Opinión

Ofertas de Trump rechazadas por Putin

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, junto al presidente de Estados Unidos, Donald Trump

Jorge Cachinero

El presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald J. Trump (DJT), aseguró hasta el día de su victoria electoral en noviembre de 2024 que terminaría con la guerra en Ucrania en 24 horas, incluso antes de tomar posesión de su cargo el 20 de enero de 2025.

Los políticos de todas las latitudes suelen hacer promesas durante sus campañas, a sabiendas de que no van a poder cumplirlas o porque no están suficientemente bien informados del asunto sobre el que comprometen su palabra y sus acciones futuras. La realidad compleja del conflicto en Ucrania empezó a ser absorbida por DJT y por su equipo a partir de su llegada a la Casa Blanca, de modo que viraron desde aquel ofrecimiento original hasta el del establecimiento de un alto el fuego de 30 días entre Moscú y Kiev.

Sin embargo, el nuevo gobierno estadounidense tuvo que hacer frente al hecho de que Rusia no mostrara interés en esta idea porque no garantizaba la resolución de las preocupaciones de seguridad que Moscú llevaba planteando a Occidente desde 2008. Rusia ha ganado la guerra en Ucrania en el campo de batalla, por lo que su cierre definitivo no pasará por un cese del fuego, como primer paso, sino, más bien, por la solución de las "causas fundamentales" que la provocaron antes de que terminen los combates.

El gobierno de DJT está empezando a aceptar que la guerra en Ucrania no es un conflicto bilateral entre esta y Rusia, ni un enfrentamiento por el territorio de aquel país. Los combates en Ucrania son parte de un problema geopolítico de mayor entidad.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sintió desde la disolución de la Unión Soviética que su existencia estaba en cuestión y encontró en su expansión hacia el este su razón de ser nueva, lo que incluía la adhesión de Ucrania a la misma para cercar a Rusia.

Europa está necesitada desde el final de la Guerra Fría de encontrar un diseño nuevo para sus necesidades de seguridad y de mantener a las tropas estadounidenses comprometidas con el Viejo Continente bajo la protección de la OTAN y a un coste bajo. EE. UU. y Europa no consideraron que excluir a Rusia de todo el planeamiento geopolítico anterior era una receta para el desastre.

La propia Rusia llevaba avisando de que todos esos pasos representaban amenazas existenciales para su nación desde hace años y alertó de que estaba dispuesta a ir a la guerra para evitar su materialización durante mucho tiempo.

El despertar brusco del gobierno de DJT a esta situación se produjo en la primavera pasada, cuando EE. UU. se dio cuenta de que la guerra en Ucrania no era un conflicto fronterizo como otros y de que a las partes no se las podía sentar a negociar tras cesar las hostilidades. DJT sí era consciente de que los gorrones de Europa participaban con gusto en el proyecto Ucrania de Obama y de Biden porque, además del incentivo del desvío de parte de los $350 millardos enviados a Kiev, este plan anclaba las tropas estadounidenses al continente.

DJT hizo una oferta nueva al presidente de Rusia, Vladimir Putin, el mes de abril pasado, compuesta de tres elementos, en lo que fue un giro significativo, aunque no suficiente, todavía, en la forma en la que su gobierno había abordado el fin de la guerra en Ucrania. EE. UU. propuso reconocer de jure a Crimea como territorio ruso y aceptar sólo de facto que sean parte de este las cuatro regiones del este de Ucrania que se adhirieron mediante referéndums a Rusia, es decir, Luhansk, Donetsk, Zaporiyia y Jerson. Por último, EE. UU. planteó a Rusia el que naciones europeas desplegaran fuerzas de mantenimiento de la paz en el territorio de Ucrania que todavía estuviera bajo control del gobierno de Kiev.

Aquel movimiento estadounidense seguía mostrando desconocimientos graves sobre la naturaleza del conflicto y la iniciativa fue rechazada por Moscú. Rusia no aceptó que las regiones que ya forman parte de su Federación estén al albur de cambios de opinión futuros de gobernantes por venir en EE. UU. o en Europa, como sucedió con los Acuerdos de Minsk.

EE. UU. seguía confundido sobre las necesidades de seguridad de Moscú, que no puede permitir a una Ucrania miembro de la OTAN en su frontera occidental, ni fuerzas militares de países europeos de la Alianza dentro de Ucrania, a lo largo de su linde con el resto de Europa.

Una resolución del problema podría abrirse paso en septiembre, si EE. UU. provoca la caída del gobierno ucraniano y el abandono de Zelensky del país y fuerza la capitulación de Ucrania de acuerdo con las condiciones reiteradas por Rusia desde diciembre de 2021.

Pekín celebrará la ceremonia conmemorativa del 80 aniversario del fin de la II Guerra Mundial en China el 3 de septiembre próximo, a la que asistirá el presidente Putin y a la que el presidente Xi ha invitado también a DJT. Este podría ser el momento para que las tres grandes potencias globales del momento presente, EE. UU., China y Rusia, y sus líderes respectivos replicaran la foto de Yalta, Crimea, en febrero de 1945, en la que posaron Roosevelt, Churchill y Stalin.

Xi, Putin y DJT podrían aprovechar esa oportunidad histórica para sellar un reparto del mundo por zonas de influencia, dentro del cual Rusia vería cómo sus reclamaciones de seguridad en Europa serían reconocidas en su totalidad por sus pares.