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Succession en la vida real: el hijo mayor de Rupert Murdoch asegura el control del imperio mediático familiar tras un acuerdo multimillonario

El largo y turbulento pulso sucesorio de la familia Murdoch, que se extendió durante décadas y dividió a sus herederos, ha llegado finalmente a su desenlace. Lachlan Murdoch, hijo mayor de Rupert Murdoch, fruto de su segundo matrimonio, ha cerrado un acuerdo que le garantiza el control absoluto del vasto conglomerado mediático familiar durante las próximas décadas. El pacto, anunciado este lunes, está valorado en 3.300 millones de dólares y sella el destino de un imperio que incluye cabeceras y canales tan influyentes como The Wall Street Journal, The New York Post y Fox News.

El acuerdo llega después de meses de intensas disputas judiciales y negociaciones secretas, derivadas del intento de Rupert y su hijo Lachlan de modificar de forma unilateral los términos del fideicomiso familiar irrevocable. Ese plan buscaba reducir la capacidad de decisión de los hermanos mayores de Lachlan —Prue, Liz y James— y asegurar así la sucesión. La maniobra fue rechazada en primera instancia por un tribunal de Nevada, lo que abrió una batalla legal de alto perfil.

Según fuentes cercanas a la negociación, cada uno de los tres hermanos mayores recibirá 1.100 millones de dólares por sus participaciones, una cifra equivalente al 80% del valor bursátil de sus acciones al cierre del último viernes. Con esa compensación, Prue, Liz y James renuncian a su influencia en el imperio y ponen fin a años de tensiones internas.

A cambio, se disuelve el fideicomiso vigente desde los años noventa y se crea uno nuevo, controlado únicamente por Lachlan y sus dos hermanas menores, Grace y Chloe. Este nuevo esquema asegura la permanencia de Lachlan al frente de Fox Corporation y News Corp al menos hasta 2050, año en que expira el nuevo fideicomiso.

Para Rupert Murdoch, de 94 años, el pacto supone la consolidación de su objetivo histórico: preservar el imperio mediático que levantó desde un pequeño periódico australiano como bastión de la voz conservadora en el mundo anglosajón. Su hijo Lachlan, de 54 años, ya venía ejerciendo el liderazgo operativo en los últimos años, pero la incertidumbre sobre la sucesión había generado especulaciones constantes en los círculos políticos y financieros.

La salida de Prue, Liz y James del accionariado activa la posibilidad de que cada uno trace su propio camino alejado de las batallas ideológicas que han marcado a Fox News y al resto del conglomerado. Mientras Lachlan representa la continuidad del enfoque conservador, sus hermanos han manifestado en diversas ocasiones su desacuerdo con la línea editorial. En ese sentido, para ellos el acuerdo representa tanto un alivio político como una consolidación patrimonial.

La lucha por la sucesión en los Murdoch ha sido comparada con un drama familiar de Shakespeare y hasta inspiró la exitosa serie Succession de HBO. La raíz del conflicto se remonta al divorcio de Rupert y su segunda esposa, Anna Mann, cuando el magnate se comprometió a entregar el control de su imperio en partes iguales a sus cuatro hijos mayores tras su fallecimiento.

Ese compromiso, válido hasta la expiración del fideicomiso en 2030, impedía designar de manera unilateral a un sucesor. La creciente polarización política y el giro cada vez más marcado de Fox News hacia la derecha radical acentuaron las diferencias entre los herederos y convirtieron la sucesión en un campo de batalla.

En 2023, Rupert y Lachlan intentaron sortear las limitaciones del fideicomiso con un plan denominado Project Family Harmony, destinado a blindar el poder de Lachlan. Sin embargo, la justicia de Nevada lo frenó, al considerar que la maniobra constituía una "charada cuidadosamente orquestada" para "cementar de manera permanente" el poder del primogénito de Rupert.

El litigio derivó en un proceso judicial de seis días en Reno y en cientos de páginas de documentos sellados. La tensión llegó a tal punto que James Murdoch, el hijo más crítico con su padre y con la línea editorial de Fox, concedió una entrevista a The Atlantic en la que calificó a Rupert de "misógino" y acusó al canal de "mentir a su audiencia". Esas declaraciones desataron nuevas fricciones, aunque también aceleraron el impulso para buscar un acuerdo definitivo.

Tras meses de apelaciones, reuniones discretas en Nueva York y decenas de abogados implicados, ambas partes encontraron en la compra de participaciones la única salida viable. El pacto pone fin al litigio y al mismo tiempo garantiza la continuidad del control familiar sobre un imperio que, de otro modo, podría haber quedado a merced del mercado o de intereses externos.

En lo inmediato, el acuerdo no alterará la operativa diaria de las compañías, pues Lachlan ya ejerce como director ejecutivo. Sin embargo, sí despeja la incertidumbre sobre el futuro del grupo y consolida su línea editorial conservadora en Estados Unidos, Reino Unido y Australia.

La nueva estructura asegura que, al menos hasta mediados de siglo, Fox y News Corp seguirán bajo el liderazgo de Lachlan Murdoch, un dirigente considerado menos carismático que su padre, pero igualmente firme en la defensa de una visión mediática de derechas.

Para los observadores del sector, este desenlace simboliza la culminación de una de las batallas sucesorias más intensas en la historia de los negocios internacionales. Rupert Murdoch, aún en vida, ha logrado imponer a su heredero y garantizar la continuidad ideológica de su legado. Sus hijos mayores, por su parte, abandonan el tablero con fortunas ampliadas y la libertad de distanciarse de un apellido que ha marcado, para bien o para mal, la política global durante medio siglo.

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