Opinión

Merecida desconfianza en Sanidad

    Salvador Illa, ministro de Sanidad

    elEconomista.es

    La centralización por parte de Sanidad de las compras de equipos para combatir la pandemia despertó sonadas protestas de las autonomías por sus errores e ineficiencia. Más discreta, pero aún más demoledora para ese Ministerio, es la actitud que han adoptado otros tres departamentos del Gobierno (Defensa, Trabajo e Inclusión y Seguridad Social).

    Todos ellos han optado por cubrir las necesidades que afrontan de mascarillas y desinfectantes obviando a Sanidad y buscando sus propios proveedores. A nadie puede extrañar que no se fíen de las empresas con las que trabaja el ministro Salvador Illa. El hecho de que se haya decantado por firmas sin ninguna experiencia en este sector, o que incluso no tienen al día sus obligaciones tributarias evidencia los flagrantes fallos del proceso de selección. Es más, existen indicios de que en demasiados casos no hubo siquiera tal proceso, ya que Sanidad adjudicó ya contratos por más de 400 millones a dedo amparándose en el estado de alarma. Pero, sobre todo, debe reconocerse, que todo el proceso de centralización de compras es cuestionable desde su base misma. Sigue sin comprenderse por qué se encomendó tan delicada misión a un organismo como Ingesa. La nueva tarea desbordaba con creces la capacidad del heredero del desaparecido Insalud, ya que su función actual es proveer la atención pública en Ceuta y Melilla.

    Hasta tres ministerios prefieren abrir sus propias vías para adquirir el material de protección contra la epidemia

    Pero el cometido se vuelve inviable si se considera que en ningún momento se reforzó la plantilla del Ingesa, ni éste buscó ningún tipo de asesoramiento en las autonomías, pese a que habitualmente se encargan de este tipo de compras. Con acciones así, Sanidad se ganó a pulso la desconfianza de incluso sus compañeros de Gobierno.