Opinión
La 'Energiewende' a la inversa de Donald Trump
- EEUU quiere consolidar a EEUU como exportador de petróleo...
- ... pero ampliar su capacidad productiva no es rentable a los precios actuales
Gilles Moëc
Hasta ahora, el segundo mandato de Donald Trump ha estado casi exclusivamente dominado por cuestiones comerciales y fiscales, con efectos esencialmente adversos en los mercados por su impacto previsto en inflación y tipos de interés. Pero hay otra faceta de la Trumpnomics que algunos inversores ven como un motor potencial de crecimiento: las promesas de reformas del lado de la oferta. Las designaciones en organismos como la SEC o la EPA muestran un compromiso con la desregulación -en línea con el primer mandato republicano, que cumplió su promesa de eliminar dos normativas por cada una nueva-, aunque aún es pronto para evaluar el alcance de estas medidas. No obstante, reforzar la oferta de la economía estadounidense exige más que desregulación. Renovar y ampliar el stock de capital del país es otro eje fundamental. En este terreno, la energía es clave. Visite el portal especializado elEconomista ESG.
Durante décadas, un suministro energético barato y fiable ha sido una de las grandes ventajas competitivas de EEUU, con un fuerte potencial para atraer industria manufacturera. La Administración Biden intentó preservar esa ventaja mientras impulsaba la descarbonización. La nueva Administración, en cambio, apuesta por consolidar a EE?UU como exportador neto de combustibles fósiles, confiando en que el bajo precio del petróleo y el gas mantenga bajos los precios energéticos, al tiempo que pone fin a los subsidios federales a las energías renovables. En resumen: EE.?UU. está adoptando una versión invertida de la "Energiewende" alemana: una re-carbonización de su matriz energética.
Contradicciones en la inversión energética
El objetivo de mantener precios bajos para el petróleo y el gas se está cumpliendo, pero sin el incremento de capacidad que habría impulsado la base de capital del país. Hay una contradicción evidente entre presionar con éxito para reducir precios a escala global y querer al mismo tiempo elevar la producción interna. Ahora que la Casa Blanca reconoce que la guerra comercial provocará un shock inflacionario transitorio, mantener los precios de la energía bajos resulta aún más crucial -al menos, políticamente-. Sin embargo, aunque EE?UU es ya el mayor productor mundial de combustibles fósiles, sus costes de producción son más altos que los de los proveedores marginales del Golfo Pérsico. Al incorporar el coste del capital, ampliar la capacidad productiva en EE?UU no es rentable a los precios actuales. Por el contrario, los países de la OPEP tienen incentivos estratégicos para apoyar la petición estadounidense de aumentar la producción y así proteger su cuota de mercado.
En todas las principales regiones productoras de EE UU, el precio de equilibrio del crudo necesario para justificar nuevas perforaciones ha subido de forma significativa en los últimos años, superando los 60 dólares por barril. La industria, como el resto de la economía, se ha visto afectada por la subida de tipos. Además, esta industria podría verse impactada directamente por la guerra comercial: los aranceles al acero -que podrían subir hasta el 50?% según lo anunciado por Trump- encarecerán los steel tubular goods, insumo clave para las perforaciones. A pesar de los mensajes tranquilizadores desde la Casa Blanca, la última encuesta de la Fed de Dallas, que ha analizado toda la industria al detalle, revela un sorprendente nivel de incertidumbre en el sector.
Presupuesto y renovables: otro golpe
En paralelo, las recientes decisiones fiscales —recogidas en el Big Beautiful Bill ya aprobado por la Cámara de Representantes— perjudicarán la inversión en energías renovables. Aunque algunos proyectos en fase de construcción seguirán accediendo a los incentivos existentes, los nuevos proyectos no calificarán. Por ejemplo, los clean electricity credits creados bajo la Ley IRA se revocarían para proyectos que comiencen más de 60 días después de la entrada en vigor del BBB o que entren en operación después de 2028.
A diferencia del petróleo y gas -que sí aparecen como sectores diferenciados en las cuentas nacionales-, no es fácil cuantificar el peso de las renovables en la economía de EE?UU. Muchas estimaciones provienen de entidades afines a la descarbonización, como el Climate Advocacy Lab, que advierte que eliminar la IRA podría suponer hasta 800.000 empleos menos en EE.?UU. en 2030. Esta cifra puede parecer partidista, pero también hay estimaciones más neutrales: por ejemplo, un estudio de Goldman Sachs de 2023 estimaba que la IRA generaría inversiones de hasta 290.000 millones de dólares anuales, equivalentes al 1?% del PIB, el doble de lo que supuso la revolución del shale. Por tanto, si la IRA se revoca en su mayoría, esa capacidad no se materializará.
Conclusión
Por ahora, el prometido shock positivo de oferta en energía sigue siendo esquivo. Los consumidores estadounidenses se benefician de precios bajos, sí, pero ni la industria de combustibles fósiles -reacia a invertir más en un entorno de bajos precios y alta incertidumbre- ni el sector renovable -golpeado por la derogación de incentivos- están impulsando la inversión. Algunos senadores republicanos, cuyos estados fueron grandes beneficiarios de los créditos fiscales de la IRA, están intentando suavizar el golpe mientras el Big Beautiful Bill pasa por sus comités. Pero la cuestión de fondo sigue ahí: el presupuesto propuesto no permite estabilizar la deuda, y proteger la IRA implicaría recortar otras partidas o renunciar a parte de las bajadas de impuestos. Conciliar los aspectos estructurales y fiscales de la "Trumpnomics" sigue siendo un gran reto.