Internacional

Maduro conspira para aferrarse al poder tras cuatro años de pérdida de apoyos

  • El Gobierno acusa a la oposición de desestabilizar y esta denuncia abusos
Nicolás Maduro. <i>Foto: Reuters</i>.

Marcos Suárez Sipmann

Acaban de cumplirse cuatro años desde la investidura de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela y el mandatario no tiene motivos para celebrarlo. El país ha pasado de la enfermedad crónica a una fase terminal. Ya su llegada al poder resultó controvertida y polémica tras la muerte de su mentor.

¿Por qué lo entronizó Hugo Chávez? Siendo representante sindical de los trabajadores del Metro de Caracas, Maduro visitó al comandante en la prisión donde cumplía condena por la intentona golpista de febrero de 1992. En ese contexto, conoció a Cilia Flores, la abogada de Chávez, que terminaría siendo su esposa y una de las personalidades más influyentes de la Revolución Bolivariana.

Maduro debutó como diputado en 1998 en representación del partido de Chávez (Movimiento Quinta República), fue miembro de la Asamblea Nacional (AN) Constituyente en 1999, obtuvo un escaño en 2000 y llegó a presidir el Parlamento en 2005. En 2006, Chávez lo colocó al frente del Ministerio de Exteriores, donde estuvo seis años y medio. Desde el principio fue patente que carecía del carisma y la retórica del comandante eterno. Maduro no presenta méritos propios, pero ha enarbolado "logros del chavismo" como las "misiones sociales". De cualquier modo, según la Constitución, a la muerte de Chávez hubiera debido asumir el entonces presidente del Parlamento, Diosdado Cabello. Se hablaba asimismo de Adán Chávez, hermano de Hugo e ideólogo jefe del chavismo. Pero la persona que tenía mejores relaciones con Cuba resultó ser Maduro. Cabello era un exmilitar y el régimen cubano desconfiaba del fuerte resentimiento en sectores del Ejército venezolano hacia la isla.

El difícil legado se complicó con la caída de los precios del crudo, catastrófica para una economía dependiente del petróleo. Se agravó el desabastecimiento de alimentos y medicinas. Esta falta de lo más elemental ha motivado que incluso los venezolanos más pobres y desfavorecidos se hayan ido distanciando del llamado socialismo del siglo XXI, un concepto tan impreciso y difuso que nadie ha sabido en qué consistía exactamente.

En un escenario internacional marcado por la crisis y el enfriamiento del apoyo regional, junto a un contexto nacional de creciente deterioro económico -devaluación monetaria, inflación, desabastecimiento- y social -violencia urbana, protestas ciudadanas-, el presidente tuvo que asumir una posición cada vez más reaccionaria y agresiva para tratar de contrarrestar la ingobernabilidad.

Inicio de las revueltas

En febrero de 2014, prendió la mecha. En San Cristóbal, Táchira, hubo protestas masivas por la muerte de una estudiante. Una semana más tarde se celebra una gran manifestación en Caracas contra la inseguridad y el desabastecimiento. El Gobierno, por su parte, llama a manifestaciones de apoyo. A lo largo de los meses, las movilizaciones dejan decenas de muertos y, según fuentes opositoras, miles de detenidos. El Gobierno acusa a los opositores de promover la desestabilización, y la oposición denuncia violaciones de los derechos humanos.

Los problemas se multiplicaron y la situación empeoró debido a las continuas provocaciones y equivocaciones de Maduro. Pese a las críticas y su manifiesta ineptitud, es un error subestimarle. Ha sabido mantenerse en el poder empleando toda clase de trucos y artimañas.

También dentro del chavismo ha tenido - y tiene - detractores. La desaparición de Chávez exacerbó las fricciones existentes entre el ala civil, liderada por él, y la militarista, comandada por Cabello. El reajuste de fuerzas en el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela restringió mucho su margen de maniobra como presidente y catalizó el surgimiento de corrientes disidentes que se identificaron como "chavistas no maduristas".

Maduro consiguió neutralizar esa oposición interna. Un acierto que, aunque le permitió mantenerse en el poder, no redundó en efectividad, eficiencia y legitimidad de su Ejecutivo. Su relativa habilidad para mantenerlos en jaque consistió en incorporar a los militares a su Gobierno contando así con un apoyo fuerte. De momento, le da resultado y se presenta como el "mínimo común denominador dentro del chavismo". Cercanas al oficialismo hay, junto al presidente, numerosas personas que se han enriquecido desmesuradamente con la corrupción del régimen.

Maduro en nada ha contribuido a generar ningún tipo de consenso. Todo lo contrario. La oposición agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), conquistó legítimamente la mayoría de la Asamblea Nacional el 6 de diciembre de 2015 en lo que supuso un voto de castigo a su gestión y al PSUV. Maduro asumió errores "de burocracia" y reconoció su derrota. Su táctica consistió en aceptar en apariencia el proceso de diálogo. Pero lo hizo para reducir la presión de la calle y, nuevamente, intentar ganar tiempo. Después, no cumplió los compromisos adoptados en el proceso de diálogo que auspició el Vaticano. Su mayor exceso tuvo lugar cuando, recientemente, el Tribunal Supremo de Justicia despojó de sus poderes al Parlamento. Presionado desde el extranjero y ante las protestas el Ejecutivo, se vio obligado a revisar su actitud. No obstante, la separación de poderes sigue brillando por su ausencia.

En el aspecto externo, su política fue igualmente de fracaso en fracaso. Cuba, aliado histórico del chavismo, se acercó a EEUU. Últimamente, Maduro solo pudo mantener lealtades y subsidios a los países pequeños de la región, además de alinearse con China y Rusia.

A ello se suma la preocupante militarización de la sociedad. En uno de sus últimos disparatados discursos, Maduro anunció que iba a armar a un millón de milicianos. La acertada respuesta de Henrique Capriles, excandidato presidencial e inhabilitado gobernador de Miranda, a este peligrosísimo desvarío es: "Venezuela no quiere fusiles, sino medicinas y comida".

En la mentalidad del presidente, los milicianos serán civiles armados que deberán defender la Revolución Bolivariana ante las amenazas de la oposición. Esas "amenazas" consisten en la insistencia en unas elecciones que saquen a Venezuela del trance actual.

La oposición puso en marcha los mecanismos legales de la propia Constitución que promovió Chávez para incluir la posibilidad del referendo revocatorio de mandato. Con todos los subterfugios posibles e imaginables el régimen impidió esa consulta dentro de los límites temporales establecidos por la Constitución. Ahora la situación se ha vuelto insostenible. Deben celebrarse comicios cuanto antes. Maduro es consciente de que eso significa el fin de su trayectoria política y no piensa ceder.