 viviendas y un parque logístico valorado en 2.300 millones de euros. El desarrollo se llama Parquijote y busca dotar a la zona no solo de casas, sino también de empleo local. "Hemos aprendido de lo que pasó. Es fundamental crecer con cabeza", declaró a Reuters.

El caso de Néstor Delgado, un vecino que se mudó en 2021 desde Carabanchel, es ilustrativo. Primero alquiló un piso un 20% más barato que en Madrid y este año ha comprado una casa por 240.000 euros. La contrapartida es levantarse antes de las cinco de la mañana para coger el primer autobús hacia la capital. Una rutina dura, pero asumible si el ahorro lo permite.

Y no es solo Seseña. Otras ciudades fantasmas también están renaciendo. En Valdeluz, un desarrollo situado 75 km al este de Madrid que apenas se completó en una cuarta parte, la población ya alcanza los 6.000 habitantes (en 2008 apenas tenía 200 habitantes) y podría crecer un 50% en cuatro años, según su alcalde Enrique Quintana. La expansión de Madrid está empujando sus fronteras hacia regiones antes descartadas.

Urbanización abandonada vuelve a la vida

En Bernuy de Porreros (Segovia), una urbanización abandonada hace apenas seis años ha revivido gracias a las ventas de la Sareb, el llamado "banco malo". Casas que costaban 97.000 euros en 2021 se revenden ahora por casi el doble. Nuevos residentes como Lucía, funcionaria de 37 años, se han instalado allí. Cada día viaja a Madrid combinando un trayecto en coche hasta la estación de tren de Segovia con un AVE de 28 minutos, que le cuesta 48 euros por 30 viajes.

El fenómeno no es casual. Madrid se encamina a convertirse en una gran metrópoli europea, similar a París o Londres, con zonas de influencia que se extienden más allá de sus límites administrativos. El viceconsejero de Vivienda regional, José María García, estima que la población del área metropolitana crecerá en un millón de personas en los próximos 15 años. Mientras tanto, el déficit de vivienda alcanza ya entre 80.000 y 100.000 unidades, y sigue aumentando en 15.000 al año.

El plan del Gobierno regional contempla la construcción de 110.000 viviendas antes de 2028, pero la velocidad de ejecución es insuficiente. La escasez estructural y la especulación, combinadas con normativas urbanísticas restrictivas, han creado una tormenta perfecta. La consecuencia es que ciudades como Seseña, otrora símbolo del fracaso, se han convertido en refugio para quienes aún sueñan con una vivienda digna.

La paradoja de esta segunda vida de las ciudades abandonadas es que no se debe a un gran plan estratégico, sino a la urgencia del mercado. Lo que ayer fue desecho urbanístico, hoy es la última esperanza de acceso a la vivienda para miles de familias. Y aunque el fantasma de la burbuja pasada aún flota en el aire, esta vez (quizás) hay margen para hacerlo mejor.