Las cuatro trampas que China afronta
Andrew Sheng, Xiao Geng
En el 40º aniversario del lanzamiento de la "reforma y apertura" de China, el país está en camino de recuperar su estatus anterior como la economía más grande del mundo, habiendo hecho progresos sustanciales hacia la modernización de su sector agrícola, industria, sistemas de defensa y capacidades científicas. Pero hay cuatro grandes trampas por delante.
La primera es la trampa de los ingresos medios. Con un ingreso anual per cápita de alrededor de 9.000 dólares, China se mantiene significativamente por debajo del umbral de ingresos altos, fijado en alrededor de 12.000 a 13.000 dólares por el Banco Mundial. Sólo unos pocos países en la historia han logrado este salto durante el último medio siglo.
Una de las principales razones es que para alcanzar el estatus de alto nivel de ingresos se requiere una sólida red de instituciones modernas que definan los derechos y obligaciones de las personas, permitan el intercambio de mercado y las interacciones no mercantiles, y hagan cumplir el estado de derecho mediante la resolución justa de las controversias. Si bien China ha estado trabajando para desarrollar sus instituciones durante cuatro décadas, aún le queda un largo camino por recorrer.
Segundo, China puede quedar atrapada en la llamada trampa de Tucídides: cuando una potencia establecida (Esparta en tiempos de Tucídides; Estados Unidos ahora) teme a una potencia en ascenso (Atenas entonces; China ahora), la guerra se vuelve inevitable. Con la administración del presidente estadounidense Donald Trump dirigiéndose a China con medidas comerciales claramente diseñadas para reducir el acceso de China a los mercados y a la tecnología, este resultado parece cada vez más plausible.
La tercera trampa potencial es lo que Joseph Nye llama la trampa de Kindleberger. Charles Kindleberger, un arquitecto del Plan Marshall, culpó de la ruptura del orden internacional en la década de 1930 al fracaso de Estados Unidos en equiparar su provisión de bienes públicos globales a su nuevo estatus geopolítico como potencia dominante del mundo. Si China hace lo mismo, según Nye, el caos podría estallar de nuevo, especialmente en un momento en que Estados Unidos se está retirando del liderazgo mundial.
Por último, está la trampa del cambio climático. Los países de ingresos altos en general, y las grandes potencias en particular, consumen una parte desproporcionadamente grande de los recursos. Pero la economía y la influencia de China están creciendo en un momento en que, como demuestran las terribles advertencias del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, esa no es realmente una opción. Por lo tanto, los líderes de China tienen un imperativo adicional de apoyar la cooperación internacional y adoptar políticas con visión de futuro que tengan en cuenta las realidades ambientales.
Evitar estas cuatro trampas será extremadamente difícil. Los líderes de China deben navegar por presiones complejas y conflictivas, mientras tratan de abordar las desigualdades económicas internas, manejar las relaciones con un EEUU inseguro y aislacionista, cooperar eficazmente con el resto del mundo y llevar a cabo una acción climática efectiva.
La buena noticia es que el sistema de gobernanza de China -que se caracteriza por la centralización de la formulación de políticas y la descentralización de la experimentación y la aplicación- ha demostrado ser muy adecuado para la rápida adopción de decisiones en tiempos de crisis. Durante las últimas cuatro décadas, el modelo chino ha demostrado ser más práctico y eficiente que los sistemas democráticos, que a menudo se han visto paralizados por políticas disfuncionales y polarizadas. Su éxito en guiar a China hacia la categoría de país de altos ingresos estará determinado en gran medida por cuatro factores -talento, competencia, bienes públicos y rendición de cuentas-, todos los cuales el país ha logrado aprovechar eficazmente en el pasado.
Adhiriéndose a miles de años de tradición, China ha dedicado considerables recursos a la identificación, selección y preparación del talento administrativo y técnico. Esto ha sido esencial para la capacidad de China de desarrollar la fuerte capacidad estatal necesaria para gestionar proyectos públicos a gran escala. A medida que China se enfrenta a las cuatro trampas, su capacidad para desarrollar y retener el talento humano será vital para el éxito.
China también ha utilizado eficazmente la competencia entre individuos, empresas, ciudades y burocracias provinciales para garantizar que todas las partes interesadas contribuyan al crecimiento de la productividad y del PIB. Pero los mercados de China se han desarrollado más rápidamente que su marco regulatorio, por lo que ahora los responsables de la formulación de políticas deben colmar las lagunas y resolver las debilidades que están socavando la competencia leal. Al mismo tiempo, deben abordar las consecuencias de esas lagunas y debilidades, como la co-rrupción, la contaminación, el endeudamiento excesivo y el exceso de capacidad.
Éste es el otro lado del desafío de los bienes públicos: mientras que China tiene mucha experiencia en la entrega de infraestructura física, ha tenido menos éxito en la entrega de infraestructura blanda, como las reglas de competencia, las normas de contabilidad, los sistemas tributarios y las normas reguladoras. China no alcanzará el estatus de país de altos ingresos a menos que esto cambie. Cuando se trata de la rendición de cuentas, China tiene un sistema indirecto e imperfecto que es poco comprendido por los observadores externos. Los líderes chinos ganan su legitimidad no ganando la mayoría de los votos, sino entregando resultados como la prosperidad económica y el progreso en la implementación de las reformas. A medida que crece la influencia mundial de China, la presión internacional se convertirá en otro mecanismo de rendición de cuentas.
El desafío al que se enfrenta China en este ámbito está relacionado con algunas de las concesiones que los líderes chinos han hecho en su búsqueda de resultados. En particular, el monopolio va en aumento, y las plataformas de Internet que proporcionan beneficios sociales en forma de bajos costes de transacción y comunicación (Alibaba, Tencent y Baidu) aseguran una cuota de mercado masiva. Esto, junto con los subsidios a las políticas, ha creado rentas de monopolio que están sujetas a ser capturadas por pequeños grupos de interés. Esta creciente concentración del mercado -que, sin duda, no se limita a China- puede llevar a un empeoramiento de la desigualdad de ingresos, riqueza y oportunidades. Por lo tanto, los líderes de China tendrán que hacer progresos significativos para abordarla en las próximas décadas.
Durante sus 40 años de reforma, China ha dominado el aprendizaje mediante la práctica, utilizando los mercados dinámicos como guía para la señalización de precios y la resolución de problemas. Ha participado en audaces experimentos de política, como la creación de zonas económicas especiales. Y se ha ido integrando cada vez más en la economía mundial. Mientras intenta evitar las trampas que se avecinan, tendrá que aprovechar toda esta experiencia.
© Project Syndicate - 2018