La muerte tenía un precio
Mariano Guindal
¿Hambre o contagio? Este es el dilema al que parece que estamos condenados. Para algunos de nuestros dirigentes es necesario congelar la economía para que no se extienda el coronavirus y para otros paralizar totalmente la producción nos conduciría al desabastecimiento y a una depresión a medio plazo. Los miembros del Gobierno, una vez más, se muestran divididos. El presidente de la Generalitat Quim Torra exige al Gobierno que le deje cerrar Cataluña a cal y canto. Por el contrario, el Lendakari Iñigo Urkullu cree que la economía de Euskadi no puede paralizarse. El presidente Pedro Sánchez se muestra dubitativo, mientras que el jefe de la oposición Pablo Casado es más partidario de la inactividad total excepto en aquellas actividades que resulten imprescindibles. Como en la película de Sergio Leone La muerte tenía un precio (1965).
El problema es que ni Pedro Sánchez es Clint Eastwood ni Pablo Casado es Lee Van Cleef. Ambos son dos personajes anodinos a los que esta pandemia les queda excesivamente grande. Ni dirigen ni lideran una solución. Hay argumentos para ambas posiciones. Por ejemplo, mi médica Elena Huidobro cree que no es el momento de la economía sino de poner freno a la epidemia cueste lo que cueste. Por el contrario, el presidente de la patronal Foment del Treball Josep Sánchez Llibre argumenta que sería una locura hibernar toda la actividad económica. Mi madre me solía decir que fue peor la postguerra que la propia guerra porque se pasó mucha hambre "y el hambre es muy mala hijo". ¿Cuántos trabajadores prefieren ser contagiados antes que quedarse en el paro? Así de cruda es la vida.
Para los que nunca han sufrido privaciones, como Pablo Iglesias o Irene Montero, resulta muy fácil decir "cueste lo que cueste". Y ¿quién va a pagar a los parados o quién va a soportar la quiebra de miles y miles de empresas? Buah, responden, ya se pagará con más deuda, con los Eurobonos o sencillamente no se pagará. ¡Que paguen los alemanes, que para eso son ricos! o el Banco Central Europeo (BCE) que para eso tiene la máquina de imprimir billetes. Dicho de otra manera, que sean otros los que nos saquen las castañas del fuego, porque a nosotros nos gusta vivir por encima de nuestras posibilidades. Pero chavales, la realidad es más cruda que todo eso: o pagas lo que debes o pierdes el crédito y sin crédito no eres nada. La irresponsabilidad de un puñado de políticos bisoños puede hipotecar el futuro de varias generaciones.
Y entonces ¿qué podemos hacer? Los más pragmáticos apuestan por mantener aquellas actividades que son estrictamente imprescindibles, como la apertura de los supermercados. Pero para que los súper no estén desabastecidos es necesario que funcionen los camiones, el mercado central, los agricultores que recogen las cosechas, los mataderos, los pesqueros que salen a faenar y los repartidores a domicilio. Y así se podía citar a un centenar de sectores que son imprescindibles para dar de comer a todos los que están en su casa.
Estos políticos bisoños pueden hipotecar el futuro de varias generaciones
Millones de trabajadores que todas las mañanas se levantan para acudir a sus puestos de trabajo jugándose la vida. Para mí estos son los auténticos héroes. De la misma manera que nuestros abuelos fueron al frente para defender a los suyos, los currantes también van al tajo todos los días para que no nos falte de nada. ¡¡Gracias!! (Aplausos)