Materias Primas

Petróleo color rojo sangre


    J. R. Pin Arboledas

    Oriente Medio tiene petróleo y esa posesión es su bendición y su castigo. Gracias a él sus Gobiernos autoritarios (saudíes incluidos) se financian. Eso, hasta ahora, había supuesto cierta estabilidad a costa de conculcar muchos derechos humanos.

    Su riqueza permite a los dirigentes de esos países subvencionar a sus ciudadanos, comprar voluntades en el mundo occidental y acallar críticas con la excusa del respeto a la identidad cultural árabe-musulmana. Un silencio cómplice que hace crecer al yihadismo hijo y nieto del wahabismo saudí.

    Primero fue Al Qaeda con Bin Laden y ahora el ISIS que se financia en parte con el petróleo de sus pozos conquistados en Irak. Esta guerra también se juega en el mercado mundial del oro negro. Si el precio se mantiene bajo, los ingresos petroleros del yihadismo se reducen; no es extraño que los saudíes observen con parsimonia el desplome del valor del barril. No les interesa que su subida financie al yihadismo. Así que, aunque sus arcas empiezan a estar escasas, no restringen la producción para aumentar su precio, como hicieron otras veces.

    Además, si lo hicieran crecería el fracking en EEUU cuyos yacimientos entrarían en rentabilidad. De manera que los saudíes se encuentran ante un dilema. En esta guerra su enemigo militar es su nieto ideológico y su competidor en la producción petrolera. Por contra, sus aliados son los, según ellos, infieles del mundo occidental que también compiten en esa producción.

    Es una guerra hipócrita en la que árabes oligarcas, aliados con potencias occidentales, luchan contra asesinos alimentados espiritualmente por esos árabes que les combaten. Algo que sólo una calenturienta imaginación oriental podría haber elaborado. Por eso el bombardeo por parte de aviones americanos de un centenar de camiones llenos de petróleo yihadista es una noticia bélica de primer orden. Porque su contenido era un petróleo de color rojo sangre.