Puigdemont y FG, ante su fin de trayecto
Amador G. Ayora
La semana comenzaba con la incertidumbre de qué haría Puigdemont para ser investido y termina de igual manera. Pero cada vez existe mayor certeza de que el expresidente de la Generalitat no lo volverá a ser. Después de que el presidente del Parlament, Roger Torrent, aplazara el debate parlamentario, hay como mínimo un plazo de dos meses para proponer otro candidato. Torrent reiteró que debe ser Puigdemont, pero en realidad no tiene posibilidades.
El juez Pablo Llanera tiene pensado procesarlo por rebelión en las próximas semanas, uno de los delitos junto al de terrorismo, que permite la inhabilitación para cargo público antes incluso de que haya una sentencia.
Aún en el supuesto de que Rajoy convocara elecciones autonómicas, Puigdemont no podrá presentarse porque antes será inhabilitado. Se le acaba el tiempo.
Consciente de ello, baraja ceder en algún momento el testigo de su investidura a Jordi Turull o a Josep Rull, dos de los exconsellers de su partido en libertad provisional. Con ello, lograría el sueño que quería para él mismo, ser destituido por imperativo legal como presidente de la Generalitat poco después de su nombramiento. Puigdemont busca el enfrentamiento como sea para atraer a los radicales del independentismo y la atención internacional, cada vez más cansada de sus bufonadas. También se baraja el nombre de Jordi Sánchez, aunque tiene menos opciones porque aún está en prisión.
Al Gobierno de Rajoy no le temblará el pulso ni para convocar a las urnas ni para mantener en vigor el 155 todo el tiempo que sea necesario. Otra circunstancia diferente es Ciudadanos, donde se cree que el efecto Arrimadas puede desinflarse y será difícil que se repita el excelente resultado en unas nuevas elecciones.
Cuanto más tiempo tarde en regularizarse la situación, peor le irá a la economía catalana. Éste es el mensaje que comienzan a trasladar los empresarios proclives al separatismo a los políticos de Junts per Catalunya. La primera víctima será el Mobile World Congress, que arranca a finales de febrero. Pese a la foto de familia con Ada Colau y de Torrent, el consejero delegado de la organización GMA, John Hoffmann, está prácticamente decidido a llevárselo el año que viene a París o Berlín.
Si el Mobile se celebra en Barcelona es porque Telefónica pujó por esta ubicación, previo pago de decenas de millones de euros y no porque las firmas de móviles eligieran la Ciudad Condal para su congreso anual.
El Gobierno de España, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona aportan cada uno 5 millones a la organización del evento. El Ministerio de Agenda Digital, que dirige Álvaro Nadal, asume además parte del aval del Consistorio. Es decir, el Mobile lo pagamos todos los españoles, pese a que Barcelona lo presente como un triunfo sólo de los catalanes. ¡Como tantas otras cosas!
Nadal acaparó esta semana los titulares de la prensa económica por los recortes al sector eléctrico. Un alto funcionario filtró el impacto que tendría el traslado de una resolución de la Comisión Nacional de la Competencia (CNMC), que exigía revisar sus valoraciones a petición de las comercializadoras medianas. Las cifras provocaron un pequeño terremoto en el sector, sobre todo en bolsa, que acusó el golpe con pérdidas de sus cotizaciones de más de 3.000 millones.
El ministro en persona empezó a llamar a los consejeros delegados y presidentes de las eléctricas el martes por la noche para intentar enmendar el error. elEconomista fue el primer medio en advertir a primera hora del miércoles de que las estimaciones se habían sacado de madre. El impacto final rondará los 300 millones entre gas y luz y será prácticamente nulo si se tienen en cuenta varias sentencias ganadas por las eléctricas por las que recibirán compensaciones por otros 300 millones.
Pero el daño estaba ya hecho. La sensación de inestabilidad y de inseguridad jurídica creada es remarcable en un sector acostumbrado a la tranquilidad del dividendo, que, como hoy señala elEconomista, está completamente a salvo. Ya tuvimos bastante con la inseguridad generada por los ajustes para corregir el déficit de tarifa en la etapa de José Manuel Soria, ahora hay que abrir un periodo de estabilidad.
El tercer protagonista de la semana fue el aún presidente del BBVA, Francisco González, más popularmente conocido con el acrónimo de FG. González está dispuesto a retirarse, después de haber prorrogado durante dos quinquenios su mandato. Si se va el año próximo tras cumplir 75 años no es de manera voluntaria, sino porque el BCE se niega a prorrogar su mandato. Por eso quizá fue tan contundente en su discurso de presentación de resultados. Un lenguaje poco habitual en un banquero. Arremetió contra los políticos y contra el cóctel molotov que produce mezclar empresarios y políticos, aunque él llegó a banquero gracias al dedazo de Rodrigo Rato.
