Internacional
Joe Biden se 'destapa' como el presidente más revolucionario desde Reagan con un programa progresista
- El presidente ha aprendido las lecciones de la etapa de Obama
Víctor Ventura
Joe Biden tiene una larguísima carrera en la política. Ha sido el hombre tranquilo, el político con experiencia, el señor blanco centrista que siempre ha estado donde estaba el votante medio de su partido. Una imagen que le permitió ganar la candidatura demócrata al resultar menos divisivo y radical que Bernie Sanders o Elizabeth Warren. Pero en su discurso de ayer para marcar los 100 días desde su llegada al poder, el presidente dejó claro que pretende ser el mandatario más revolucionario y transformador desde Ronald Reagan, con un programa totalmente opuesto: la socialdemocracia empieza a dar señales de vida en EEUU
En la presentación de su programa político ante las dos cámaras del Congreso, Biden centró su mensaje en los programas de gasto público con los que quiere salir de la crisis del coronavirus, preparar el país para los retos tecnológicos y climáticos del siglo XX y buscar la "justicia fiscal". Una economía que ponga fin a la teoría de que la riqueza de los de arriba se filtra hacia abajo, y busque lo contrario, enriquecer al ciudadano de a pie como objetivo primordial. En otras palabras: un repudio total de la filosofía con la que Ronald Reagan revolucionó el país en los años 80, reduciendo impuestos y dando vía libre a las grandes empresas para innovar y enriquecerse. En su espejo, Franklin Roosevelt, autor del 'New Deal' tras la Gran Depresión, y responsable del mayor giro económico de EEUU en medio siglo, con la creación de la Seguridad Social y numerosos programas del estado del Bienestar que cambiaron la vida de millones de personas.
Cambio de guardia
¿Qué ha pasado para que Biden, el hombre tranquilo que las encuestas apuntaban como el más moderado de todos los aspirantes -incluido Donald Trump-, se haya lanzado con tanta pasión a aprobar leyes de un tamaño histórico? Hay dos explicaciones: la experiencia de Biden como vicepresidente de Barack Obama y las corrientes políticas que están sacudiendo a su partido y que cada vez están creciendo más en el país.
Cuando Obama llegó al poder en 2009, se trajo de la mano una mayoría absoluta aplastante, capaz de aprobar cualquier cosa por sí sola salvo reformas constitucionales. Pero su presidencia acabó en un relativo fracaso, con apenas una gran reforma bajo su cinturón, la ley sanitaria, que salió adelante tras meses de guerra política y sin un solo voto republicano pese a sus intentos de negociar un acuerdo con ellos. De hecho, la ley de Obama estaba basada en el plan que el republicano Mitt Romney aprobó durante su mandato como gobernador de Massachussets. Nada de eso le sirvió para convencer ni al propio Romney, que abjuró de su propia propuesta en cuanto la adoptó Obama.
El entonces presidente llegó al poder decidido a negociar y ceder con la oposición, y se encontró con unos republicanos, liderados por el senador Mitch McConnell, que se pusieron como objetivo "convertir a Obama en un presidente de un solo mandato", sin darle ninguna victoria legislativa. Biden vivió en la Casa Blanca aquellos años, y su equipo ha decidido no cometer los mismos errores: no dedicar ni un segundo a negociar con los republicanos -de la misma forma que Trump no pasó un solo segundo negociando con los demócratas sus grandes proyectos de ley- y, si alguno quiere sumarse, darle la bienvenida. Liberado de la necesidad de llegar a acuerdos con la oposición, es más fácil hacer lo que considere necesario.
Un ejemplo es uno de sus grandes 'traumas': Obama negoció su plan de estímulo y cedió para conseguir el apoyo de apenas un puñado de senadores republicanos -que no necesitaba- tras la gran crisis financiera de 2008. El resultado fue una inyección de dinero mucho más pequeña y difusa de lo que recomendaban los expertos. Como recompensa, la economía se recuperó más lentamente de lo que podría haber sido, y los republicanos le culparon tanto por gastar mucho dinero como por no haber reiniciado la economía. Biden no quiere caer en el mismo error.
