Opinión
Vivienda: la aluminosis de la ideología
- Para dinamizar y abaratar el mercado lo que funciona es estimular la oferta y liberar el suelo
José María Triper
Se denomina aluminosis o fiebre del hormigón a la lesión que se manifiesta especialmente en las viguetas de los forjados de los edificios, por la cual el hormigón utilizado pierde sus propiedades haciéndose menos resistente y más poroso, poniendo así en peligro la estabilidad del edificio. Una enfermedad que está contaminando también la política de vivienda y la gestión del gobierno, afectada por una aluminosis de la ideología.
Así, mientras la semana pasada subrayábamos como el gobierno de Portugal anunciaba una batería de rebajas fiscales a empresas y trabajadores, entre las que destaca exenciones de hasta el 75% en el IRPF para jóvenes menores de 35 años, con el objetivo de acabar con la fuga del talento joven, aquí en España el gobierno sanchista se dedicaba a pregonar a bombo y platillo el reparto de 200 millones de euros para jóvenes en bonos de alquiler, medidas que, como la estéril del bono cultural, no son más que anzuelos para pescar voto cautivo.
Medida que es la tercera vez que Sánchez vende sin que se lleve a efecto, que organismos como el Banco de España o ESADE han explicado el fracaso de este tipo de subvenciones y que la experiencia de países como Francia, Reino Unido o EEUU, entre otros, ha demostrado que subvencionar el alquiler por la vía de la demanda no funciona. Entre otras cosas porque son los propietarios los que finalmente absorben la subvención subiendo todavía más los precios. Además de que la subvención beneficia por igual a los necesitados que a los ricos, al que pasa apuros para pagar el abono transporte y al hijo del dueño del Lamborghini, como resalta mi amigo y compañero Juan Berga en su Peregrino Mundo.
Para dinamizar y abaratar el mercado de vivienda, tanto en compra como en alquiler, lo que realmente funciona es estimular la oferta. Liberar suelo y en el caso del alquiler eliminar la indefensión legal y formal del propietario ante impagos, ocupaciones y destrozos, además de eliminar o agilizar la burocracia.
"No es normal que se necesiten 10 años para modificar un plan de ordenación urbana", resaltaba recientemente Pedro Fernández Alén, presidente de la Confederación Nacional de Construcción, para añadir que "los problemas subsanables no deberían anular una planificación porque crea lentitud e inseguridad para los promotores inmobiliarios".
Es imprescindible que los partidos políticos se pongan de acuerdo en una Ley del Suelo y que el gobierno de seguridad jurídica para que un defecto no anule la planificación urbanística. Eso y que alguien desde la Administración explique por qué no se está construyendo más vivienda en un país donde se están creando 220.000 hogares cada año y sólo se construyen 85.000 viviendas, lo que hace que el problema sea ya apremiante y agobiante.
Como señala un reciente informe del Banco de España el dinamismo del mercado residencial descansa en el aumento de la demanda de vivienda, asociado, en buena medida, a factores demográficos y a la demanda de no residentes. Sin embargo, esta pujanza de la demanda contrasta con el limitado crecimiento de la oferta de vivienda nueva, hecho que contribuye a sostener la recuperación de los precios iniciada en 2014. En particular, la producción de vivienda nueva presenta niveles mucho más modestos que en fases expansivas previas y daría lugar a la acumulación de déficits de vivienda concentrados en determinadas áreas geográficas.
A la vista de los datos, de los informes y las conclusiones, a ninguna inteligencia medianamente lúcida y libre se le oculta que la solución es más oferta de suelo y de vivienda. Así de fácil y así de difícil de entender para mentes obtusas, ignorantes o contaminadas por la aluminosis de trasnochados prejuicios ideológicos intervencionistas y antidemocráticos. Parodiando la frase emblemática de la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, a los responsables políticos del Ministerio, con la ministra Isabel Rodríguez al frente, habría que empezar a recordarles aquello de ¡es la oferta, estúpido!