Opinión
El alto precio de repetir elecciones
Nadie presagiaba que la actual legislatura fuera a ser fácil y los vaticinios se cumplen. Es un hecho que la dificultad del Gobierno para recabar apoyos parlamentarios retrasa, cuando no impide, la presentación de leyes de tanto calado como la reforma de la estiba o, sobre todo, los Presupuestos de 2017. La situación todavía puede complicarse más si Pedro Sánchez gana las primarias del PSOE y sume al partido otra vez en el obstruccionismo. Por tanto, la posibilidad de que el Ejecutivo se vea abocado a convocar elecciones a finales de año es real.
Tal escenario quizá despierte ahora menos miedos, tras un 2016 marcado en su totalidad por la interinidad, lo que no restó vigor al PIB, ya que creció un 3,2 por ciento. Ahora bien, se equivoca quien piense que la inestabilidad política fue neutra. La amenaza de que se cronificase minó una variable económica en la que las expectativas de futuro son decisivas: la inversión extranjera. Ésta descendió en 8.000 millones el año pasado.
Esa cifra puede quedarse pequeña si la indefinición política regresa, ya que en 2017 actúan más factores capaces de multiplicar sus efectos.
En clave interna, está descontada una desaceleración del PIB, en un escenario de petróleo encarecido, IPC más elevado y condiciones de financiación que se endurecen, ya que el BCE moderará sus estímulos.
Por si fuera poco, en clave europea, la UE ya enfila un imprevisible periplo electoral, desde Holanda hasta Alemania, mientras aún pugna por digerir los efectos del Brexit y de la victoria de Donald Trump en EEUU. En tan inestable escenario, los partidos deben reconocer que, si se empecinan en anteponer sus intereses internos, y abonan el terreno a unas nuevas elecciones, incurren en una temeridad que puede salir muy cara.