Opinión

Un sacrificio creciente y desigual contra la inflación

  • Quedan ocho años de mayor gasto en intereses, dinero que no se podrá dedicar a otra cosa
  • Los precios y los esfuerzos heterogéneos son la herencia de las crisis del siglo XXI
La presidenta del BCE, Christine Lagarde. EFE

Francisco de la Torre Díaz
Madrid,

El Banco Central Europeo (BCE) ha endurecido su política monetaria ante una inflación fuera de control. "Este endurecimiento ha sido el más intenso y rápido desde la creación de la UEM. Este proceso tiene costes a corto plazo, en términos de menor actividad económica, pero el mantenimiento de la estabilidad de precios es la mayor contribución que el banco central puede hacer para garantizar un crecimiento económico sólido a largo plazo." Esta afirmación no es mía, sino del Banco de España que la resalta, por partida doble, en su publicación más importante, el informe anual.

Luchar contra la inflación siempre supone sacrificios, es decir, menor crecimiento económico, o en una palabra, empobrecimiento. Además, este énfasis en el "endurecimiento monetario", y en el mantenimiento de la estabilidad de precios como "la mayor contribución que el banco central puede hacer", nos indica que nos queda una buena temporada de política monetaria restrictiva.

Aun así, se puede estar de acuerdo en que hay que reducir la inflación a niveles tolerables, cueste lo que cueste, y nos cueste lo que nos cueste, porque no a todos nos cuesta lo mismo. Incluso antes de eso, hay que tener claro que todavía no hemos visto, ni sufrido, la mayor parte de los efectos de la subida de tipos. Por ejemplo, en 2023 pagaremos más por intereses de la deuda. Esto tiene dos causas, una es que se ha incrementado la deuda pública, pero la más importante es que la nueva deuda hay que retribuirla a un tipo de interés superior. Esa nueva deuda corresponde al déficit público del año correspondiente, y, sobre todo, a los títulos de deuda que van venciendo, y que se deben renovar por otros, a un tipo de interés mayor. Como la duración media de la deuda española es de unos ocho años, esto quiere decir que en ocho años se habrá renovado deuda por el 100% de la que está en circulación. Si no hay cambios sustanciales, nos quedan ocho años de un importante aumento del gasto por intereses, dinero, que, obviamente, no se podrá dedicar a otra cosa.

Por supuesto, el endurecimiento de la política monetaria, y el consiguiente aumento de los tipos de interés, afecta a toda la Eurozona, pero no a todos por igual. Por ejemplo, Alemania tiene un menor aumento de gastos financieros por dos razones. Una, obvia, es que su deuda pública como porcentaje del PIB es poco más de la mitad que la española. La otra, es que Alemania sigue percibiéndose como una economía con unas finanzas públicas más sólidas, lo que lleva a que pague menos intereses. Y esto podría ser un proceso que fuese a más, con el fantasma de la prima de riesgo volviendo, si no se reduce el déficit público en los "países periféricos" de la Eurozona, fundamentalmente Italia y España.

Pero este endurecimiento de las condiciones financieras no sólo lo pagan las Haciendas Públicas, sino también los particulares y las empresas. Aquí el proceso es mucho más rápido, y, sobre todo, las diferencias son mayores. Según el BCE, los hogares españoles han incrementado sus pagos netos de intereses en casi el 1% de su renta bruta disponible. Frente a esto, la media de la Eurozona alrededor del 0,25%, cuatro veces menos, y en Alemania, los pagos netos por intereses de los hogares se han reducido.

Esto tiene tres razones fundamentales: las familias españolas están más endeudadas, el porcentaje de hipotecas a tipo variable es mayor, y la retribución de los depósitos en España es la menor de Europa. Sobre esto resulta muy complicado actuar a corto plazo. Una mayor competencia bancaria incrementaría la retribución de los depósitos, pero introducir un nuevo coste en el sistema financiero, en forma de gravamen extraordinario temporal, probablemente haya ido en sentido contrario. En cualquier caso, esto indica que las familias españolas están sufriendo más la subida de tipos, cuyos costes irán incrementándose, según el Banco de España, durante los dos próximos años, a medida que las hipotecas a tipo variable vayan actualizándose, y que los nuevos créditos se vayan concediendo a tipos más elevados.

En el caso de las empresas, la situación es similar, aunque aquí no salimos tan mal parados. Las empresas españolas han aumentado sus pagos por intereses casi un 3% del excedente bruto de explotación, frente a poco más de un 2% de la media de la Unión Económica y Monetaria. Como era de esperar, las empresas alemanas casi no han aumentado su carga financiera, mientras que, en el caso de Italia, el aumento de pagos por intereses llega a casi el 5% del excedente bruto de explotación.

Si a esta situación, le sumamos el hecho de que la Banca esté cerrando el grifo del crédito, vamos a un futuro cercano con menos consumo e inversión, sólo por razones financieras. Eso sí, el efecto es muy superior en España e Italia que, en los países del Norte de Europa, especialmente en Alemania. Paradójicamente, o no tanto, precisamente es en estos países, del Norte de Europa, donde más están subiendo los sueldos y salarios, y, en consecuencia, donde hay más inflación por los efectos de segunda ronda.

El panorama para el BCE es particularmente complejo. Los países del Norte demandan más subidas de tipos de interés no sólo porque tienen más inflación, sino, porque como hemos visto sufren muchos menos costes y sacrificios. Pero, los costes, que sólo se han empezado a trasladar a la economía real, se concentran en los países del Sur de Europa, que no necesitan una política monetaria tan restrictiva. La solución a este dilema pasaría por una mayor disciplina fiscal en el Sur, y una política de rentas en el Norte que no esté tan alejada del objetivo común de inflación del 2%. También sería necesario para reducir la inflación que hubiese una política energética común que acompañase a los objetivos comunes de lucha contra el cambio climático. Y disparates como cerrar centrales nucleares para sustituirlas por quemar carbón las ha tomado Alemania, aunque los costes climáticos e inflacionarios los acabamos pagando todos.

Entretanto, habrá que asumir que la inflación y los crecientes y desiguales sacrificios para luchar contra ella, son la herencia que seguiremos padeciendo de esta sucesión de crisis económicas y sanitarias del siglo XXI.