¿Puede España ser un campeón europeo en la industria de los combustibles sostenibles de aviación?
- La brecha inicial e innovadora gira en torno al uso de residuos sintéticos con cero emisiones
Carlos Barrasa
El Sustainable Aviation Fuel (combustible sostenible para la aviación), más conocido por su acrónimo SAF, podría conformar una industria que genere más de un cuarto de millón de empleos, directos, indirectos e inducidos, además de tener un impacto de casi 51.000 millones de euros en el PIB del país hasta 2050. Un volumen que se reparte entre los 13.000 millones de inversión para la construcción de las plantas y 42.851 millones que generarán su operación. Todo ello generará una industria completamente nueva, que los países deben crear desde cero, y que ofrece una oportunidad irrepetible y única para España y la mejora de su competitividad en un sector muy importante para nuestra economía como la aviación, de alto valor añadido, y que aumenta cada día más con el peso creciente del turismo.
El esfuerzo necesario para aprovechar esta oportunidad también es elevado. España, aunque cuenta con todos los ingredientes para posicionarse como uno de los grandes hub del SAF a nivel mundial, al contar con mano de obra cualificada y un gran acceso a energías renovables, no es el único país que ha visualizado las oportunidades de esta industria. De hecho, la competencia se está tornando feroz y ya nos estamos quedando atrás, perdiendo proyectos milmillonarios que se han dirigido a otros países. Estados Unidos, además de alguno de nuestros vecinos europeos como Alemania, Francia, los países nórdicos o Gran Bretaña, están incrementando su apuesta por este vector energético, ya sea a través de medidas fiscales de fomento de la demanda como a través de ayudas directas al fomento de la producción, y por tanto la oferta, y el desarrollo de métodos más efectivos.
Sin embargo, este retraso de España todavía no es insalvable. Podemos y tenemos que hacer del SAF un proyecto de país para convertir a nuestra industria y toda su cadena de valor en un Hub europeo para la producción y distribución de este biocombustible. Nuestras estimaciones y las de Iberia, Iberia Express, Vueling y Biocirc en un informe que hemos presentado recientemente, apuntan a que será necesaria una inversión de 22.000 millones de euros para construir las instalaciones necesarias para escalar la producción y satisfacer las perspectivas de demanda futura. Por tanto, debemos crear entre todos el entorno adecuado para atraer toda esa inversión hacia nuestro país.
Por este motivo, todos los agentes involucrados, desde las administraciones públicas hasta los demandantes del producto final, debemos aunar esfuerzos para desarrollar de forma sostenible toda la cadena de valor, involucrando también a otros sectores, escalando la producción, incrementando su eficiencia, reduciendo costes y facilitando el desarrollo y la inversión en cada una de sus fases. Para ello, parece imprescindible la creación de un plan de acción nacional y establecer unos organismos que supervisen su cumplimiento.
Desde la administración cuentan con la capacidad de potenciar el desarrollo privado de la industria mediante la agilización de permisos y autorizaciones, junto con incentivos fiscales y ayudas, como ya está sucediendo en otros países, así como impulsar el desarrollo de las infraestructuras aeroportuarias para facilitar la introducción de los biocombustibles en todos los vuelos comerciales. Los ingresos generados de las subastas de derechos de emisión de la aviación pueden constituir una fuente de recursos que permita abordar la creación de los incentivos económicos necesarios.
Cabe señalar que el método más eficaz para lograr salvar la brecha inicial que se ha abierto con otros países es la de la innovación. La tecnología más extendida actualmente, que emplea aceites de cocina usados, todavía puede ser mejorada por nuevos procesos que utilizan otra clase de residuos, ya sean urbanos, forestales o agrarios, o incluso por la producción de combustibles completamente sintéticos que permiten una reducción del 100% de las emisiones.
Apostando por la investigación podemos situarnos a la vanguardia de la industria del SAF, pero para poder hacerlo, también debe existir una colaboración amplia dentro del sector científico, coordinando a universidades, centros de investigación y a los propios centros de I+D de las compañías.
En cualquier caso, el eslabón más importante para un desarrollo productivo de la industria es el del acceso a los residuos empleados para la producción del SAF. España es el tercer país de Europa en lo referente a la producción de la biomasa y contamos con una capacidad suficiente para atender a toda la producción necesaria de SAF. Pero no explotamos estos recursos. No existe coordinación en su gestión, comercialización y transporte. A esto se suma también, en muchos casos, un desconocimiento por parte de sus propietarios de la segunda vida que pueden dar a estos materiales y la rentabilidad económica que le pueden extraer. Por todo ello, se antoja necesario simplificar también la regulación y reducir las cargas administrativas para facilitar su aprovechamiento. Ante esta situación, se torna indispensable la creación de un organismo centralizado que facilite la organización y optimización del mercado de residuos, así como establecer incentivos u obligaciones que dirijan estos materiales hacia la producción de SAF y darles una segunda vida impulsado la economía circular.
El informe Draghi apuntaba a la necesidad de relanzar la industria europea. Para ello,la producción de nuevos combustibles renovables será fundamental. Ni Europa, ni España, pueden permitirse vivir únicamente de servicios. El SAF representa una de las mejores oportunidades industriales para lograr este objetivo. Todos los actores debemos colaborar y potenciarnos mutuamente. Tendamos puentes entre el sector privado y el público para aprovechar esta gran oportunidad. La carrera ya ha empezado, pongámonos al frente.