Opinión

Inversión de impacto: de emergente a indispensable

    La pandemia aumenta la necesidad de incrementar las inversiones con componente social

    Agustín Vitórica , Luca Torre

    Hace 10 años el banco de inversión JP Morgan publicó un informe titulado "Impact Investments: An Emerging Asset Class" (J.P.Morgan, Rockefeller Foundation, GIIN, November 29, 2010). Desde entonces la inversión de impacto ha captado la atención de un gran número de gestoras e inversores. Como firma de inversión de impacto española hemos sido testigos de este creciente interés, habiendo logrado movilizar más de €190 millones de inversión de impacto que han logrado beneficiar a más de 220.000 personas de bajos ingresos. A nivel mundial, esta clase de activo ha alcanzado los 725 mil millones de dólares de activos bajo gestión a finales de 2019.

    Sin embargo, esta cifra resulta claramente insuficiente ante los enormes retos abiertos con la aparición de la pandemia de la COVID-19. Los peores efectos de esta pandemia están ocurriendo fuera de nuestras fronteras, especialmente en los países en vías de desarrollo que carecen de la capacidad de acometer políticas de estímulos monetarios y fiscales para paliar los efectos devastadores de esta crisis sanitaria y económica.

    Con la pandemia, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible establecida por Naciones Unidas en 2015, se ha convertido en un reto casi inalcanzable. Por una lado, los países en vías de desarrollo se enfrentan a una destrucción sin paliativos del tejido productivo, especialmente de PYMEs. Según la Red de Emprendedores para el Desarrollo de Aspen (ANDE) , el 42% de las PYMEs en países en vías de desarrollo desaparecerán antes de finales de 2020, lo que ya se está reflejando en un aumento del desempleo sin precedentes. Más de un tercio de las PYMEs en estos países han reducido drásticamente el empleo, llevando a una caída en las horas trabajadas equivalente a la pérdida de 495 millones de puestos de trabajo a tiempo completo (Observatorio del COVID de la OIT, Septiembre 2020). Si no se actúa con determinación, el 32,5% de la población mundial estará en paro en los próximos meses.

    Por otra parte, Naciones Unidas ha alertado sobre el riesgo de que 500 millones de personas pueden caer en la pobreza extrema, uniéndose a los más de 650 millones actuales, lo que imposibilita lograr el primer Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de Fin de la Pobreza Extrema. Incluso en regiones como Latinoamérica la pandemia va a hacer retroceder el PIB per cápita al nivel de hace diez años, destruyendo todo el esfuerzo realizado contra la pobreza durante esta última década (CEPAL, Julio 2020).

    El cumplimiento del segundo ODS, Hambre Cero y Agricultura Sostenible, también está en entredicho. Mientras que la actividad agraria ha continuado en muchos casos, la escasez de mano de obra provocada por los confinamientos y las restricciones de movimiento han afectado a determinadas cadenas de valor, aumentando la inseguridad alimentaria. El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas estima que 265 millones de personas podrían sufrir escasez de alimentos para finales de 2020 si las cadenas no se reconstruyen.

    El sector público debe involucrarse para canalizar el capital privado

    Como consecuencia de todo ello, las necesidades de inversión para cumplir con los ODS han aumentado de 2.500 millones de dólares anuales a un importe de 5.000 millones de dólares anuales (OCDE, Junio 2020). Lamentablemente, se observa que en lugar de un mayor flujo de inversión hacia países en vías de desarrollo se ha producido una salida de 92.000 millones de dólares de capital extranjero (Institute of International Finance, Mayo 2020), cifra que desgraciadamente se incrementará fuertemente en los próximos meses.

    En este contexto, la inversión de impacto se ha vuelto indispensable, es especialmente útil para proteger el tejido productivo al orientarse principalmente hacia las PYMEs y de este modo proteger a las personas en riesgo de desempleo o de pobreza. Como inversión "paciente" proporciona la flexibilidad financiera necesaria a las PYMEs en estos momentos de falta de liquidez por reducción de ingresos, concediéndoles el tiempo necesario para su recuperación. Además, los fondos de impacto están diseñados para resolver los retos sociales asociados con asistencia técnica in situ además del apoyo financiero. Esta asistencia técnica es imprescindible para ayudar en la reconstrucción de las cadenas de valor agrarias y en la adaptación de las empresas a la situación económica durante la pandemia y después de ella. Es imperativo movilizar grandes cantidades de inversión privada para inversión de impacto, lo que implica que también se involucre la inversión pública como elemento imprescindible para atraer y catalizar esa inversión privada.

    Es tarea de todos, individuos e instituciones públicas, ayudar a prevenir y paliar la dramática situación a la que se enfrentan millones de personas en todo el mundo en vías de desarrollo como consecuencia de problemas estructurales y ahora de la pandemia. Estamos ante una gran oportunidad para aumentar la inversión de impacto y lograr un mundo mejor que no deje a nadie atrás.