Bolsa, mercados y cotizaciones
La posición de cartera estratégica no se puede guarnecer con simple indexación
Joaquín Gómez
Siempre sostengo que hay que estar en bolsa, que no se puede llegar a duplicar cada euro invertido en una década, a razón de ese 7% anualizado, si no se está siempre en mercado. Pero esa es la posición estratégica. Hay un porcentaje de nuestra cartera táctico que hay que tratar de rotar en función de los acontecimientos. Como nos enseñó nuestro idolatrado Buffett: "Hay que ser codicioso cuando los demás son miedosos y miedoso cuando los demás tienen los ojos inyectados de codicia".
Por eso creo que si el castigo que provocó a comienzos de abril Trump, con su pizarra de los aranceles, fue la oportunidad para voltear la clásica cartera Bogle (60%/40%), lo que está sucediendo este verano obliga a una nueva trashumancia hacia la posición prudente entre bolsa y renta fija.
En este movimiento, la posición estratégica no creo que se pueda guarnecer con simple indexación a los índices. Sobre todo cuando Wall Street ha entrado claramente en territorio burbuja, al pagarse más de un 20% sobre los beneficios medios. Hay que comprar compañías atractivas a precios razonables: el clásico value. La selección de compañías de calidad responde en gran medida a qué se está dispuesto a pagar por el beneficio de ellas. Motivo por el que price to earnings ratio (PER), o veces que el precio está recogido en el precio de la acción, se convierte en el primer motivo para tomar una decisión de inversión.
En la excepcionalidad de un periodo corto como un año puede suceder que el azar se imponga a la selección de calidad. En el libro Un paseo aleatorio por Wall Street, Burton Gordon Malkiel escribió que cualquier mono con los ojos vendados y lanzando dardos a las páginas financieras de la lista de acciones de The Wall Street Journal podría escoger una cartera que diera retornos parecidos a los escogidos minuciosamente por los mejores analistas de mercado.
The Wall Street Journal recogió el testigo de esta afirmación y creó la Cartera del Mono. En el primer envite, el comportamiento de la cartera de valores elegida al azar por el mono batió al 85% de los fondos de inversión referenciados al mercado estadounidense, además de haber superado al comportamiento de los principales índices del país.
Años después el experimento fue fallido y el mono y su cartera desaparecieron. El mono, el simple azar, pero también quedarse con todo el mercado, nunca se fijarían en la generación de las ganancias y, mucho menos, en que la aproximación a estas no es estanca y se suceden casos que no crecen o decrecen.
La probabilidad de que alguien lanzando dardos sobre las páginas de cotizaciones, como si fuese una diana, para seleccionar títulos con los que batir a los mejores del mercado a largo plazo es la misma que pensar que un huracán arrasase una chatarrería y con todo lo cogido ensamblase en el aire un Boeing 747 dispuesto para despegar.