Opinión

Una puerta para volver a la normalidad

    El abogado Juan Carlos Giménez-Salinas. Foto: Luis Moreno

    Juan Carlos Giménez-Salinas
    Barcelona,

    Cataluña aparece relajada tras las elecciones. El único partido derrotado y que deberá reconstruirse es ERC. Dimitidos sus dirigentes y apartado de la Generalitat, castigado por los electores por su desorientada e ideologizada administración, tardará un tiempo hasta que la formación pueda rehacerse.

    El resto de los partidos posee argumentos para poder justificar su existencia. Llega el momento en el que se deberán poner de acuerdo para gobernar y, al parecer, la única alternativa es un gobierno dirigido por el socialista Illa apoyado por cualquier otro. Pronto lo veremos.

    Es posible que podamos volver a retomar una administración pública y unos políticos que conozcan los problemas que deben resolverse en nuestro país y también es posible, que quienes se encuentren al frente de cada conselleria conozcan del tema que deban dirigir y no sean personas que han sido escogidas por su militancia y obediencia, sin que importe que sepan del tema que les ha tocado.

    Otros posibles beneficios que quizás podremos esgrimir son la seguridad jurídica, el respeto a la ley y a la división de poderes. Esta aceptación de la realidad y el abandono de la entelequia podrá ser mostrada para que el mundo de los negocios, el de la economía real, ponga de nuevo los ojos sobre Catalunya como objeto del deseo de sus inversiones.

    Los cambios de ciclo son profundos, tanto en el tiempo que dura su trayectoria como en conseguir un nuevo giro. Hace muchos años que el mundo económico catalán, siempre receloso de las veleidades políticas, decidió buscar tierras apacibles para sus nuevas inversiones. Ahora se encontrará a la expectativa. Primero observará si se produce un cambio real y más tarde, si este cambio se consolida, regresará a este lugar donde existen buenas infraestructuras, tradición industrial, tecnológica, y comprobar que las actitudes radicales ideologizadas, han desaparecido, si no de la sociedad, sí del gobierno.

    En Catalunya hay mucho por hacer, hace años que los objetivos de nuestros políticos no consistían en modernizar el país, simplificar nuestra administración, compatibilizar los intereses de los diferentes sectores poblacionales que lo integran, la emigración, el turismo, la industria, la energía, la ecología, la educación, ensimismados en un procés, a favor o en contra.

    Ahora es el momento para proporcionar a todos los ciudadanos que viven en Catalunya una sociedad moderna, próspera y afable donde puedan convivir y prosperar las personas que decidan permanecer en ella y los nuevos que se aproximen.