Opinión

Los daños colaterales de la corrupción

  • Bruselas expresa su preocupación por la utilización de fondos europeos en el 'caso Koldo'

José María Triper

Miró al soslayo, fuese y no hubo nada. Haciendo buenos los versos del soneto de D. Miguel de Cervantes al túmulo de Felipe II, un presidente del Gobierno acorralado por las declaraciones en sede judicial del comisionista Aldama, que ya le afectan a él directamente, decide convocar a una declaración institucional para informarnos de algo que ya sabíamos todos, el relevo de Teresa Ribera en el Gobierno. Nada dijo de sus relaciones y las de su entorno más próximo con el citado Aldama, nada de Ábalos y Koldo, nada de Begoña, nada del hermanísimo, nada de la DANA, y nada de nada.

Un Aló Presidente al más puro estilo del dictador Maduro en Venezuela más destinado a intentar recuperar el tiempo y el relato políticos perdidos que ha explicar lo que a la luz también de las investigaciones de la UCO parece inexplicable. Esfuerzo baldío, por otra parte, porque el principal problema que tiene Pedro Sánchez ante la opinión pública, la clase política y la ciudadanía en general es su falta de credibilidad. Ha mentido tanto y a tantos que ya nadie, salvo los posesos de irresponsabilidad, interés o fanatismo, creen en su palabra.

Los jueces, en cambio, si han dado credibilidad a Aldama que ha dado un jaque al gobierno y está preparando el mate, tal vez, a la legislatura, pero que aparte de sus gravísimas implicaciones y consecuencias política provocan también evidentes perjuicios en el ámbito económico porque las declaraciones de Aldama ahondan en una inseguridad jurídica y una inestabilidad política que, acompañadas del asalto fiscal y la incertidumbre laboral inquietan a las empresas y expulsan la inversión con sus consiguientes efectos negativos sobre el crecimiento de la economía y el empleo.

Ya los grandes fondos de Londres han aludido a la inestabilidad del Gobierno para sacar adelante la reforma fiscal y amenazan con recortar inversiones millonarias en España. Mientras que la CEOE advierte en su último informe económico del retroceso experimentado por la inversión en el tercer trimestre del año y subraya que todavía no ha recuperado los niveles de 2019.

"El entorno de la economía española sigue caracterizado por una elevada incertidumbre y por el aumento de costes en sentido amplio, como se manifiesta en la inversión, que sigue siendo la variable más retardada en la etapa de recuperación posterior a la crisis. De continuar esta tendencia, podría suponer una pérdida de competitividad y de potencial de crecimiento para la economía española", expone la organización que preside Antonio Garamendi.

Añadido a esto preocupa también en el mundo empresarial la posible paralización de la llegada de los fondos europeos pendientes. Recordar aquí que Puertos del Estado, organismo dependiente del Ministerio de Transportes, utilizó 1.491.274 euros de fondos europeos para financiar la compra de mascarillas a la trama Koldo. como recoge auditoría impulsada por el actual ministro, Oscar Puente. Y que las autoridades comunitarias ya han expresado su profunda preocupación por la utilización de fondos europeos en el caso Koldo, advirtiendo sobre la tolerancia cero frente a la corrupción con los fondos UE y señalando a los Estados miembros como los principales responsables de prevenir, detectar y corregir las irregularidades, tanto fraudulentas como no fraudulentas, y de dotar a los sistemas de gestión y control de todos sus programas de medidas antifraude eficaces y proporcionadas.

Son daños colaterales de una situación política inconcebible en una democracia e insostenible, salvo por los intereses personales y políticos del inquilino de La Moncloa y sus socios de la Frankestein, pero que ni les preocupan ni les ocupan. Al primero porque su único proyecto y su único interés son él y su ambición. Y los segundos porque siguen minando, rompiendo y deteriorando institucionalmente a una España a la que quieren destruir.

Y en esta tesitura, con Sánchez contra las cuerdas, el Partido Popular parece una vez más descolocado y sin una estrategia clara y contundente para asestar el golpe definitivo y acabar con un esperpento y una historia cuyo final, mucho nos tememos, lo van a escribir no los políticos sino los Tribunales.