Opinión

El efecto mariposa de China

  • La guerra de divisas es un peligro de consecuencias incalculables
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Eduardo Olier

En 1972, el meteorólogo Edward Lorenz dio una conferencia en Boston con un sorprendente título: ¿Podría el aleteo de una mariposa en Brasil producir un tornado en Texas? Lorenz planteaba la cuestión del comportamiento de la atmósfera en un lugar concreto ante pequeñas perturbaciones surgidas en otro muy alejado, lo que le llevaba a entrar en el mundo de las incertidumbres: como no se sabe el número de mariposas que existen, ni dónde están, ni tampoco las que están moviendo sus alas en un momento dado, es imposible predecir cuándo aparecerá un tornado debido a este fenómeno.

En agosto hemos tenido el serio aleteo de la bolsa de Shanghai. Sus efectos se trasladaron rápidamente al resto de mercados. En Wall Street los nervios volvieron a cinco años atrás. Ni Janet Yellen ni Mario Draghi aportaron ninguna solución. Se trató de un fenómeno que asomaba en el horizonte como una posibilidad real: el aleteo de la mariposa financiera china que abría seriamente el campo de las incertidumbres futuras.

Desde el pasado mes se han abierto al menos tres complicados frentes en la economía mundial y, de momento, nadie sabe con certeza ni cómo atajarlos ni qué podrá pasar. El primero tiene que ver con el supuesto hard landing de la economía china. Oficialmente el país crece al 7% anual, aunque se dice que la realidad es muy distinta. Según Bruno Cavalier, economista jefe de Oddo Securities, el crecimiento chino se mueve alrededor del 2 o el 3%. Sus cálculos se basan en el comportamiento del índice Li Keqiang, que combina los datos de crédito, producción eléctrica y fletes ferroviarios. Algo que, de ser cierto, habría acabado con treinta años de crecimiento expansivo de la economía china. Y es que hay que tener en cuenta que el modelo económico chino sufre una fuerte transición. De un sistema basado en la exportación de productos industriales a bajo precio, China se mueve hacia un modelo fundamentado en innovación y servicios. De ahí que compañías como Huawei, por ejemplo, hayan entrado a competir con líderes mundiales como Ericsson o Hewlett Packard en avanzados sistemas de telecomunicaciones dirigidos a la virtualización de las redes. Un nuevo modelo económico que precisa además del tirón del consumo interno en China para mantener el crecimiento, pues de otra forma no será posible. Una situación que tiene el añadido de los posibles conflictos sociales que se podrían producir en el país ante el freno de su masiva producción industrial.

El segundo aspecto que refuerza la idea de la crisis china tiene que ver con los precios de las materias primas: no sólo del petróleo, sino de muchas otras. Véase si no el Bloomberg Commodity Index para comprobar como los veintidós productos que analiza han caído a niveles de 1999. Y por hablar del petróleo, todo parece que los precios del barril actuales se mantendrán mucho tiempo. El crudo caro ha desaparecido del mapa y no sólo debido a la competencia del fracking norteamericano, sino por la menor demanda de China, que es el primer importador mundial de materias primas; lo que agrava los problemas en los países emergentes, no sólo en Oriente Medio sino alrededor del globo. Ahí estaría también el fenómeno que tiene que ver con las transacciones comerciales mundiales, que han caído respecto a 2014: 1,5% en el primer trimestre y 0,5% en el segundo, contra crecimientos del 3% en el pasado año.

Como tercer problema surge la llamada "guerra de divisas". Aunque quizás no sea un hecho real, es cierto que algo sucede. El yuan se ha devaluado fuertemente y ya se habla de próximas caídas; los más extremos hablan de un 20% de caída adicional. Pero no sólo es el yuan. Un informe del dos de septiembre, firmado por Patrick Artus de Natixis, asegura que, aparte de China, Japón, Canadá, Australia, Sudáfrica, India, Turquía y la zona euro tratan de estimular sus economías por la vía de la devaluación monetaria. Un peligro de incalculables consecuencias si sus efectos quedan sin control.

Y como colofón, aparece el sempiterno problema de la gobernanza económica mundial: si China deja de ser lo que era, si la Reserva Federal americana no tiene claro si continuar con el quantitative easing o subir ya los tipos de interés ante la exportación deflacionaria china, si los bancos centrales se quedan sin mecanismos ante la ineficacia de las políticas monetarias, si nadie sabe como parar la deuda creciente que hace inviable el lanzamiento de un serio programa de inversiones en Europa, si los países pobres se vuelven mucho más pobres, si los emergentes dejan de serlo, y si las crisis migratorias se hacen más graves de lo que vemos, todo parece indicar que faltan mecanismos de gobernanza global que deberían ponerse en marcha cuanto antes. No bastará que a finales de año, o a principios de 2016, se decida incorporar el yuan a los Derechos Especiales de Giro del FMI, será preciso tomar medidas más contundentes; lo que sólo será posible con una suerte de gobernanza financiera global antes de que los tornados se multipliquen.

Eduardo Olier, presidente del Instituto Choiseul España