Salud Bienestar

Japón aumentará el gasto fiscal para impulsar la natalidad

  • Distintos expertos apuntan que las medidas no serán suficientes
Niño durante la celebración del Ano Nuevo. Foto: EP

María Albalat Bello

La tasa de natalidad se está convirtiendo en un problema demográfico en muchos países. Por ello, los planes que ponen en marcha los gobiernos son cruciales para estabilizar las poblaciones. En enero, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, reconoció en sesión parlamentaria que el país está al límite ante el índice de nacimientos más bajo en más de un siglo. Por ello, se duplicará el gasto estatal en ayudas para que la población tenga hijos.

En 2022, se registraron menos de 800.000 partos, según datos oficiales. Una cifra muy dispar a la de los 70, cuando la media se situaba en 2 millones. La pirámide de edad invertida es especialmente complicada en el país nipón debido a que, paralelamente, ha alcanzado la esperanza de vida más alta del mundo, según el Banco Mundial. Junto con las regiones chinas de Hong Kong y Macao, los tres territorios alcanzaron los 85 años de esperanza de vida en 2020.

Asimismo, el organismo refleja una tendencia creciente de población de más de 65 años, que actualmente son 37,4 millones de personas, el 30% de la población; y por el otro lado, hay 14,7 millones de menores de 15 años (12%). De esta forma, cada vez es más complicado mantener el sistema de salud, que es público, y de pensiones. En España estos porcentajes son del 20% y del 14%, respectivamente.

De momento, la estrategia que sigue el Gobierno es aumentar el gasto fiscal para promover la natalidad. En concreto, se destinará alrededor de un 4% del Producto Interior Bruto (PIB) a ayudas equivalentes a los salarios de las madres, subsidios para el cuidado de los niños, desgravaciones y descuentos fiscales, obsequios en efectivo y subvenciones para empresas que implementen acuerdos de trabajo flexibles, según la BBC. El país cuenta con una tasa de fertilidad media de 1,3 hijos por mujer, según los datos más recientes.

Entre las causas de esta situación demográfica, según palabras de Tomas Sobotka, subdirector del Instituto de Demografía de Viena, a la BBC se encuentran: el refuerzo de la mujer en el mercado laboral junto a las desigualdades de género en el hogar, el tamaño de las casas no permite crear grandes familias, la presión académica sobre los infantes, el aumento del coste de la vida, el incremento de las exigencias en los trabajos, y el retraso de la maternidad e, incluso, mujeres sin expectativas de matrimonio ni hijos.

"En Japón hay una cultura laboral punitiva que exige largas horas de trabajo, alto nivel de compromiso y alto desempeño de los empleados", explica Sobotka. Además, el experto afirma que las ayudas implementadas pueden abordar el problema "parcialmente", ya que "no son suficientes" para cubrir todos los gastos que supone tener hijos.

El equipo del primer ministro rechaza unas políticas más laxas con la inmigración. De hecho, según Rupert Wingfield-Hayes, ex corresponsal de la BBC en Japón, la sociedad siempre ha tenido una actitud de "hostilidad" hacia los extranjeros que trabajan en el país. Los datos oficiales muestran que en 2021 hubo 1,8 millones de extranjeros trabajando legalmente en el país, el número más alto desde que se empezaron a registrar estos datos en 2007. El 25% eran procedentes de Vietnam, seguidos por China (21%) y Filipinas (11%).

Pese a que los expertos continúan advirtiendo que esta situación no se puede solucionar únicamente con recursos económicos, los japoneses no están dispuestos a abrir sus fronteras. En la BBC, Poh Lin Tan, académica de la Escuela de Políticas Públicas Lee Kuan Yew, apunta que esta técnica ya fracasó en países como Singapur, donde también existe la cultura donde el sistema económico y social se centra "en gran medida" en los logros y "penaliza la falta de ambición".

El experto en demografía austríaco Tomas Sobotka apuesta por unas medidas que mejoren la flexibilidad en el ámbito laboral, la calidad pública de los cuidados infantiles o los precios de las viviendas. Y, sobre todo, por "renovar las normas y expectativas familiares y de género".