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Citi: Implementar aranceles a una industria global como la automotriz sería una decisión "extremadamente radical"


    José Luis de Haro

    El pulso arancelario iniciado por Estados Unidos se ha convertido en uno de los factores que han provocado lo que la economista jefe global de Citi, Catherine L. Mann, califica como turbulencias del mercado financiero. Vaivenes que dejando de lado el tema comercial corresponden a un contexto macroeconómico marcado por una desviación en el crecimiento sincronizado global y el endurecimiento de las condiciones financieras a este lado del Atlántico. Eso sí, esta situación no repercute, de momento, en la economía real.

    En materia comercial, la Casa Blanca ha encontrado una útil herramienta en la Sección 232 de Ley de Comercio de 1962, que alega motivos de seguridad nacional para la imposición de aranceles. La administración Trump ya echó mano de ella para imponer gravámenes del 25% y el 10% respectivamente sobre las importaciones al acero y al aluminio, que entraron en vigor el pasado 23 de marzo. Algunos países, como Corea del Sur, lograron acuerdos con Washington negociando cuotas, mientras otros bloques, como la Unión Europea, esperan conocer la decisión final el próximo 1 de junio.

    "Hay una amplia gama de áreas en las que EEUU y la Unión Europea no están alineados y el uso de la sección 232 para el acero y el aluminio y quizás los coches suma presiones", señaló Mann durante un encuentro con periodistas europeos en las oficinas de Citi en Nueva York. En este sentido, la economista jefe del banco destacó como la posible implementación de aranceles en una industria tan globalizada y que tiene tanta importancia para tantos mercados como la automovilística "es un paso extremadamente radical".

    La posibilidad de incrementar los gravámenes a las importaciones de vehículos hasta un 20% o un 25% impactará de lleno a las automotrices europeas, especialmente alemanas. Las exportaciones de coches de la UE a EEUU en el primer trimestre del año crecieron un 9% con respecto el año pasado, acelerándose hasta un 21% en abril.

    La decisión de Trump, quien considera a la industria automotriz de su país como "fundamental para la fortaleza como nación", también está ligada a las negociaciones en curso sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés). Sin un acuerdo en ciernes, la investigación en curso puede jugar a favor de Washington a la hora de presionar a México y Canadá en su objetivo por incrementar el porcentaje de piezas estadounidenses en los coches fabricados dentro de la región.

    Atentos al pulso comercial y la demanda extranjera de deuda pública de EEUU

    Al ser preguntada por este periódico sobre la evolución de la rentabilidad del bono americano a 10 años, que la semana pasada superó niveles no registrados desde 2011, Mann destacó que este movimiento "es exactamente el movimiento del mercado financiero apropiado en un momento de normalización monetaria en Estados Unidos, combinado con un mercado laboral ajustado y un impulso fiscal". Dicho esto, desde su punto de vista consideró que un nivel del 3,5% sería manejable pero un 4% sería demasiado elevado.

    Como parte de las causas en la subida de la rentabilidad del bono americanos a 10 años se encuentran no sólo el adelgazamiento del balance de la Fed sino también el aumento de las emisiones y subastas por parte del Departamento del Tesoro para poder financiar así tanto la reforma fiscal aprobada el 22 de diciembre como el acuerdo de presupuestos alcanzado a comienzos de año.

    "La desinversión de la Fed no está añadiendo más bonos al mercado pero sí elimina una demanda importante de deuda pública. Uno de los datos que sigo detenidamente en las subastas es la demanda extranjera", señaló Mann, quien incidió en que este es un factor "muy intersante".

    "Los compradores extranjeros de deuda americana son China y Japón. Ahora hay otras razones por las que China y Japón podrían no estar tan interesados en comprar deuda estadounidense", explicó haciendo referencia a las tensiones comerciales instigadas por la administración Trump. "Esto no quiere decir que van a vender sus tenencias actuales, pero pueden decidir no participar en las subastas y esto es algo de lo que hay que estar muy pendiente", aclaró.

    China vendió deuda pública estadounidense por valor de 2.500 millones de el pasado marzo en medio de las tensiones entre Pekín y Washington sobre el comercio, según los últimos datos oficiales publicados por el Departamento del Tesoro. China, el mayor tenedor extranjero de bonos del Tesoro de EEUU, se unió a otros países en la venta de deuda del gobierno estadounidense a largo plazo con vencimiento superior a un año, después de haber sido un comprador neto en enero y febrero. Japón, el segundo acreedor más importante del gobierno de EEUU vendió 8.000 millones de dólares en bonos del Tesoro, tras haber deshecho posiciones por valor de 2.100 millones de dólares y 14.000 millones de dólares, en enero y febrero, respectivamente.