Opinión
La reducción del déficit, en el aire
elEconomista.es
Madrid,
El Gobierno retomó la semana pasada el plan de presentar en el Congreso su proyecto de Presupuestos, basado en un objetivo de déficit del 1,8%. Pero, pese a su voluntarismo, nada ha cambiado desde septiembre. Continúa sin tener garantizados los apoyos parlamentarios necesarios para sacar adelante las Cuentas.
Es sabido que, desde el punto de vista del gasto, esta situación no supone un problema puesto que la revalorización de las pensiones y del sueldo de los funcionarios se podrán aprobar por decreto. Pero, en lo que concierne al alza de ingresos por la vía de las subidas fiscales, el fracaso de esta segunda intentona de aprobar los Presupuestos dejaría definitivamente en vía muerta los cambios de la base mínima de Sociedades y del IRPF para las rentas altas. En este caso, recurrir al decreto ley (además de que su convalidación en el Congreso no está tampoco garantizada) implica conflictos legales que el Gobierno no está dispuesto a asumir.
En este escenario, ante la ausencia de ajustes del gasto, el logro de los objetivos de déficit está en entredicho. No basta con aferrarse a la previsible buena marcha de la recaudación fiscal gracias al crecimiento del PIB. Es muy probable que haga falta más para cumplir una senda de déficit que quedará en en el 1,3% (puesto que es el único objetivo que cuenta con un refrendo oficial).
En cuanto a la creación de nuevos impuestos, la situación no es menos compleja. El más prometedor de ellos, en cuanto a rendimiento, sería el nuevo tributo sobre el diésel, pero el precedente de Francia lo condena antes de nacer. Los temores de Bruselas ante un posible deterioro en la estabilidad presupuestaria están así plenamente justificados.