Opinión

El cigarro electrónico como alternativa para reducir el daño del tradicional

  • Estas opciones pueden ayudar a fumadores y deben tomarse en cuenta al legislar su uso

Ángel González Ureña

Está claramente aceptado en la literatura científica que la nicotina crea adictos y el humo del tabaco convencional ( o de combustión) es muy dañino para la salud debido a su alto contenido de sustancias toxicas y cancerígenas. Por ello es comprensible la preocupación del Ministerio de Sanidad por regular y combatir el consumo de tabaco . No obstante , en la nueva propuesta del Ministerio se echa en falta el propósito de evaluar soluciones para fumadores empedernidos y por tanto que no se tengan en cuenta, como ocurre en otros países, el uso de alternativas menos dañinas como el cigarrillo electrónico y el tabaco calentado. Desde luego la mejor opción y la más sana es la de dejar de fumar, pero como describo más adelante para aquellos que no puedan o no quieran dejar de fumar existen alternativas menos toxicas y dañinas que el cigarro convencional.

En mi opinión la clave para reducir la incidencia tabáquica pasa por poner la evidencia científica sobre la mesa e incorporar a la prevención y la cesación otras vías que representen menor riesgo para la salud de los fumadores, como ya hacen Suecia, Japón o Reino Unido. Los ingleses, conocedores de la oportunidad que supone abrir una puerta de salida a los fumadores adultos han propiciado opciones menos perjudiciales. De hecho, organismos como la Public Health of England en su lucha contra el tabaquismo respaldan el uso de alternativas como una opción menos dañina para los fumadores, promueven medidas que impulsan regulaciones diferenciadas y facilitan el conocimiento de los productos alternativo sin humo.

En España, por el contrario, se pretende sobredimensionar estos productos alternativos no aceptando la evidencia científica de su menor toxicidad. Aparte de otras líneas de investigación más fundamentales nuestro grupo de investigación ha llevado a cabo estudios en la Universidad Complutense y la Universidad Autónoma de Madrid sobre la presencia de sustancias toxicas tanto en el cigarro convencional como en el tabaco calentado y el cigarro electrónico. Nuestros resultados demuestran que el número total de componentes presentes en los aerosoles, tanto del tabaco calentado como del cigarrillo electrónico es significativamente inferior al encontrado en el humo del tabaco convencional.

Esta evidencia del laboratorio, en línea con la de otros estudios, es una cuestión que se debería tener en cuenta a la hora de legislar y, lo primero que nos dice, es que no podemos incluir en el mismo grupo, desde el punto de vista toxicológico, el tabaco de combustión y las alternativas sin humo. La ciencia es clara y, excluyendo la presencia similar de nicotina, la reducción en toxicidad al pasar de fumar tabaco de combustión a consumir el tabaco calentado o cigarrillo electrónico es del orden de un 94 o 96% menos.

Esta reducción de toxicidad y, por tanto, del daño, está justificada por los distintos procesos físico- químicos que ocurren en la producción del humo del tabaco convencional y los aerosoles de los productos alternativos. En el tabaco de combustión, al quemar el tabaco, la temperatura que se alcanza es de 900-950ªC; mientras que en el tabaco calentado o cigarro electrónico generalmente no se superan los 320- 350ªC; Unas condiciones térmicas que conducen a que haya menos reacciones químicas, menor degradación térmica de las sustancias presentes en estas últimas condiciones, eliminando o reduciendo considerablemente muchas de las sustancias tóxicas y cancerígenas presentes en la combustión del tabaco a mucha mayor temperatura,

Es precisamente esta evidencia científica la que debemos tener en cuenta para alcanzar soluciones reales y acelerar el descenso de fumadores, pues no podemos olvidar que el tabaquismo es un problema grave de salud pública. La ciencia nos abre nuevas vías que conviene explorar. Ignorar las alternativas libres de humo y regularlas igual que el cigarrillo de toda la vida, quita a las alternativas el lugar que les corresponde como oportunidad para que los fumadores adultos reduzcan el impacto en su salud, y el de quien les rodea.

Los últimos estudios de nuestro equipo de investigación demuestran que una persona tendría que estar rodeada de cien vapeadores a un metro de distancia para recibir la misma exposición de nicotina que la procedente de un solo fumador de cigarrillo convencional. Si, además, se tiene en cuenta que nuestras investigaciones se han llevado a cabo en el laboratorio, es decir en un recinto cerrado, resulta aún más evidente la inexistencia del sujeto pasivo en espacios abiertos o semiabiertos como terrazas, estadios etc., careciendo de justificación la prohibición de tales dispositivos en estos espacios.

Existe pues una base sólida como para explorar estas alternativas o herramientas para proteger a la población no fumadora y a los menores, pero también a los fumadores adultos. Por ello, espero que, de cara a la elaboración del Plan Integral Antitabaco se tenga en cuenta esta evidencia científica sobre las diferencias entre las alternativas sin humo y el cigarrillo convencional con el fin de ayudar a que millones de fumadores dejen por fin el cigarrillo tradicional.