Internacional

Boris Johnson y los 'brexiters' se enfrentan a la patata caliente de cumplir sus promesas desde Downing Street

  • El Brexit se ha convertido en un fin ideológico más que en un medio
Boris Johnson, en un discurso ante militantes del partido. Foto: Bloomberg.

Víctor Ventura

Tres años después del momento histórico que hizo saltar por los aires la política y la sociedad británicas, los 'brexiters', el grupo que impulsó el referéndum de salida, siguen negándose a aceptar la realidad y los compromisos que implica salir de la UE. Pero finalmente, después de pasarse todo ese tiempo en la oposición interna, culpando a Theresa May de todos los problemas del proceso, por "no creer lo suficiente" y no haber amenazado a la UE como ellos pedían, ha llegado su hora de hacerse cargo de la patata caliente. Y todo indica que quedará en manos del líder de la campaña del 'Leave': Boris Johnson.

Los debates entre los dos finalistas a las primarias 'tories', Johnson y Jeremy Hunt, demostraron que nadie tenía ideas nuevas sobre cómo romper la prisión de líneas rojas en la que Theresa May se encerró a sí misma: para cortar la libertad de circulación de trabajadores, Reino Unido debe salir del mercado común, el principal beneficio de la UE. Para no quebrantar esa línea roja, las opciones que le dieron a May fueron dos: o romper el país, implantando una frontera entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña para que no haga falta ponerla entre las dos Irlandas, o convertirse en un estado satélite de la UE, obligado a seguir numerosas normas europeas pero sin las ventajas ni derechos de un miembro.

Solo la incombustible banda de europeístas, cada vez más aislados en el partido, admiten que el acuerdo de May es el único que respeta tanto los tratados de la UE como las líneas rojas británicas y que, si no les gusta, no hay más opción que dar marcha atrás al proceso. Pero para muchos, el Brexit ya se ha convertido en un fin, en un dogma ideológico, y no necesariamente en un medio para mejorar la vida de los británicos. Según las encuestas a los miembros del Partido Conservador, la mayoría de los militantes quieren el Brexit, aunque sea a costa de la ruptura del país, de un alto coste económico e incluso de la desaparición de su propio partido.

"Yo voy en serio"

Si muchos de ellos siguen aferrándose a la posibilidad de un acuerdo lleno de 'unicornios' es, precisamente, porque los 'brexiteros' siguen insistiendo en que pueden conseguir opciones mejores, y que la peor opción -una ruptura sin acuerdo- ni siquiera es tan mala. Johnson promete ir a Bruselas y renegociar el acuerdo para conseguir condiciones más favorables. ¿Cómo? Haciendo exactamente lo que hizo May: amenazar con una salida sin acuerdo, para la que ellos mismos han admitido que no están preparados, y que les dejaría en una posición de debilidad absoluta. Pero, eso sí, él les "miraría a los ojos" y los europeos entenderían que "lo dice en serio".

El problema es que el plan original del Brexit era "comernos el pastel", en palabras de Johnson: mantener el acceso al mercado común, cerrar las puertas a los trabajadores europeos y, a la vez, poder firmar acuerdos con otros países. Es decir: lo mejor de ser un miembro de la UE, sin costes, y lo mejor de no serlo. Una vez que la UE rechazó la propuesta, May -y sus sucesores- se negaron a explicar abiertamente los costes y desventajas de las diversas opciones. No solo eso, sino que con su famoso eslogan de que "ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo", abrió las puertas a ese tipo de opción, que habría parecido más radical si ella no se hubiera dedicado a normalizarla.

El segundo problema es que el acuerdo obtenido por la primera ministra saliente cumple muchas de las promesas y exigencias que hicieron los euroescépticos más realistas, pero su contenido se ha convertido en tóxico tras un año de acoso y derribo. Y las soluciones para 'mejorarlo' son imposibles, si la UE siquiera aceptara renegociarlo, algo que May se comprometió -en nombre de su país- a no hacer al firmar la prórroga hasta octubre.

Hunt prometía "soluciones tecnológicas" para controlar la frontera de Irlanda sin infraestructura en el suelo, algo que no existe aún en ningún país del mundo y que los propios expertos británicos ven a "años" de distancia. Johnson propone no aprobar el acuerdo completo, sino solo "los pedacitos más jugosos" y seguir negociando soluciones a la frontera en el tiempo de 'transición' que la UE ha prometido con la condición de que apruebe el acuerdo completo, es decir, pedir la comida sosa y salada a la vez.

Lo que nadie ha mencionado aún es para qué servirá el Brexit, exactamente. Los datos del propio Gobierno británico afirman que el PIB británico dejará de ganar en 15 años entre un 1,4%, en el caso de que copie el modelo de membresía de la UE de Noruega, hasta un 6,7%, en el caso de aprobar el acuerdo de May. Una salida sin acuerdo, por su parte, abriría un agujero de hasta un 9,3%. Es decir: todas las opciones dejarán al país más pobre y más débil, según el Ejecutivo que negoció y diseñó el plan de salida.

Si intenta volver a aprobar el acuerdo de May, será tachado de traidor por los suyos

Y el mayor peligro para Johnson es que, a partir de ahora, ya no tendrá dónde esconderse. En estos tres meses debe conseguir resultados, o arriesgarse a decepcionar a mucha gente. Si su estrategia de negociación fracasa, puede sufrir la ira de los 'brexiters' que, en vez de aceptar que sus planes no funcionaban, prefieran culpar a uno de los suyos por haberlos ejecutado mal. Si intenta volver a aprobar el acuerdo de May, será tachado de traidor por aquellos a los que le prometió que podía conseguir algo mejor. Si se acobarda ante una salida sin acuerdo y pide otro aplazamiento, su partido estallará ante el populista Nigel Farage, que quiere ocupar el puesto del exalcalde como el que "sí lo haría mejor" si pudiera.

Por último, queda la última opción: ir a por la ruptura radical. Sin embargo, Johnson y el Gobierno saben de sus posibles efectos. Y que ese porcentaje de británicos que están convencidos de que no pasará nada grave si hay una salida sin acuerdo -un 70% de los partidarios del Brexit- pueden sentirse engañados muy pronto si la marcha desata el caos económico que se espera. Si eso ocurre, las elecciones parecen insalvables. Tres años después del referéndum, Reino Unido está consumido por las llamas, y nadie sabe qué saldrá de sus rescoldos.