Más lastres en el consumo interno
elEconomista.es
El auge que la inflación muestra en los últimos meses es un fenómeno global cuyos daños se extienden por múltiples sectores y, entre ellos, se sitúa, uno de tanta importancia como el agroalimentario.
La ONU ya alertó este mes que los precios de los cereales, los aceites vegetales y la carne se encuentran, a escala mundial, en máximos de hace una década. En el caso particular de España, el sector del gran consumo avisa de que "lo peor está por venir". Se trata de una advertencia que debe tomarse en serio considerando que esta actividad sufre por igual la tendencia al alza de los precios energéticos y la propia de las materias primas. Todo ellos impactan directamente en los costes de productos insustituibles como los fertilizantes. No existe fundamento alguno que permita prever una situación extrema de desabastecimiento en los lineales de los distribuidores, pero sí se pueden producir otros efectos preocupantes. El primero de ellos concierne al propio sector agroalimentario. Sus márgenes ya están muy ajustados y ahora tiene que absorber la mayor parte del alza de costes, puesto que la normativa solo le permite repercutir una parte en el precio de la venta. En segundo lugar, también el consumidor final resultará damnificado al ver cómo el IPC continuará creciendo y su cesta de la compra se encarece.
La subida de los alimentos se une a la propia de la energía a la hora de restar poder adquisitivo a las familias
Al igual que ocurre con la energía, la mayoría de los alimentos son productos básicos a los que las familias no pueden renunciar y su encarecimiento les restará inevitablemente poder adquisitivo. La necesaria recuperación del consumo de los hogares se verá así aún más lastrado, lo que pone aún más entredicho las expectativas sobre el crecimiento de la economía española este año y el próximo.