Opinión

El cortocircuito energético de Europa


    José María Triper

    En vísperas de que el Gobierno apruebe la rebaja del IVA del gas del 21 al 5%, y con los estados miembros de la Unión Europea siendo una vez más el paradigma de la insolidaridad, y el egoísmo divididos sobre la tasa eléctricas, el tope a las emisiones de CO2 o los objetivos medioambientales para 2030, los analistas y los ciudadanos todos asistimos al esperpento de como el debate central sobre la crisis energética derivada de la invasión de Ucrania se centra sólo en el ahorro y en los precios obviando la cuestión fundamental que no es otra que la generación y el suministro.

    Así, mientras los partidos políticos y los gobiernos se preocupan del ahorro energético, las industrias, las economías y el estado de bienestar se abocan peligrosamente hacia un invierno de restricciones, cortes, apagones, y cierres, sin que a nadie en España y en Europa se ocupe y se preocupe de proponer y adoptar medidas serias y eficaces para impulsar nuevas fuentes de generación y aprovechar al máximo todos los recursos de que disponemos para garantizar el suministro, siendo esos mismos dirigentes y jefes de gobierno los principales responsables de las penurias y la recesión que se avecinan.

    Ni disponían de ningún plan de actuación para situaciones extremas como la que estamos viviendo, ni tiene n ni proyectan compromisos de presente y de futuro para promover un replanteamiento general de la política energética. Como explican desde el Foro Industria y Energía la prioridad hoy debe ser garantizar el suministro de gas tanto para la industria como para los hogares y la infraestructura energética actual en España "no permite prescindir al cien por cien del gas, ni en la industria ni en los hogares" y de ello dependen el mantenimiento del estado de bienestar, la supervivencia de las empresas, el crecimiento de la economía y el empleo.

    Un nuevo modelo de política energética que, sin abandonar los objetivos del Plan de eficiencia energética, pero aplazándolos temporalmente, desarrolle en primer lugar una reforma del sistema de formación de precios de la electricidad en Europa en el que el gas es el que marca el precio final y promueva, al mismo tiempo la utilización de los recursos actuales de generación, abandonando prejuicios ideológicos sin fundamento como los que rigen en el caso de España y su gobierno.

    Populismos doctrinarios que hacen, por ejemplo, que estemos comprando gas a EE UU obtenido mediante la técnica del fracking o fracturación hidráulica, prohibida aquí por ley cuando los estudios realizados por la Asociación Española de Compañías de Investigación, Exploración y Producción de Hidrocarburos (ACIEP) estiman un escenario intermedio de algo más de dos billones de metros cúbicos (2.025 bcm) de gases no convencionales terrestres con explotación técnicamente viable en España frente a 410 bcm convencionales. O que, de la misma manera, propiciamos que el petróleo en aguas de Canarias que España no puede buscar por ley vaya a terminaren manos de Marruecos.

    Y si miramos dentro de la propia UE vemos que Alemania con el partido verde en el Gobierno, ha renunciado ya a sus objetivos de descarbonización en 2030 y ha vuelto a abrir sus fábricas. Mientras que la Francia de Macron reactiva su apuesta por la energía nuclear con la construcción de seis nuevos reactores y con el apoyo de la izquierda gala que nunca se ha dejado llevar por ese cinismo institucionalizado característico de sus homólogos de España. Una energía nuclear que, recordemos, junto al gas, ya son "verdes" para la UE y se podrán beneficiar de los incentivos a las renovables, por ser limpia, segura y barata.

    Pero también fuera de la Unión el Reino Unido dispone hoy de 16 nucleares activas y ha iniciado la construcción de otras seis nuevas. Y China con 16 nucleares activas y 27 inactivas está elaborando un programa de impulso a la energía nuclear como herramienta clave para reducir sus emisiones de CO2.

    Como los dos conejos de la fábula de Tomás de Iriarte, aquí nuestros políticos y gobernantes se entretienen discutiendo sobre si el peligro que acecha son galgos o podencos mientras están a punto de ser atrapados por los perros. Nos lo expliquen.