Televisión

Santiago Segura cumple 60 años: del underground al éxito como rey de la taquilla en España

Así ha cambiado Santiago Segura

Santiago Segura Silva (Madrid, 1965) es, indiscutiblemente, el nuevo rey de la taquilla española desde que Mariano Ozores dejó el trono. Con más de 130 millones de euros recaudados entre dos de sus grandes franquicias, Torrente y Padre no hay más que uno, Segura ha conquistado al público a lo largo de más de tres décadas de carrera. Y lo ha hecho desde abajo, reinventándose constantemente, sin perder nunca el pulso comercial ni su olfato para conectar con la audiencia.

Criado en el madrileño barrio de Carabanchel, Segura fue desde joven un apasionado del cine. Aunque en su infancia soñaba con dedicarse al cómic, por considerarlo más accesible, su destino cambió cuando un compañero de clase llevó una cámara Super-8 al colegio. Movido por la envidia creativa, compró una propia en El Rastro y comenzó a rodar de forma autodidacta. Así nació su inquietud como director, utilizando película virgen comprada en tiendas de fotografía.

Su primer trabajo formal fue Relatos de medianoche (1989), un cortometraje que llevó al festival Cinema Jove de Valencia. Allí conoció a Álex de la Iglesia, por entonces recién premiado por Mirindas asesinas, y a Juanma Bajo Ulloa. Ambos serían figuras clave del nuevo cine español de los 90. De hecho, Álex de la Iglesia le dio su primer papel en la genial Acción mutante (producida por Almodóvar), abriéndole las puertas del cine profesional. Años más tarde, Segura daría el salto con ese director gracias a El día de las bestia y después replicaría el éxito gamberro de Airbag (de Bajo Ulloa) con su propia criatura: Torrente, el brazo tonto de la ley (1998).

Pero el camino hasta ahí fue largo y rebosante de trabajos paralelos. Estudió Bellas Artes, pero se negó a ser profesor. Prefería sobrevivir entre platós como figurante, dibujante de cómics bizarros, doblador de películas pornográficas o público televisivo. En paralelo, dirigía su saga de cortos gore Evilio, financiada por sus amigos y por lo que rascaba como concursante televisivo. Una de las entregas de su primera saga le valió el Goya al Mejor Cortometraje de Ficción, no sin polémica: Segura, astuto, aprovechó un vacío en el reglamento de la Academia y escribió personalmente a muchos académicos pidiendo su voto. Ese mismo ingenio le ha acompañado durante toda su carrera.

Su gran salto como actor llegó con la pionera El día de la bestia (1995), de Álex de la Iglesia, por la que ganó el Goya a Mejor Actor Revelación. Pero la explosión definitiva vino con Torrente, que escribió, dirigió, produjo y protagonizó. Aquel policía machista, racista, facha y grosero rompió moldes. Financiada por el entonces todopoderoso Andrés Vicente Gómez, la película arrasó en taquilla. El marketing lo puso Segura, apareciendo en decenas de platós con camisetas promocionales, convertido en fenómeno pop.

Concursante en No te rías que es peor, El huevo de Colón o Vivan los novios

Había aprendido a venderse desde sus tiempos de concursante en No te rías que es peor, El huevo de Colón o Vivan los novios, donde ganaba dinero para financiar sus cortos. También escribía chistes para Pedro Reyes, colaboraba como guionista en programas de Pepe Navarro, aparecía en filmes de Berlanga y se metía en cualquier plató que lo aceptara. Era un obrero del entretenimiento, y el juego le salió bien.

Los años siguientes cimentaron su figura. Tras el éxito de Torrente 2: Misión en Marbella (2001), otro bombazo, rompió con Andrés Vicente Gómez y asumió el control total de su carrera como productor. Alternó nuevas entregas de la saga (hasta cinco) con comedias de distinto pelaje como Isi & Disi, El oro de Moscú o El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo. Mientras tanto, se multiplicaba en televisión: Crónicas Marcianas, Moros y Cristianos, Caiga quien caiga, La cosa nostra de su amigo Andreu Buenafuente en TV3…

No todo fue un camino de rosas. Torrente 3 pinchó en crítica, la olvidable La máquina de bailar fracasó y su intento de conquistar La Sexta en los inicios del canal con el show Sabías a lo que venías fue un fiasco. La figura de Segura empezaba a quemarse, y su personaje de Torrente, aunque rentable, parecía agotado.

Sin embargo, supo adaptarse. Dio un giro comercial con Torrente 4: Lethal Crisis (2011), que aprovechó el auge del 3D, y se recicló en la televisión familiar con participaciones en Tu cara me suena o MasterChef Celebrity. Ahí encontró un nuevo público: los niños y las familias. Con ellos ha vuelto a dominar la taquilla con la saga Padre no hay más que uno, que suma ya cinco entregas y más de 10 millones de espectadores.

Entre medias, hizo incursiones en otros registros: Sin rodeos (2018), protagonizada por Maribel Verdú, pretendía ser una comedia feminista que no terminó de convencer, ni a la crítica ni a sus seguidores. Aquella pose más social no le encajaba del todo. Él mismo había dicho en 1998 que Torrente era "una película antifascista con un personaje fascista", pero con el paso del tiempo, y tras algunos tuits polémicos que atribuyó a un hackeo, algunos le acusaron de haberse convertido en el mismo Torrente que creó.

Olfato excepcional para conectar con el público

Críticas aparte, Segura ha demostrado un olfato excepcional para conectar con la masa. Ha trabajado con nombres como Luis García Berlanga o Guillermo del Toro, y ha aparecido en más de un centenar de películas como actor. Pese al desprecio de algunos sectores de la crítica o de los festivales —incluso frente a trabajos tan notables como el que realizó en El gran Vázquez—, el público nunca le ha dado la espalda. Ha sabido reinventarse: del underground al prime time, del gore casero al cine familiar.

A día de hoy, se le espera con una posible sexta entrega de Torrente, que algunos ya imaginan como sátira política, con el polémico ex policía convertido en presidente del Gobierno. No sería descabellado viniendo de Segura, que ha hecho de la sátira y el oportunismo comercial su especialidad. Santiago Segura, autodidacta, provocador y polifacético, ha sabido hacer del cine un negocio sin renunciar del todo a su espíritu gamberro. De los cortos gore en Super-8 a liderar cada verano la cartelera española, su historia es la del triunfo del cineasta que nunca dejó de ser espectador y que, dirán sus detractores, aprendió el oficio más en la taquilla que en la sala de rodaje.

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