Opinión
Geopolítica en un Mundo Fragmentado: desafíos y oportunidades para la Cooperación Internacional
- Los regímenes autoritarios están utilizando estrategias agresivas para debilitar a sus adversarios y expandir su influencia global
- La IA refuerza la carrera armamentista tecnológica y reduce los incentivos para la cooperación internacional
Enrique Alejo
El mundo atraviesa un momento de fragmentación y competencia entre potencias, caracterizado por la ausencia de reglas claras en las relaciones internacionales. A diferencia del periodo posterior a la Guerra Fría, donde existía un marco normativo impulsado por instituciones multilaterales, hoy nos enfrentamos a una dinámica transaccional que prioriza beneficios inmediatos sobre compromisos internacionales.
Cada potencia ha adoptado estrategias de gobierno que recuerdan la gestión de una empresa familiar, concentrando el poder en una élite que toma decisiones estratégicas a largo plazo sin una fiscalización significativa. Este modelo prioriza la acumulación de recursos y la expansión de su influencia como si se tratara de una corporación en un mercado altamente competitivo. Como consecuencia, se han debilitado estructuras multilaterales como la ONU, la OMC y el FMI, lo que, sumado a su pérdida de legitimidad por ser percibidas como ineficaces y dominadas por élites económicas y políticas, ha fragmentado la cooperación global.
La guerra comercial entre EEUU y China ha acelerado una tendencia proteccionista global, donde las barreras comerciales se han convertido en herramientas geopolíticas. Estados Unidos mantiene una política exterior pragmática, donde el interés nacional predomina sobre los acuerdos multilaterales. La nueva administración favorece estrategias comerciales proteccionistas y un liderazgo internacional transaccional. China, con su modelo de capitalismo autoritario, combina un Estado fuerte con una economía dinámica y expande su influencia mediante inversiones y tecnología, en principio sin imponer condiciones políticas a sus socios. En Europa predomina un enfoque burocrático y regulador, que busca mantenerse relevante promoviendo valores democráticos, pero carece de la agilidad de otras potencias. Mientras tanto, en el Sur Global, muchos países oscilan entre alianzas con China, EE.UU. y la UE según sus intereses económicos y políticos del momento.
Mucha competencia y poca cooperación
En definitiva, regímenes autoritarios están utilizando estrategias agresivas para debilitar a sus adversarios y expandir su influencia global. A través de la manipulación económica, coaccionan a países con inversiones y comercio, castigándolos si desafían sus intereses. Utilizan propaganda y desinformación para sembrar caos en sociedades democráticas, explotando divisiones internas y erosionando la confianza en las instituciones. Además, niegan sistemáticamente sus acciones hostiles, incluso cuando hay pruebas contundentes, mientras crean dependencias estratégicas en sectores clave como la energía y la tecnología. Estas tácticas no solo amenazan la estabilidad mundial, sino que buscan rediseñar el orden internacional en favor de regímenes autoritarios, poniendo en riesgo la soberanía de naciones y la seguridad global.
Esto se agudiza en un mundo donde la inteligencia artificial (IA) define ventajas económicas y militares, y el multilateralismo enfrenta su mayor desafío. La IA es un factor clave en la competencia global, ya que su aplicación en el sector económico permite optimizar la producción, mejorar la eficiencia de los mercados y desarrollar industrias estratégicas como la manufactura avanzada y la automatización. Aquellos países que lideran en IA pueden dominar sectores tecnológicos críticos. En el ámbito militar, la IA refuerza la carrera armamentista tecnológica y reduce los incentivos para la cooperación internacional. La falta de regulaciones internacionales sobre IA profundiza la fragmentación global.
Una geopolítica de cooperación en lugar de competencia
Ante este panorama, las instituciones multilaterales pueden desempeñar un papel clave para evitar una escalada de conflictos y fomentar un modelo basado en la cooperación internacional. Su importancia radica en que son los únicos foros capaces de establecer reglas comunes y prevenir que la competencia geopolítica derive en conflictos abiertos. Además, son esenciales para proporcionar bienes públicos globales como la estabilidad climática, la seguridad sanitaria, el uso de IA en vigilancia y seguridad, y la regulación financiera. Sin instituciones multilaterales efectivas, estos bienes corren el riesgo de ser gestionados de manera fragmentada, lo que puede derivar en crisis recurrentes y fallos de coordinación.
Para recuperar su relevancia, los organismos multilaterales deben modernizarse, garantizando que sus decisiones reflejen la realidad multipolar actual y no solo los intereses de las potencias tradicionales. La reforma de estos organismos debe pasar también por abandonar su propia lógica transaccional y enfocarse en la implementación efectiva de políticas globales, evitando que sus acciones sean meramente diplomáticas. Deben apostar por políticas y actividades que generen un impacto directo en la ciudadanía y las empresas, facilitando el acceso a recursos, financiamiento e infraestructuras que permitan un desarrollo sostenible e inclusivo. Esto requiere una reorientación hacia programas que midan su éxito no solo en función de acuerdos firmados o inversiones alcanzadas, sino en términos de mejora de las condiciones de vida de las poblaciones y el fortalecimiento de los sectores productivos locales.
Las reformas de estas instituciones deben incluir una mayor representatividad de los países en desarrollo, asegurando que su voz tenga peso real en la toma de decisiones. Asimismo, deben diseñar mecanismos de cooperación que favorezcan el crecimiento equitativo y la estabilidad global, en lugar de favorecer intereses particulares de los Estados más influyentes.
Además, es fundamental integrar a la sociedad civil en los procesos de decisión, permitiendo que organizaciones ciudadanas, académicas y del sector privado aporten soluciones innovadoras y fiscalicen el cumplimiento de los acuerdos multilaterales. Una mayor transparencia y mecanismos de rendición de cuentas fortalecerán la legitimidad de estas instituciones, permitiendo que sus acciones beneficien a una mayor parte de la población global.
En definitiva, las posibilidades reales de reforzar el multilateralismo dependen de la voluntad política de los principales actores globales. Aunque el escenario actual es adverso, existen oportunidades para revitalizar la cooperación internacional si las potencias emergentes y las economías desarrolladas logran un consenso sobre la necesidad de normas comunes. De lo contrario, el mundo seguirá avanzando hacia una fragmentación que podría traer consigo mayores conflictos y desigualdades.