Salud Bienestar

Las nuevas terapias para el alzheimer se estancan en fases clínicas intermedias

  • El uso de biomarcadores ayudará en el diagnóstico precoz de la enfermedad
  • La atención primaria es fundamental para atender las demencias

Ana Sánchez

El desarrollo actual de fármacos para la enfermedad neurodegenerativa del alzheimer está enfocado en dianas terapéuticas que buscan tratamientos para aquellas fases donde el paciente ya es sintomático. Los ensayos clínicos de nuevos medicamentos se quedan varados en la fase intermedia. Muchos no llegan al final y la situación actual es que hay más ensayos en fase II que en fase final. Algunos tratamientos ya aprobados y de larga trayectoria, como la homotaurina o la citicolina, buscan ofrecer mejoras en los pacientes en el momento adecuado.

En los últimos años, los medicamentos que modifican el curso de la enfermedad están ocupando un 60% en el desarrollo de nuevos ensayos clínicos, mientras que los esfuerzos son mucho menores cuando se trata de buscar fármacos que atajen los síntomas. La definición de la enfermedad ha cambiado mucho en los últimos tiempos y su concepto clínico está evolucionando hacia el uso de biomarcadores. La situación actual pasa por su empleo para conseguir un diagnóstico precoz de la enfermedad. La neuropsicología sigue siendo uno de los mejores para la enfermedad.

Los biomarcadores determinan qué pacientes pueden participar en ensayos clínicos y cuáles no. "Los biomarcadores son muy útiles para ver la presencia de neurodegeneración, ayudan a realizar un diagnóstico etiológico y sirven para ver qué pacientes podrían participar en ensayos clínicos para intentar obtener una respuesta terapéutica", señala Guillermo García-Ribas, médico adjunto en el servicio de Neurología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.

Mientras se sigue avanzando en nuevos tratamientos farmacológicos y en la mejora de los ya existentes, los esfuerzos también se centran en las terapias que no emplean medicamentos. Estas alternativas, como la musicoterapia o la relajación muscular, buscan humanizar una enfermedad que afecta a casi un millón de personas en España y donde cada año se diagnostican 40.000 nuevos casos.

La atención psicológica a los pacientes y a su entorno más cercano es clave para mejorar su calidad de vida y evitar el desarrollo de conflictos emocionales en las familias. "El objetivo será romper las barreras desde la defensa a los familiares. Por cada persona afectada, se producen muchas desestructuraciones en el ámbito más cercano. Por ello, es necesario crear sistemas atencionales para cubrir estas necesidades", afirma el neuropsicólogo de la Fundación Alzheimer España, Álvaro Corral San José.

La atención primaria juega un papel fundamental

La atención primaria es el primer eslabón del sistema sanitario al que acuden los pacientes cuando detectan los primeros síntomas de una enfermedad y el alzheimer no es una excepción de ello. Sus profesionales dedican cada año mucho tiempo a la atención domiciliaria de aquellos que sufren las consecuencias de una enfermedad tan gris como esta. En un primer momento, los médicos de familia tienen que hacer distinción entre las personas que están enfermas de las que no lo están, porque algunas patologías, como es el caso de la depresión, comparten síntomas con el alzheimer.

La atención primaria juega un papel fundamental en la atención a la demencia. "Somos los responsables de detectar la situación de alarma y seguimos siendo mucho más accesibles que otros profesionales. A pesar de ello, nos valoran mucho menos que a nuestros compañeros del hospital", confirma Enrique Arrieta, secretario del Grupo de Trabajo de Neurología de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN).

Las principales señales que hacen sospechar a los médicos de la atención primaria de que un paciente se encuentra en fases iniciales de demencia tienen que ver con los problemas para recordar acontecimientos recientes, así como en el aumento en la dificultad para realizar tareas y actividades que requieren planificación. En ese momento es cuando se encienden las alarmas y se inicia el proceso de valoración clínica para conocer los antecedentes del paciente.

Los test cognitivos son los primeros medios que se utilizan para evaluar el alcance de la enfermedad y establecer los primeros sistemas de cribado. A lo largo de los años el test más empleado ha sido el mini-metal, pero en la actualidad existe un debate en torno a su efectividad. Aunque es cierto que ofrece varias ventajas, gracias a su rapidez y fácil uso, muchos neurólogos quieren jubilarlo por los falsos positivos y negativos que se desprenden de él. El test del reloj es otro de los clásicos y es una herramienta útil para introducir tareas distractorias. Sin embargo, también hay otros que se dirigen al entorno más cercano del paciente, como el test del informador.

Los test pueden ser una buena herramienta de cribado, pero hay que recurrir a otros sistemas más eficaces que determinen a qué pacientes hay que estudiar con más profundidad. "Actualmente necesitamos entrenarnos en el uso de herramientas más tecnológicas para no realizar tantos test sin conocer cuál sería el más idóneo para el paciente", sentencia Arrieta.