Opinión

No es momento para la eurofobia

  • Las pequeñas empresas europeas son una apuesta por el crecimiento

Ollie Beckett

El nerviosismo generado por las negociaciones sobre la deuda griega y el reciente repunte de la volatilidad ha llevado a algunos inversores a recoger beneficios. Sin embargo, a pesar de que la caída de los volúmenes de negociación que caracteriza al periodo estival en Europa debería generar nuevas turbulencias en el mercado a corto plazo, los factores que provocan gran parte de la volatilidad deberían dar paso, en última instancia, a lo que continúa siendo un panorama de fundamentales sólidos en la renta variable europea. Las políticas monetarias acomodaticias del BCE, una combinación de recortes de tipos y la tan anunciada relajación cuantitativa, provocaron que el euro cayera en picado frente al dólar (un 20,3% entre el 1 de julio de 2014 y el 10 de abril de 2015). Los inversores reaccionaron ante este movimiento apostando por el DAX, animados por la exposición internacional de las empresas que lo componen y por unos ingresos denominados en dólares.

Esta estrategia no era ninguna locura pero, como suele ocurrir en los mercados, este ímpetu puede hacer que el péndulo vaya demasiado lejos, lo que vuelve a recordarnos que debemos evitar posiciones de excesivo consenso. Una ligera reversión en el tipo de cambio, provocada por unos datos económicos más débiles en Estados Unidos y la mayor solidez de la economía europea, hizo que el DAX cayera aproximadamente un 11% entre su máximo y su mínimo (del 10 de abril al 9 de junio de 2015). Si lo comparamos con la rentabilidad de las acciones europeas de pequeña capitalización durante el mismo periodo, la subida del 3,6% confirma después de un 2014 difícil, que hoy en día los inversores cuentan con escasa exposición a las pequeñas empresas. En mi opinión, esto es positivo, dado que hay margen para incrementar las asignaciones.

En definitiva, las pequeñas empresas europeas son una apuesta por el crecimiento económico, tanto en Europa como a escala mundial. Aunque sigue habiendo focos de incertidumbre política (con Grecia claramente a la cabeza), en el plano económico hay muchos motivos para ser optimistas: Europa goza de liquidez abundante, la producción industrial registró un aumento del 0,8% interanual en abril y los PMI superan la barrera de los 50 puntos, lo que indica una clara expansión. La última temporada de resultados ha sido esperanzadora y los beneficios se han revisado al alza por primera vez desde 2011. De hecho, ahora se prevé que las acciones europeas de pequeña capitalización experimenten un crecimiento de sus beneficios de más del 16% en 2015, una cifra que afianza la estimación actual de PER para este año, situado en 19,4 veces. Esto debería captar más atención en una coyuntura que sigue girando en torno al crecimiento escaso.

El argumento de inversión a favor de los valores europeos de pequeña capitalización se ve impulsado por el repunte de las operaciones corporativas, dado que las empresas están aprovechando el crédito barato y la liquidez de sus balances. Estas operaciones siguen centrándose en el rango inferior de capitalización bursátil: 69 de los 83 acuerdos anunciados en lo que va de año están protagonizados por empresas de pequeña capitalización de entre 1.000 y 5.000 millones de euros.

Optamos por títulos que pueden beneficiarse de la recuperación del mercado interno, compañías sólidas con buenos canales de distribución. También nos gustan la exposición selectiva a los segmentos vinculados al consumo en Europa que se benefician de la caída del precio del petróleo y del ajuste de los mercados laborales, aunque la tasa desempleo sigue siendo demasiado elevada en su conjunto.

La subida de las valoraciones y los vaivenes provocados por la confianza pueden despertar el nerviosismo de los inversores, pero los fundamentales se mantienen. En un contexto de escaso crecimiento, pensamos que el atractivo de las pequeñas empresas no hará sino aumentar con el paso del tiempo.