Opinión
La "puntilla" para los agricultores de regadío
Andrés del Campo
La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre" es una frase que se atribuye a Cicerón y que desgraciadamente hoy invalidan los hechos que arrastran a nuestro sector más primario. Y necesario. Porque, al menos una vez en la vida, todos necesitaremos un médico o un abogado. Pero no pasa ni un solo día en el que no necesitemos un agricultor, que no se nos olvide cuando vayamos a echarnos un trozo de pan a la boca.
Y lo cierto es que el sector se encuentra asfixiado. No tanto por la subida del SMI, a la que muchos economistas atribuyen el incremento del 6,45% del paro agrícola en enero, como por la injusta e inconcebible desproporción entre los costes que soportamos, actualizados a 2020, y los precios a los que vendemos, anclados en los años 80 y 90.
Si no fuera por las ayudas de la PAC, sería imposible mantener las explotaciones
Así no hay quien viva, si no fuera por las ayudas de la Política Agrícola Común (PAC), en cuyo futuro resultará trascendental el desempeño del nuevo y experimentado en asuntos europeos ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas. De ahí, la importancia de blindarlas y garantizarlas.
Prueba de ello es que cada vez son menos las personas que quieren dedicarse a labrar, sembrar, cultivar y regar nuestras tierras, contribuyendo así a vaciar más la ya de por sí España vaciada. De hecho, sólo el 4% de los agricultores tiene menos de 35 años y más del 40% superan los 65 años. La gente joven parece huir del medio rural por aparentes faltas de oportunidades. Pero la ciudad vive de lo que le suministra el campo.
Se precisa un incremento de la inversión pública en infraestructuras hídricas
La población ganará más de 2.000 millones de habitantes en los próximos 30 años, más de 800 millones de personas en el mundo sufren desnutrición y la presión sobre los recursos naturales es creciente. En este marco, y teniendo en cuenta que por el cambio climático se puede reducir hasta un 10% el rendimiento de los cultivos, son más necesarios que nunca el asociacionismo agrario y las obras de regulación para crear comunidades y aprovechar las economías de escala, lo que contribuirá a mantener una seguridad alimentaria que precisa de la recuperación del pulso de la inversión pública en infraestructuras hídricas tras la parálisis de la crisis.
La agricultura, muy especialmente la de regadío, es el garante de nuestra alimentación. Pero en lugar de defenderla y dignificarla, como se debiera, le acaban de dar la puntilla que no necesitaba. Un reciente cambio normativo que se acaba de publicar en el BOE modifica las tarifas eléctricas al alza precisamente en aquellos periodos en los que los regantes deben usar el agua de manera más intensiva, léase, en los meses de verano. Este incremento de precios podría elevar la factura eléctrica hasta en un 70% en algunas comunidades de regantes haciendo todavía más difícil amortizar los costes de la modernización de regadíos y, lo que es peor, poniendo en peligro la transformación de las más de un millón de hectáreas todavía pendientes.
Y es que, tras estos cambios propiciados por la CNMC, aumentan las horas con tarifa cara, sobre todo en verano, y caen las horas con tarifas más baratas. Pues bien, teniendo en cuenta que los regantes somos el segundo consumidor de energía, después de ADIF, no encontramos una justificación técnica que avale estos cambios en el calendario, resultando para nuestro sector una razón puramente recaudatoria, dada la imposibilidad de limitar nuestros riegos a horarios intermitentes de horas valle y punta.
La medida va encaminada en el sentido contrario, puesto que lo óptimo sería que los agricultores de regadío pudiéramos firmar dos contratos eléctricos en un mismo año para, entre otros objetivos, lograr modernizar el millón de hectáreas aún pendiente, puesto que la culminación de estas obras conlleva un importante encarecimiento de la factura, lastrando la competitividad del sector -los costes fijos (regulados) representan más del 60% de nuestra factura eléctrica.
Riadas de agricultores y ganaderos se han concentrado en varias ciudades de España para denunciar la crisis que vive el sector y exigir al Gobierno soluciones a una situación realmente insostenible. Ahora claman miles de manifestantes que "el campo no se vende, sino que se defiende". Pero ya escribió Machado aquellos versos que decían: ¡Venga Dios a los hogares/ y a las almas de esta tierra/ de olivares y olivares!