Europastry: la visión de Pere Gallés que Carulla no pudo comprar
- A la sombra de empresas como Puig, la firma de panadería también trabaja para salir a bolsa
- La compañía fue pionera en dos aspectos: congelar al 80% el pan para terminar la cocción en el punto de venta y abrir el accionariado al capital riesgo
- Hoy la gestiona la segunda generación, con Jordi Gallés al frente
Carles Huguet
Barcelona,
Hasta Michael Jordan ha probado su bollería. Y esta vez no es exagerar. Era verano de 1992 y con 19 años, Jordi Gallés, hoy primer ejecutivo de Europastry, echaba una mano en el negocio familiar, que había sido adjudicatario del servicio de panadería de los Juegos Olímpicos de Barcelona. En la Vila Olímpica, entre hornos y fogones, vio aparecer al Dream Team de baloncesto que elogió y repitió, asegura, los artículos que hoy podemos encontrar desde Mercadona a Starbucks y han llevado al grupo familiar catalán a trabajar en una salida a bolsa con unas ventas de 1.350 millones y un ebitda de 205 millones en 2023.
Pero, aunque Jordi Gallés ha sido clave en la internacionalización de la empresa con sus adquisiciones, hablar de Europastry es hablar de su padre, Pere Gallés, el panadero-empresario que introdujo en el mercado el pan precocido congelado que hoy corre por medio mundo. Y su camino no arrancó por vocación, precisamente. Arquitecto frustrado, tuvo que comenzar en la industria panadera por obligación de su padre, que tenía un pequeño molino de harina. "Me hubiera gustado ser arquitecto, pero mi padre me lo quitó de la cabeza porque quería que yo le ayudara a hacer pan. Le tuve que obedecer y me sentí decepcionado, pero visto ahora no estuvo tan mal: hubiera podido ser un mal arquitecto", decía.
Gallés llegó a Barcelona en los años 60, una vez el molino de su padre dejó de girar, ante la necesidad de una ciudad pujante de comer cada vez más pan. Y tras casarse con Gloria y tener tres hijos, Ana, Eva y Jordi, se subió a la ola de la desregulación del pan cuando empezó a abrir locales bajo la marca de El Molí Vell. Al calor de ese boom se convirtió en la primera cadena de la capital catalana.
No fue hasta 1985 cuando comienza a experimentar con las masas congeladas, que luego suministra a sus propias tiendas, siguiendo el ejemplo de los franceses. Sin embargo, da un paso más: pan precocinado al 80% que congela y termina de cocinar en el punto de venta final. A raíz de esta idea, en 1987, nace Europastry, que empieza a suministrar a otros panaderos, restaurantes o supermercados.
En los años 90 pone en marcha la primera línea de pan precocido en Barberà del Vallés (Barcelona) y comienzan las primeras ventas internacionales, concretamente en Alemania. Los Juegos de 1992 sirven como escaparate para la firma, que a partir del evento se expande por toda España. Y Pere Gallés siempre lo tuvo claro; había que crecer. "Mi idea era que la compañía se hiciera grande, porque al participar otros socios, hay menos problemas familiares", decía en una entrevista a La Vanguardia en 2001.
Por ello, abanderó a la empresa en otro camino que hoy es habitual, pero que en los 90 sonaba a marciano: abrir el accionariado a fondos de inversión. Y sin pasar por universidades de alta enjundia ni cursos de buen gobierno. "Las empresas familiares tendemos a hacer las cosas de cualquier manera, porque el olfato del empresario es una virtud. Pero cuando la empresa crece, además del olfato, hace falta método", añadía.
Así, en 1994 cerró la primera operación con la entrada del fondo de inversión Dinamia, que se hizo con el 26% del capital. Con la inyección de capital, se construyó la nueva planta de Azuqueca de Henares, la primera fuera de Barcelona. Por un lustro creció por todo el país hasta que en 1999 decidió recomprar la participación por 2.000 millones de pesetas -el equivalente a 12 millones de euros actuales-, el doble de lo que había pagado el vehículo.
La alianza con Agrolimen
La fallida búsqueda de un sucesor fue clave para la Europastry de hoy. Tras asociarse con el capital riesgo, Gallés creyó que era el momento de una alianza a largo plazo con otra de las familias de más peso en la industria alimentaria de Cataluña, los Carulla (Agrolimen), que tenían experiencia en las dos líneas de negocio del grupo: las pastas con Gallina Blanca y la restauración con Pans & Company y Bocatta.
Con esta carta de presentación les ofreció el 50% del capital por 8.000 millones de pesetas (48 millones de euros). Pero lo que parecía la creación de un campeón catalán del sector de la alimentación no funcionó. Y a los pocos meses la alianza saltó por los aires. Los Gallés devolvieron la cantidad (más intereses) a los Carulla y retomaron la busca de un socio financiero, que les diese músculo, pero que no se entrometiera en el negocio.
Las relaciones entre proveedor y cliente se mantuvieron, pero cada uno en su casa. "Agrolimen nos vino a buscar, pero creo que nos casamos demasiado rápido y casi no tuvimos noviazgo, como amigos reconocimos que nos habíamos equivocado -hubo divergencias en la estrategia comercial-", explicó a la prensa para justificar la ruptura.
Qué hubiese sucedido si Europastry se hubiera integrado en un gran grupo es un misterio. Lo que sí sabemos es que el desamor no duró mucho y a los pocos meses Inveralia, Banco Pastor e Ibersuizas tomaron el 27% de las acciones. Tras ellos Banc Sabadell y ahora el madrileño MCH Private Equity han formado parte del capital.
Y mientras acometía sus primeras operaciones -en 2001 compró Frida para convertirse en el líder nacional-, la segunda generación de Gallés daba sus primeros pinitos en la empresa. Jordi Gallés, hoy primer ejecutivo, ejerció de director comercial tras, él sí, formarse en Esade y en la HEC de París. Sus dos hermanas no participan en la gestión de la compañía familiar, aunque durante años estuvieron en publicidad e informática.
Pere falleció en 2010, a los pocos años de intensificarse la apuesta por la internacionalización. No puede decirse que Jordi perdiese el gusto por el crecimiento: en 2013 inauguró la planta de Oldenzaal (Países Bajos), la primera fuera de España y Portugal; en 2015 compró Wenner Bakery para adentrarse en Estados Unidos y en 2016 vende la división de panaderías (el germen de la cadena Santagloria) al fondo Nazca para centrarse en las masas congeladas.
Ahora, la segunda generación afronta el reto de sacar a bolsa la organización, una idea que incluso rondó por la cabeza de Pere y que se ha intentado en varias ocasiones, sin éxito. La operación servirá para que MCH pueda rentabilizar la compra y dará liquidez a la familia fundadora. Sin embargo, los Gallés no se plantean repetir los errores del pasado y la mayoría seguirá en sus manos.