Opinión

¿Hasta dónde va a llegar Sánchez?

    El presidente Pedro Sánchez

    Joaquín Leguina

    Se acaban de cumplir veinticinco años de la liberación de José Antonio Ortega Lara de las manos de ETA. La banda terrorista lo había tenido confinado durante 532 días en un zulo en Mondragón. Los asesinos despiadados de ETA lo habían secuestrado el 17 de enero de 1996 en el garaje de su casa en Burgos, cuando volvía del trabajo en la cárcel de Logroño.

    El presidente del Gobierno era entonces José María Aznar y el ministro del Interior Jaime Mayor Oreja. Tras no poco tiempo, los policías dieron con Jesús María Uribechebarria Bolinaga y vigilando a este asesino localizaron una nave a la que diariamente Bolinaga o uno de los suyos llevaba comida. La nave, vigilada por un perro, estaba en Mondragón y ya no tenía actividad.

    La policía detuvo a todos los sospechosos y llevó a Bolinaga a la nave, para llevar a cabo el registro. Un agente localizó fuera de la nave un respiradero que daba al río y los mandos enseguida se preguntaron qué sentido tenía un respiradero en aquel lugar. Tardaron un buen rato en encontrar el agujero en el cual aquellos desalmados tenían enterrado a Ortega Lara.

    "Lo sacamos con sumo cuidado. Nos sorprendió su delgadez y fragilidad". La euforia de los policías, manifestada con gritos, se interrumpió cuando lo sacaron y lo vieron demacrado y con un agudo deterioro físico.

    Los agentes habían localizado también los dos escritos con las claves que ETA haría públicas para determinar la suerte de Ortega Lara. Si en el diario Egin aparecía un anuncio con el texto siguiente: "Txoria askatu" (dejad libre al pájaro), el funcionario secuestrado debía ser liberado. Pero si el anuncio era "Txoria bota" (disparad al pájaro"), entonces sería asesinado.

    Pues bien, casi coincidiendo con este veinticinco aniversario, el sanchismo acaba de pactar con los etarras –a propósito de la Ley de Memoria Democrática- que el franquismo duró hasta 1983.

    Lo escribiré con palabras de Jiménez Losantos, "o sea, que las elecciones libres de 1977 fueron bajo la dictadura, el referéndum sobre la Constitución de 1978, regalo de Franco; las elecciones libres de 1979, otro detalle del caudillo; y las elecciones libres de 1982, el supremo ardid para ocultar que la dictadura continuaba con otros esbirros. Suárez, Calvo-Sotelo y Felipe González fueron presidentes de gobiernos franquistas".

    En verdad, dejar en manos de ETA la redacción de nuestra historia es insultar las tumbas de los cientos de asesinados por la banda terrorista, muchos de esos asesinatos sin juzgar todavía. Y convendría recordar a Sánchez que entre esos asesinados hay numerosos socialistas.

    No se entiende que ninguno de los actuales dirigentes del sanchismo haya dicho una palabra sobre semejante traición. Creo que nos toca a los veteranos (hoy marginados por Sánchez) levantar la voz contra tanto despropósito. Y levantarla bien alto, sin importarnos que nuestras voces se unan a otros demócratas españoles, sean votantes del PP, de Ciudadanos o de Vox. En España sólo hay un frente: de un lado los demócratas, partidarios de la Transición y de lo que aquello representó; de otro los que atacan la Constitución y la unidad de España.