Opinión

Cuando la política se convierte en un circo

  • El expresidente fugado se aferra patéticamente a un papel que nadie le ha reclamado

J. R. Pin Arboledas

A veces, más de lo que sería conveniente, sus protagonistas hacen de la política un espectáculo. Su objetivo es llamar la atención. El momento culminante de ese espectáculo son los periodos electorales. En ellos se trata de conseguir epatar a la ciudadanía para conseguir su voto. Después de conseguido ese voto la política debería dedicarse a la gestión de lo público. Es el momento de dejar de atraer votos para pensar en el bien de los ciudadanos en general. Un profesor de Harvard, además gerente de campañas electorales tanto con republicanos como demócratas, decía: "El objetivo del político es conseguir el poder a través de las elecciones para convertirse en gobernante; el objetivo del gobernante es gestionar para todos los ciudadanos, le hayan votado o no".

Cuando el gobernante no madura y sigue siendo político utiliza el poder (en el Gobierno o en la oposición) para defender los intereses de los suyos y su ideología en particular. Entonces corre el riesgo del mesianismo y convertir la política en espectáculo. En Cataluña, Puigdemont y Junts, incluyendo los grupos parapolíticos como ANC, Omnium… quieren convertir el periodo legislativo en espectáculo. Y entre los diferentes shows han elegido el circo. El circo como espectáculo exige una gran variedad de personajes. En la legislatura que comienza, a Illa, el líder del PSC/PSOE, se ha asignado el papel del equilibrista. Su trabajo será moverse en el alambre a gran altura. Saltar de trapecio en trapecio, con la ayuda de los Comunes, mantener la atención del espectador con el riesgo de caer. De momento ha realizado su primer número: la negociación con ERC.

El rol de payaso

En esta misma legislatura Puigdemont ha elegido el rol de payaso. Hay diferentes clases de payasos: el clown o Cara Blanca (llamado así por su maquillaje) hace de jefe y tiene autoridad, su traje es sobrio y con lentejuelas; el Augusto, de colores llamativos, es infantil en su comportamiento, pretende desarrollar la hilaridad; y el Vagabundo, su traje es desaliñado y su maquillaje triste, su objetivo es conseguir la adhesión del público por lástima. ¿Cuál ha elegido Puigdemont? Parecería que el Vagabundo. Pretende que los ciudadanos lloren por sus desgracias y le aplaudan por su apariencia.

Se ha presentado vestido de líder de los catalanes. Cuando en realidad es el jefecillo de un grupo que ni siquiera tiene el mayor número de diputados. Por eso da lástima. Es un personaje que ha olvidado la frase de Tarradellas, el restaurador de la Generalitat: "En política se puede hacer todo, excepto caer en el ridículo".

El objetivo de Puigdemont ha sido mantenerse como prófugo de la Justicia. Con ello cree que dará lástima. Cuando en realidad da risa. Debería haber cumplido con su palabra y dejar la política. Pero no, se aferra patéticamente a un personaje que no existe: el Moisés catalán, y que nadie le ha reclamado. Busca un sueldo europeo o catalán y vuelve del exilio porque sabe que allí ya no es nadie después de las últimas elecciones. Lo que no sabe aún es que aquí tampoco.

Podrá retrasar, o no, la investidura de Illa, pero no detenerla. Luego cuando su "numerito" haya acabado e Illa sea President, ¿seguirá siendo diputado? La norma en la democracia parlamentaria es que los expresidentes se retiren.

El resto de los líderes de los diferentes grupos parlamentarios deberán elegir sus personajes. Algunos tendrán actuaciones estelares fugaces.

Es lo que debería pasar con Aliança Catalana si se resuelve ve la integración de los migrantes, uno de los problemas de fondo de la sociedad catalana.

Otros, como el PP o Vox formarán parte de la orquesta o números exóticos para llamar la atención. Como ha querido hacer Ignacio Garriga convocando la contra-manifestación a la presencia de Puigdemont.

Los Comunes formarán parte del gobierno. Serán Más en Cataluña, destinados a ser comparsas de Illa. La CUP a su anarquismo antisistema.

El circo político catalán está montado. Pero gobernar es otra cosa. Tanto Illa, como los demás líderes parlamentarios, tienen la responsabilidad de pensar en el bien de los ciudadanos. Lo demás es espectáculo para la galería.