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Draghi: "Llegar a un acuerdo esta vez es realmente difícil"

  • El presidente del BCE eleva su presión sobre Grecia

Javier G. Jorrín

"Haré lo que sea necesario para salvar al euro". La cita más famosa del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, está a punto de cumplir tres años. Muy mala fecha para celebrar nada. La entidad ha adoptado medidas históricas en estos años, pero todas ellas podrían ser insuficientes para mantener el euro unido.

Super Mario, como se le apodó entonces por esas políticas monetarias que empezaba a adoptar, dio este jueves un giro a su discurso hacia una postura más dura con Grecia, o cuanto menos, de incertidumbre. La seguridad que transmitió en 2012 con su "créanme, será suficiente", queda ya muy lejos. Su respuesta a la pregunta de si es posible garantizar la permanencia del país en el euro: "No lo sé", según recogieron los medios italianos.

Algunos miembros de la entidad ya habían hecho este cambio antes, pero Draghi lo ha dado esta semana en un entorno familiar para él: Roma. Allí explicó que la situación es complicada. "Llegar a un acuerdo esta vez es realmente difícil", advirtió.

Los bancos quieren liquidez

Por si fuera poca presión, el BCE decidió mantener sin cambios la liquidez de emergencia que otorga a la banca griega, el ELA, en casi 89.000 millones de euros. Más presión para las entidades del país que ya tendrán que esperar hasta la semana que viene antes de volver a recibir dinero desde Fráncfort, y las reservas están cada vez más vacías. La entidad no volverá a discutir la asistencia de emergencia que da a los bancos helenos hasta que no culmine la reunión del Eurogrupo que empieza el sábado. 

La próxima semana será importante para el BCE, ya que, además de decidir si salva o condena a los bancos griegos, también celebra su reunión ordinaria de política monetaria, que se celebrará el próximo jueves.

Mientras la banca griega agoniza, el resto de compañeros del sector se baña en la liquidez. Las entidades están acumulando un colchón de dinero como no habían hecho en los últimos dos años. El BCE realiza una medición del exceso de liquidez en el sistema, que lo calcula como el sobrante de dinero que las entidades aparcan en la institución en la facilidad de depósito (neto de los préstamos que piden), así como el exceso de reservas que tienen. Esta medición sirve para ver cómo gestiona la banca su posición de liquidez: en los momentos complicados, acostumbra a hacer acopio de dinero y, cuando el mercado va bien, optan por reducir este sobrante ocioso por el que, además, tienen que pagar una tasa del 0,2% que aplica el BCE. 

Los números hablan por sí mismos: la banca de la eurozona cerró la última semana con un exceso de liquidez de 401.000 millones de euros, la cifra más alta desde mayo de 2013. Están empleando las inyecciones que llegan desde Fráncfort para aumentar su posición financiera por lo que pueda pasar.

Las dudas existenciales

Todo este escenario tan complicado en Grecia (y también en China), tiene preocupados a los miembros de la Reserva Federal (Fed). Todo este ruido no es bueno para la economía, porque retrasa las decisiones de inversión y de consumo y podría frenar la incipiente recuperación mundial. Este jueves el FMI revisó a la baja sus expectativas de crecimiento para este año (ver página 26), un escenario que cada día le gusta menos a los miembros de la institución. 

El presidente de la Fed de Chicago, Charles Evans, volvió a hacer gala este jueves de su posición más dovish. En una intervención ante la prensa explicó que no quiere que la entidad empiece a subir los tipos hasta mediados de 2016. Conviene recordar que el presidente de la Fed de Chicago tiene derecho al voto en las reuniones de la entidad durante todo este año y que es una de las palomas más contrastadas de la institución.

La entidad sigue teniendo dudas de cuándo será el momento adecuado para empezar a subir los tipos y, aunque parece que será este año, se inclinan a que la primera subida del precio del dinero en nueve años llegue después del verano.