La segunda clave es el cambio político de la sociedad estadounidense. Las propuestas en las que Biden se está centrando cuentan con un gran apoyo en las encuestas. El presidente ha cambiado así la definición de "bipartidista": no busca acuerdos que apoyen las élites de los dos partidos, sino que le basta con que las encuestas reflejen un amplio apoyo, para que los republicanos sufran coste político al oponerse. El resultado está siendo extraño de ver: congresistas republicanos celebrando ante sus votantes lo que recibirán gracias a leyes a las que ellos se opusieron en las votaciones en el Congreso.
La reorganización de votantes en la última década ha sido espectacular
Pero quizá lo más importante es que, por primera vez en décadas, la posibilidad de un partido socialdemócrata en EEUU parece posible. Desde principio de siglo, las generaciones jóvenes se han revelado como mucho más de izquierdas que sus padres, y cada nuevo grupo de votantes que cumple la mayoría de edad son aún más favorables al Partido Demócrata que los que les precedieron. Por mucho que se diga que la gente se vuelve más conservadora con los años, los datos de la época de Reagan mostraban un apoyo similar por el republicano en todas las franjas de edad.
Este cambio, que puede estar producido por las repetidas crisis que han dejado a los jóvenes con unas perspectivas de futuro mucho más precarias que sus padres o por momentos clave como la Guerra de Irak o la elección de Trump, ha movido con fuerza el centro ideológico del país y aumentado la polarización existente, con líneas claras campo-ciudad y jóvenes-tercera edad. La reorganización de votantes ha sido espectacular: la llegada de Obama hizo que millones de personas en zonas rurales pasaran de votar a los demócratas en 2008 a ser fieles republicanos en 2020, y la victoria de Trump empujó a millones de los barrios residenciales a las afueras de las ciudades a cambiarse de bando.
Biden, que siempre ha estado en el centro ideológico de los demócratas -en los años 80 y 90 votó por la prohibición del matrimonio homosexual, por bajadas de impuestos y por leyes más duras contra el delito, aplicadas con especial fuerza contra las minorías raciales- se ha visto empujado claramente hacia la izquierda, como el resto del partido. Pero, al contrario que Bill Clinton, que buscó hacer un 'reaganismo con rostro amable', al estilo de Tony Blair con el 'thatcherismo' en Reino Unido, Biden cuenta con que una mayoría está de su parte, y, si las tendencias no cambian, esa mayoría debería seguir aumentando lentamente con los años. Por el momento, las encuestas indican un apoyo en torno al 53-54% y una tendencia extraordinariamente estable: es prácticamente una línea recta. Básicamente lo contrario que en el mandato de Trump. Su teoría es simple: si la polarización está en el extremo, el que se quede con la parte ligeramente mayor de las dos mitades tiene la de ganar a medio plazo.
A eso se ha sumado un cambio más: Trump ha roto el tabú a gastar y emitir deuda pública. Obama sufrió la aparición de un grupo, el 'Tea Party', que denunció todos los paquetes de gasto y todas las reformas que suponían crear deuda. Trump, sin embargo, abrió la puerta a la emisión de billones y billones de dólares de deuda: su reforma fiscal redujo los ingresos por impuestos y llevó el déficit anual a un billón de dólares. Biden se ha colado por esa puerta y ahora quiere competir acerca de quién se beneficia de esas inyecciones de dinero en vez de discutir sobre si emitir deuda está bien o mal: si algún republicano protesta, no hay más que señalarle los billones de dólares de deuda emitida por Trump incluso antes de la crisis del covid.
La gran pregunta en estos momentos es si Biden se pasará de la raya o si los republicanos podrán cambiar el mensaje a tiempo para llevar a Biden a la defensiva, como estuvo Obama en casi todo su mandato. Por el momento, el actual presidente quiere aprobar todo lo posible antes de las legislativas de 2022, y después veremos. Pero si el juego le sale bien, y el péndulo no gira de vuelta hacia la derecha antes de terminar su mandato, Biden puede ser el presidente más revolucionario en décadas.