Opinión

Los tres grandes fallos de Feijóo que dejan un país ingobernable

    Feijóo superó la prueba con holgura, pero sin nota para acceder a la presidencia. Ignacio Álvarez

    Amador G. Ayora

    Si el 28-M el mapa de España se tiñó de azul, con solo dos autonomías Asturias y Castilla-La Mancha en rojo, ¿qué ha pasado en las elecciones del 23-J para que la victoria no se repita? En otras palabras, qué fue del movimiento antisanchista, que se llevó por delante los gobiernos de Aragón, Extremadura o de la Comunidad Valenciana. La cuestión tiene respuestas diferentes, según el interlocutor al que preguntes. Las críticas internas apuntan a tres grandes motivos.

    1.-Los pactos con Vox. El adelanto electoral era un caramelo envenenado, porque coincidía con la formación de los gobiernos autonómicos con Vox, lo que obligaba a visualizar los pactos con el partido de la ultraderecha.

    Feijóo, en vez de poner orden en los gobiernos autonómicos y obligar a que las coaliciones se cerraran después del 23-J como está ocurriendo en Murcia o Aragón, dio libertad a sus presidentes en un gesto de confianza y también de anarquía. Así, el nuevo responsable de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, cerró el acuerdo con Vox sin consultar siquiera con Génova, mientas que la número uno extremeña, María Guardiola, estuvo a punto de romper con los de Abascal, justo el movimiento contrario. A partir de ahí, Feijóo no tuvo más remedio que asumir la necesidad de los pactos, aunque con unas líneas rojas que no supo transmitir a la opinión pública.

    Sánchez, consciente del punto débil de su rival, centró todos sus ataques en la coalición con Vox para movilizar al electorado de izquierdas al grito de "no pasarán", a la par que desmotivaba a los votantes del PP.

    Y lo consiguió, hasta el punto de que en las últimas semanas el debate público pasó de centrarse en "derogar el sanchismo" a "evitar un Gobierno con Vox". La movilización del voto útil hacia el PSOE para detener a la ultraderecha fue especialmente visible entre los nacionalistas vascos y catalanes. El PSC de Salvador Illa dio un salto de gigante de siete diputados más (hasta 19), los mismos que obtuvo ERC o Junts por separado, a los que más que duplica en escaños.

    2.-La metedura de pata con las pensiones y la semana negra. Feijóo cayó en una gran contradicción. Después de difundir entre sus militantes la consigna de que lo importante era no meter la pata, el perserverar en una entrevista en RTVE en que el PP subió las pensiones con el IPC, cuando era mentira, le hizo perder credibilidad. Hasta tal punto de que redujo la intensidad de sus apariciones públicas en la última semana, la decisiva, en la que dejó el campo abonado para el contraataque.

    Otra prueba de esta retirada a sus cuarteles de invierno, pensando que ya había ganado las elecciones, fue su ausencia en el debate a cuatro organizado por Televisión Española. Los ciudadanos no entendieron su rechazo a participar en un debate entre los cuatro principales partidos.

    Sánchez lo acusó de evitar retratarse con el bloque de Abascal. Se vio como un acto de "cobardía", de "no enfrentarse en un cara a cara con los demás", según un experto. Los reproches al líder de Vox tampoco se entendieron, muchos se sintieron engañados al negar lo evidente.

    Una entrevista del portavoz del PP, Borja Semper, en la que daba por hecha la mayoría absoluta desconcertó a la militancia y al partido. Vendió el oso antes de cazarlo.

    3.-Los guiños y cesiones a la izquierda. Feijóo ganó el cara a cara a Sánchez. A diferencia del resto de la campaña, en esta ocasión llevó la iniciativa, lo sorprendió al tenderle un documento para que firmara su apoyo a un gobierno de la lista más votada y desmontó una por una las afirmaciones de su rival. Sin embargo, en el programa se echó en falta alguna iniciativa que encandilara a su público. El líder del PP se dedicó paradójicamente a defender parte de las tesis del populismo sanchista, lo que irritó a sus votantes.