Creo que Rato y Florentino Pérez, entre otros, deben de andar tirándose de los pelos después de escucharlo. Y lleva razón. Presumió, además, de no arrugarse ante el poder, en referencia implícita a la vergonzosa artimaña emprendida por Zapatero y su exministro de Industria, Miguel Sebastián, para entregar el banco al expresidente de Sacyr, Luis del Rivero. Una operación afortunadamente fallida.
Esa fue la tabla de salvación a la que se agarró Gonzalez para sobrevivir al frente de BBVA tras echar a Emilio Ybarra por las cuentas de Jersey. A partir de ese momento, de poco más puede presumir. Su obsesión por la competencia de la tecnología se empieza a cumplir ahora. Pero como él mismo reconoció, BBVA perdió largos años en los preparativos y su adaptación a lo digital aún no tiene reflejo en la cuenta de resultados.
La entidad sobrevivió a la gran crisis gracias a la adquisición del mexicano Bancomer, que FG criticó con todas sus fuerzas. Su mayor apuesta fue la compra del Garanti turco. Sus perspectivas son halagüeñas a largo plazo, ya que Turquía está llamada a ser uno de las grandes economías, al igual que México. Pero la inseguridad jurídica del régimen de Erdogan amenaza con propiciar un susto en cualquier momento. ¡Crucemos los dedos! Se trata de un desafío igual o mayor al tecnológico.
La prueba de que su gestión fue mediocre es que la capitalización del banco azul es la mitad aproximadamente que la del rojo, el Santander de Botín, mientras que cuando llegó a la presidencia eran aproximadamente iguales. Su última metedura de pata es quedarse fuera de la puja del Popular, por el que estuvo dispuesto a pagar 5.000 millones unos meses antes, aunque ahora se jacte de lo contrario.
FG se regocija por no arrugarse ante el poder y es cierto. Pero su gestión interna no se caracteriza precisamente por la mano izquierda ni el aperturismo, sino al revés. Es más temido que respetado. Ha hecho un banco a su medida. Creó un consejo con nombres ilustres que fue suprimiendo a medida que eran molestos para sus criterios. Hoy, prácticamente el único que queda de prestigio internacional es José Manuel González Páramo, exmiembro del BCE. Sobre su sucesión, nada está escrito.
Páramo hace tiempo que se autodescarta, por incompatibilidad de caracteres, según su entorno. FG no suele aguantar las críticas. También estaba en las quinielas Jaime Caruana, exgobernador del Banco de España y expresidente del Banco Internacional de Pagos (BIS). Caruana acaba de estrenar una mansión que se construyó en El Escorial, para disfrutar de su retiro, según señala él mismo.
Por descarte sólo quedaría Carlos Torres, el actual consejero delegado, que llegó al puesto por Manolo Pizarro, amigo de FG, que le pidió que le recomendara alguien experimentado en las nuevas tecnologías, pero sobre todo fiel y sin muchas aspiraciones.
El anterior consejero delegado, Ángel Cano, pagó su ambición con su cese, tras plantear abiertamente su interés por la sucesión. Torres encajó en la nueva estructura como un guante, ejerce como el hombre en la sombra, discreto, acostumbrado a los segundos planos. ¿Será el sucesor? Creo que ni González lo sabe en estos momentos, porque el Gobierno querrá meter el cucharón en la decisión final y es imprevisible quién llevará las riendas de Economía en ese momento o, incluso, del Gobierno.
Luis de Guindos, el mayor defensor de la fusión de Bankia y BBVA, presentará esta semana su candidatura a la Vicepresidencia del BCE. Por eso FG aseveró que en ningún caso ve a José Ignacio Goirigolzarri en su sillón. Para bien o para mal, la carrera de Guindos en los próximos años está fuera del Ejecutivo. Ya hay quinielas para su sucesor. Román Escolano es uno de los nombres que suenan con más fuerza. La de Guindos sería la segunda deserción de los hombres de Rajoy en poco tiempo, tras la marcha de Moragas.
La presión catalana tensa el futuro de Rajoy. En el entorno de Moncloa se asegura que si el presidente no ve claro su futuro, no repetirá como candidato, pese a que diga lo contrario. Después de comprobar que es imposible un acuerdo con el PSOE, el Gobierno vuelve a estar en manos de Ciudadanos y del PNV para la aprobación de los Presupuestos. Y lo que es peor. Si la falta de presidente de la Generalitat se prolonga o se convocan nuevos comicios, será imposible tener Presupuesto este año.
Montoro se ha dado de plazo hasta finales de marzo, porque más allá de esa fecha es imposible que estén listos antes de julio, que es cuando hay que presentar el techo de gato para las cuentas generales de 2019. Todo apunta a una prórroga forzosa en 2018 e intentar pactar los de 2019 para agotar la legislatura. De nuevo, Albert Rivera tiene la última palabra. Si los sondeos le favorecen, puede verse tentado a forzar unos comicios anticipados. Como se ve, la incertidumbre política no solo afecta al futuro de Cataluña. El Gobierno puede estar ante el fin de su trayecto, como Puigdemont o FG.