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Reino Unido elige a su piloto hoy para negociar el Brexit

  • El ganador se enfrentar a una dura negociación con Bruselas
Corbyn y May, aspirantes al 10 de Downing Street. Imagen: Reuters/EFE.

Eva M. Millán

Reino Unido tiene este jueves una cita con la historia en la que deberá decidir quién está mejor capacitado para pilotar la travesía de salida de la Unión Europea, si una primera ministra conservadora cuyo "liderazgo fuerte y estable" ha quedado severamente menoscabado durante una turbulenta campaña, o un candidato laborista que propone un modelo de más Estado y más gasto, acorde con las esencias socialistas defendidas en sus más de 30 años de trayectoria. Las segundas generales en dos años se disputan en clave de Brexit, pero lo que está en juego es una dicotomía de país entre las dos propuestas ideológicas más antagónicas presentadas ante el electorado en décadas. En directo | Siga aquí la jornada electoral.

La coronación que Theresa May esperaba protagonizar dio paso a una carrera más disputada en la que Jeremy Corbyn acabó desafiando, al menos en las encuestas, los pronósticos que le auguraban una aniquilación. El único sondeo que cuenta es el de las urnas, pero siete semanas de campaña han dejado una importante conclusión ante la inminencia del arranque formal del divorcio: la voluntad de la premier es menos férrea de lo que sus discursos sugerían. Así es el país que plantean los dos candidatos favoritos: los programas de may y Corbyn.

Aunque los sondeos siempre la han mantenido en la pole, la contienda ha dejado su liderazgo debilitado, una evolución especialmente inconveniente para una dirigente que, de ratificar su presencia en Downing Street, está obligada a mostrar autoridad suficiente para convencer a 27 países y a toda una maquinaria comunitaria de que permitan a su futuro exsocio acceso de referencia al mercado común.

Además, cualquier resultado que no implique una notable ampliación de su pírrica hegemonía de 17 diputados, objetivo último del adelanto electoral, tendría un sabor de derrota y desgastaría severamente su posición ante una UE que no tendría piedad ante una mandataria vulnerable en casa y con una autoridad sustancialmente menor de la que pensaba. En consecuencia, a May no le sirve exclusivamente con ganar: necesita hacerlo fuera de duda, o, de lo contrario, no solo daría espacio al bloque comunitario para mostrar una dureza mayor contra quien está a punto de abandonar, sino que amenaza con reabrir las heridas todavía sin cicatrizar del referéndum del pasado año. La libra podría desplomarse hasta los 1,20 dólares si May no gana con mayoría.

Para Corbyn, por el contrario, la aspiración es diferente. Como el más improbable de los candidatos de la izquierda para intentar revertir dos derrotas electorales consecutivas, las expectativas no pasan necesariamente por acceder al Número 10, sino por evitar la humillación y demostrar que su apuesta por un regreso a las esencias ideológicas tiene cabida en el Reino Unido postBrexit. La mejora de la percepción de un laborismo que, hasta hace meses, coqueteaba con la marginalidad responde a una estrategia de generación de ilusión que ha dinamizado la batalla y que podría cambiar para siempre el mapa político británico.

La visión de país de conservadores y laboristas no podría ser más divergente y el escenario que cada uno abriría con el Brexit influiría sustancialmente en la dureza del mismo. La totalidad de las encuestas han indicado que la fórmula que imperará es la marcada por May, quién ha confirmado la salida del mercado común, de la unión aduanera y de la jurisprudencia comunitaria, pero su capacidad de imponer su criterio dependerá del alcance de la mayoría que potencialmente recabe en Westminster.

Consecuentemente, este 8 de junio importa más allá de los confines británicos, puesto que su resultado determinará el encaje de la segunda economía europea una vez haya puesto fin a sus más de cuarenta años de matrimonio de conveniencia con su principal socio comercial. Además, estas generales rompen una tendencia cada vez más extendida en un continente en el que las formaciones tradicionales están perdiendo fuelle frente al auge de nuevas propuestas que, cada vez más, amplían la oferta ideológica y de siglas para los votantes.

La peculiaridad británica es que el bipartidismo no solo continúa, sino que se refuerza. Siete años después del primer parlamento sin mayorías absolutas desde los 70, conservadores y laboristas han extendido sus tentáculos hasta reducir a sus rivales a la mínima expresión, con la excepción de los nacionalistas escoceses. Así, si PP y PSOE habían recabado conjuntamente apenas el 55% en las últimas generales, sus equivalentes en Reino Unido se encaminan a acaparar hasta el 80%.