Riadas y cambio climático
- Los políticos deberían olvidarse de los ecologistas y hacer más caso a los ingenieros
Joaquín Leguina
Se conocen desde hace muchos años las frecuentes inundaciones que ha habido en la región mediterránea, sobre todo en los meses de septiembre y octubre, y en Valencia en concreto lo ha vivido buena parte de la población actual. Por ejemplo, el desbordamiento del Turia en 1957, que, como consecuencia positiva, dio lugar al encauzamiento del río en la ciudad de Valencia.
Quede claro que estos fenómenos datados desde el siglo XIII poco han tenido que ver con el cambio climático. Por eso es muy importante hacer un análisis sobre las consecuencias que vienen trayendo desde hace ya más de 40 años las posiciones hiper ecologistas sobre la seguridad de los bienes y las personas en la zona mediterránea.
A este respecto, Luis del Rivero, buen conocedor del asunto, ha escrito lo siguiente:
"El plan de demolición de azudes que se intenta introducir en la opinión pública sobre el estado de algunas presas en servicio, que confundiendo el plazo de concesión de las instalaciones hidroeléctricas que lleve aparejadas con el estado de la presa, comienzan a crear opinión de que en una segunda etapa se deberían comenzar a demoler presas que son de utilidad importante para las ciudades situadas aguas abajo".
De lo ocurrido en Valencia se llega a una elemental conclusión: cuanto mayor es la densidad de población en una zona, más hay que cuidarla y evitar construir en zonas inundables para evitar la demolición de viviendas causadas por las crecidas de los ríos.
En otras palabras: es difícil concluir que la reciente riada de Valencia, con las terribles consecuencias mortales y destructivas que se han producido, se deba al cambio climático, pero sí puede asegurarse que las obras que estaban previstas en los cauces de los ríos y en los alrededores no se han hecho. ¿Por qué no se han hecho? Primero porque no hacerlas era más barato que hacerlas y en segundo lugar porque la invasión que el neo ecologismo ha realizado en las distintas administraciones públicas es lo que está detrás de tan peregrinas ideas tales como que intervenir en los ríos, vía embalses o vía encauzamientos, va contra la ecología. O sea, que prefieren la muerte de más de 250 personas a tocar la naturaleza. Vamos -y no me cansaré de decirlo- que estos pájaros son amantes de la naturaleza y enemigos de la Humanidad. La verdad es que no se entiende que las administraciones públicas de izquierda o de derecha hagan caso a semejantes individuos.
Desde luego, las administraciones han fallado al no haber realizado las obras que estaban previstas, pero lo más incomprensible es que no se avisara con el tiempo necesario para que la población en peligro se pusiera a salvo y, por ejemplo, abandonara los automóviles, dentro de los cuales se han ahogado tantas personas. Una tragedia a la que no puede seguir un abandono posterior que afectaría a miles de personas.
Las administraciones deben ahora agilizar las ayudas. No puede ocurrir lo que pasó tras la erupción volcánica en la isla de La Palma. Y desde luego, los políticos al frente de las administraciones deberían olvidarse de los neo ecologistas y hacer más caso a los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, que son los que saben de esto.