    Sobre la reforma laboral, pese a haber presentado un recurso ante el Constitucional, aseguró que es "sustancialmente buena". En pensiones, se empeñó en apoyar su revalorización con el IPC, cuando la postura de Rajoy y de su exministra de Trabajo, Fátima Báñez, fue mejorarlas con la productividad. Una fórmula mucho más razonable y menos onerosa para las cuentas públicas que la actual, aunque no lo supo explicar.

    Sobre los impuestos extraordinarios a bancos y eléctricas, que había amenazado con impugnar, admitió que estudiaría prorrogarlos, en contra de sus propios técnicos. Y el capítulo clave, la bajada de impuestos, no figuraba siquiera en el programa. Supongo que para no dar riendas a Sánchez a que pudiera acusarlo de ser el partido de las grandes fortunas. Por eso, quizá tampoco había una línea sobre la supresión de Patrimonio, un impuesto que solo aplica España dentro de la UE, junto con Noruega y Suiza, países mucho más ricos.

    Los pactos con Vox, la última semana de campaña y el giro a la izquierda pesaron sobre el voto al PP

    Feijóo prometió deflactar la tarifa del IRPF hasta los 40.000 euros brutos anuales, con lo que excluyó a buena parte de sus votantes, a los que seguiría castigando como ha hecho María Jesús Montero. ¿Qué diferencia había entre votar al PP o al PSOE en los grandes asuntos económicos? Pocas ó casi ninguna.

    El PP ganó las elecciones, pero no podrá gobernar. Sánchez, consciente de ello, le dará tiempo a Feijóo para que se vea que está en un callejón sin salida. Este viernes se fue de vacaciones hasta finales de agosto.

    Mientras que el líder del PP se cuece a fuego lento, la estrategia del presidente es alargar la negociación con Junts. El partido independentista necesita tiempo para digerir su nuevo papel y abrir un debate interno. Las demandas iniciales de Puigdemont son amnistía y referéndum, pero el pacto será diferente a estas exigencias.

    Los socialistas catalanes, encargados de realizar los primeros contactos, cuentan con una ventaja: la repetición de elecciones incrementaría el voto útil y hundiría al independentismo. Junts y ERC están obligados a alcanzar un acuerdo, al igual que ocurre con PNV y Bildu en el País Vasco, para evitar concurrir a otros comicios en Navidad.

    El problema para la economía son los tiempos. La primera sesión de investidura, en la que no se espera que el candidato, ya sea del PP o del PSOE, obtenga los votos suficientes para gobernar, está prevista a mediados de septiembre, y la siguiente ni siquiera tiene una fecha establecida.

    Lo más probable es que se consuma el año con un gobierno en funciones, que no podrá aprobar Presupuestos, ni tomar medidas para cumplir con el déficit del 3% el próximo año. También tendrá que renegociar con la UE una ampliación del plazo para cumplir con el desembolso de los fondos Next Generation, so pena de perder los 17.000 millones que faltan por llegar. La incertidumbre es la peor compañera de viaje para la economía, que sufrirá en los próximos meses.

    Temor a un alza en el IRPF y recargos en Sucesiones, Donaciones, así como Patrimonio

    PD.- El triunfo socialista resucitó los miedos a que Sánchez ponga recargos al IRPF ó a los impuestos de Sucesiones y Donaciones, así como a Patrimonio. Las consultas a asesores fiscales se han disparados y las notarías del barrio de Salamanca madrileño están a reventar para acelerar el traspaso de herencias de padres a hijos, por temor a que el Ejecutivo endurezca las condiciones, pese a que no hay un plan concreto para ello.

    El otro objetivo en su punto de mira son las eléctricas y los bancos. La presión para vigilar los márgenes empresariales se extenderá a otros sectores, como la distribución. Se espera que el Ejecutivo cargue las tintas sobre los bancos, con ganancias superiores al 20% en el segundo trimestre después del pago del impuesto extraordinario. La rentabilidad media por cliente salta por encima del 60%, como consecuencia de las nueve subidas consecutivas de los tipos de interés.

    El secreto de los resultados está en la restricción del crédito y el endurecimiento de condiciones de los ya concedidos por temor a que empeore la situación. Es decir, los pagadores de la nueva vuelta de tuerca a la banca somos todos los ciudadanos.