Internacional
La crisis otomana amenaza a Europa por el flanco italiano
- La inestabilidad turca empeorará si crece la disputa entre Erdogan y Trump
Jorge Valero
Las crisis en Europa no terminan. Mutan, desaparecen de la vista y vuelven a golpear y lo hacen a menudo por el mismo costado. En vísperas del que será ya el décimo aniversario del contagio de la crisis financiera que cruzó el Atlántico, los europeos vuelven a mirar con preocupación a la marejada que crece en su inestable vecindad. La tormenta procede en esta ocasión de Turquía, y puede colarse con intensidad en Europa por el flanco italiano. Sobre todo si el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, continúa agitando las aguas en la disputa comercial que mantiene con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan.
De momento, con una lira que ha conseguido recuperar en los últimos días parte del terreno perdido, el ministro de Finanzas y el Tesoro turco, Berat Albayrak, tranquilizó el pasado jueves a los inversores internacionales al anunciar que el país no tiene intención de pedir un rescate o imponer un corralito.
Pero los problemas económicos para Turquía permanecen. Sus bancos y compañías están en gran parte endeudados en moneda extranjera, y el riesgo de contagio existe para los europeos.
"Aunque la recuperación europea empezó en 2013, algunos países europeos todavía son vulnerables, como se pudo ver en las reacciones de los mercados de deuda [a la crisis turca] en el caso de Grecia e Italia", escribieron esta semana en un post Grégory Claeys y Guntram Wolff.
Deuda y activos tóxicos
La vulnerabilidad del flanco italiano llega por el elevado endeudamiento de la tercera economía de la eurozona, o el peso de los activos tóxicos de sus bancos. También por la participación de su principal entidad bancaria, Unicredit, en Yapi Kredi, el cuarto banco turco y el más vulnerable de acuerdo a sus provisiones de capital, según los analistas. Según el diario Financial Times, el BCE vigila la situación de Unicredit y otras entidades con una exposición significativa en Turquía, como BBVA o BNP. La entidad italiana minimiza los riesgos, al advertir que su unidad turca solo representa un 2 por ciento de los ingresos totales.
Pero cualquier duda de los inversores sobre Italia se amplificará a la vuelta del verano si finalmente Roma decide saltarse las reglas de gasto de la Unión Europea, como parece que tiene intención de hacer.
Italia ha recortado tres décimas su crecimiento para este año (1,2 por ciento) y el próximo (alrededor del 1,1 por ciento), por lo tanto aumentado el déficit que se espera en 2019.
Preocupación en Bruselas
Italia, más que Turquía -o la inestabilidad turca con acento italiano- será el origen de parte de los dolores de cabeza que se sufrirán en Bruselas en otoño, cuando los socios envíen a mediados de octubre el borrador de sus cuentas para el próximo año.
"El tema turco es algo que está en el radar, pero en el nivel bancario es algo más idiosincrásico, todas las miradas estarán en Italia", comentó el analista de ABN Amro Tom Kinmonth a la CNBC.
Desafío migratorio
Los problemas derivados de la crisis turca podrían además traspasar el ámbito económico y salpicar al desafío migratorio, gran fuente de las tensiones hasta ahora entre el Gobierno populista italiano y el resto de sus socios europeos. Roma ha cerrado sus puertos a los inmigrantes económicos y refugiados rescatados en el Mediterráneo, a pesar de que las llegadas hasta Europa han caído en más de dos terceras partes.
Precisamente el polémico acuerdo alcanzado con Turquía, con 3.000 millones de euros de por medio, desempeñó un papel crucial en la reducción de las llegadas de personas tras las cifras alcanzadas hace tres años en el pico de la "crisis de los refugiados". Pero la reciente volatilidad podría también afectar al acuerdo.
Es un asunto clave que preocupa a los expertos. "¿Podría una crisis financiera cambiar la política tanto que llevaría a un cambio en la aproximación turca a la migración?", se preguntaron Claeys y Wolff. "La respuesta es de gran importancia para la UE", añadieron.
La economía turca apenas representa un 1 por ciento del PIB mundial. Y aunque Turquía descarta de momento un rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI), los expertos de Bruegel Gregory Claeys y Guntram Wolff advierten que la Unión Europea "no puede permanecer como un espectador indiferente". Por eso recomiendan que los socios europeos acuerden una posición política, y desarrollen los instrumentos adecuados, en caso de que el vecino turco decida solicitar la ayuda exterior.
No obstante, cualquier ayuda al Gobierno turco encontraría una gran oposición política dentro de la Unión Europea, dadas las críticas a la deriva autoritaria del presidente Erdogan.