Opinión
Hacia un cambio real del modelo de trabajo
Isaac Vitini
La conciliación, los atascos en los accesos a las grandes ciudades o la sostenibilidad de nuestro estilo de vida son temas que recurrentemente se debatían antes de que el Covid-19 cambiara muchos aspectos de nuestras vidas. De hecho, algunas compañías ya habían tomado medidas que contemplaban la posibilidad de trabajar algunos días desde casa. No obstante, se trataba de iniciativas limitadas que no suponían un cambio real de modelo.
De hecho, según Eurostat, antes de la pandemia, solo un 4,3% de los trabajadores españoles trabajaban en remoto, una cifra que Adecco incrementaba hasta el 7,9%, según datos recogidos en el último trimestre de 2019. Estos porcentajes tan reducidos se daban a pesar de que, según el INE, los trabajadores aumentan su productividad entre un 5% y un 25% cuando trabajan desde casa. Sin embargo, la irrupción del Covid-19 incrementó el porcentaje de personas que teletrabajan hasta el 34%.
No debemos obviar que lo que estamos viviendo no es teletrabajo, sino supervivencia: los profesionales nos estamos enfrentando al reto de trabajar y a la labor, muchas veces minusvalorada, de cuidar a menores y mayores. Sin embargo, esta situación ha servido para acelerar cambios en los modelos de trabajo que, bajo mi opinión, eran irreversibles, a la vez que beneficiosos desde muchos puntos de análisis.
Es necesario un marco que garantice un entorno adecuado de teletrabajo
Una de las consecuencias positivas más evidentes es caminar hacia un mundo más sostenible. Durante estos meses, hemos visto cómo las ciudades se llenaban de oxígeno. Según un estudio de la Universidad Politécnica de Valencia, la concentración de dióxido de nitrógeno cayó en una media del 64% en las principales ciudades españolas. En mi opinión, los nuevos modelos de trabajo traerán nuevos modelos de movilidad, todos ellos más sostenibles. Y, aunque la legislación todavía tiene que avanzar en ese sentido, equipos que integren a personas que viven en distintos países o regiones podrán ser una realidad.
Sin embargo, también tenemos que analizar la sostenibilidad desde el punto de vista social y personal. Las organizaciones deben ser facilitadoras y no suponer un obstáculo para el bienestar de sus profesionales. La vida personal y laboral se retroalimentan y un empleado que es más feliz en su esfera personal será, sin duda, mucho más valioso para la organización. Esta misión facilitadora de las compañías se puede conseguir con teletrabajo, pero no solo.
Las organizaciones deben ser facilitadoras y no suponer un obstáculo para el bienestar de sus profesionales.
Se trata, más bien, de un cambio de mentalidad. Ser valientes para que el profesional tenga libertad y, con autonomía, pueda elegir la forma de trabajo que mejor se adapta a sus circunstancias personales y profesionales. Puede ser desde la oficina, desde casa o desde ambos sitios. Para ello, hay dos palancas clave: autonomía y responsabilidad. Además, es necesario un marco de trabajo que garantice un entorno adecuado de (tele)trabajo y que, por ejemplo, posibilite la desconexión digital.
En ING llevábamos probando varios modelos de trabajo diferentes desde hace un año. La pandemia nos sorprendió testando en varios equipos el modelo 100% libre, que finalmente vamos a implementar a toda la organización. En estos meses de encierro forzado hemos aprendido muchas cosas, como la importancia de la desconexión y la necesidad de gestionar el tiempo de manera eficaz, pero también que echamos de menos el contacto cara a cara. Con esta opción cambiamos la forma de entender el trabajo y damos libertad a nuestros profesionales para que puedan elegir y conciliar. En definitiva, que puedan trabajar y vivir mucho mejor.
Es pronto para poder valorar los efectos de este cambio y, por supuesto, estamos preparados para medir el impacto de esta nueva manera de trabajar, tanto en nuestros resultados como en otros indicadores de recursos humanos. Pero lo que sí hemos visto ya, es que cuando confías en tus compañeros de trabajo, ellos te responden con compromiso, orgullo de pertenencia y redoblando los esfuerzos en el día a día. Solo por eso, este cambio ya ha merecido la pena.
De la misma manera que hace dos décadas fuimos el primer banco digital en España, hoy somos el primer banco y la primera gran empresa del país en tomar esta decisión. Ojalá seamos también los culpables de que muchas compañías sigan nuestros pasos; nuestros profesionales, la sociedad y el medio ambiente lo agradecerán.