Las fugas de metano son un desafío para la industria extractiva
Tomás Díaz
La extracción de hidrocarburos es responsable de casi un tercio de todas las emisiones de metano, un gas 30 veces más potente que el CO2.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha presentado recientemente un informe sobre la vinculación entre el cambio climático y el sector energético, responsable de dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero. El documento, titulado Energy and climate change, propone a la comunidad internacional una serie de medidas que permitirían que la temperatura del planeta sólo suba dos grados centígrados al final de la presente centuria. Para ello es imperativo reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y de otro tipo de gases, como el metano (CH4).
El metano es el gas en estado natural, cuya combustión produce el CO2. Si se escapa a la atmósfera, su capacidad de absorber el calor de los rayos solares es 30 veces más alta que la del anhídrido carbónico. Por lo tanto, es crucial para detener el cambio climático.
Hasta hace poco se había hecho hincapié acerca del metano en la agricultura y la ganadería, así como en los residuos -emana de los vertederos-, y se había señalado que la licuefacción del permafrost de las regiones septentrionales del planeta -el suelo de Siberia y Canadá- también suponía liberar millones de toneladas del gas a la atmósfera.
Pero ahora la AIE lo ha puesto en el centro de la problemática ambiental del sector energético, al señalar que la industria extractiva ineficiente tiene unas pérdidas en sus procesos equivalentes a un casi un tercio de todo el metano producido por el hombre: las cifras aún son inciertas, pero se calcula que de los 350 millones de toneladas del gas emitido por el hombre -en total el planeta emite 550 millones-, unos 100 millones son energéticos.
Con más detalle, la AIE estima que unos 56 millones corresponden al gas y al petróleo -con acusada incidencia cuando se aplica la técnica del fracking-, 31 millones a las minas de carbón, y 15 millones proceden de la quema de biomasa.
La principal causa es el deterioro de los gasoductos y los oleoductos por el pobre mantenimiento y por la antigüedad: los más viejos, metálicos, son porosos y tienen muchas fugas, sobre todo en las juntas. Su sustitución por otros con materiales modernos, como el polietileno, es una de las medidas destacadas para afrontar el problema.
La AIE ha estimado el coste de modernizar las infraestructuras de la industria energética al objeto de minimizar las fugas: globalmente asciende a 27.300 millones de dólares hasta 2030. Por el contrario, no ha calculado las ganancias que se obtendrían por dejar de desperdiciar los recursos.