Televisión

Melody, arrinconada por la venganza (política) contra RTVE mientras Israel se queda a poco de ganar Eurovisión: crónica de un desastre tan inmerecido como previsible

España volvió a salir mal parada en Eurovisión. Otra vez. Esta vez con más amargura, porque ni el espectáculo deslumbrante ni la entrega sin fisuras de Melody lograron salvar a la delegación española de un batacazo tan injusto como anunciado. La artista sevillana, una de las candidatas más esperadas por su mezcla de folclore y modernidad, terminó en el puesto 24 de 26 participantes, acumulando apenas 37 puntos. El sueño de escalar a lo más alto del podio europeo acabó truncado por una tormenta que se gestó lejos del escenario: la tensión geopolítica, las decisiones editoriales de RTVE y un festival que, este año más que nunca, evidenció que la política sigue pesando tanto como las canciones.

Melody interpretó su tema, Esa diva, con fuerza, precisión y un dominio escénico que arrancó una ovación cerrada en el pabellón St. Jakobshalle de Basilea. Era la decimosexta actuación de la noche y, para muchos, una de las más vibrantes. La cantante apareció ataviada con un diseño espectacular de Gustavo Adolfo Tarí, que combinaba la tradición de los volantes con el brillo moderno del glam. Más de 15.000 cristales cosidos a mano adornaban el vestido negro inicial, que en pleno directo fue sustituido —en uno de los momentos más impactantes de la noche— por un body armadura que simbolizaba la metamorfosis de una mujer que decide dejar de complacer para empezar a brillar.

La escenografía, diseñada por Hideo Nakata y coreografiada por Vicky Gómez, jugó con abanicos, giros, luces dramáticas y una plataforma giratoria que convertía el escenario en un torbellino de empoderamiento. Era un espectáculo visual pensado para dejar huella. Y la dejó. Pero no fue suficiente.

Austria se alzó con la victoria gracias al joven JJ y su canción Wasted Love, una fusión de ópera contemporánea y electrónica que se impuso con 436 puntos. Israel, con una propuesta pulida y potente, fue segunda con 357 puntos. Estonia cerró el podio, gracias al apoyo masivo del jurado. España, en cambio, cosechó 27 puntos del jurado y solo 10 del televoto, una cifra sorprendentemente baja para una propuesta tan trabajada y carismática.

"Esta actuación ha sido por todas las mujeres que no se sienten representadas, por las que necesitan saber que su voz también importa", dijo Melody tras su paso por el escenario. Lejos de mostrarse abatida, se reivindicó: "Yo me siento ganadora por el cariño que me llevo y por el respeto al trabajo de tantos meses".

Sin embargo, el sabor del resultado no puede entenderse sin el contexto que envolvió esta edición del festival. La participación de Israel en medio de la ofensiva militar sobre Gaza desató protestas en toda Europa. En España, RTVE tomó una posición explícita al emitir durante la semifinal un mensaje en favor de Palestina: "Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y justicia para Palestina". La UER (Unión Europea de Radiodifusión) respondió con un aviso por el "uso político del festival", aunque el mensaje no interrumpió ninguna actuación ni fue dirigido contra la delegación israelí.

RTVE no reculó. Durante la final, volvió a emitir un cartel negro reafirmando su postura ética. Israel reaccionó con una queja formal y, según fuentes en Basilea, varios jurados europeos manifestaron su descontento. ¿Consecuencia? España fue prácticamente ignorada en las votaciones. La sensación entre la prensa desplazada fue unánime: Melody pagó el precio de un conflicto político que nada tenía que ver con ella.

En lo musical, Esa diva, compuesta por Paco Salazar y María Peláe, era una reivindicación del poder femenino, con guiños a Carmen Amaya y Lola Flores. "Estoy cansada de que se hable de si gritamos, de si somos demasiado. Pues sí, lo somos. Demasiado para ti", declaró la artista días antes del festival. La letra, el ritmo y la puesta en escena funcionaron como un alegato de libertad con mucho arte y un punto de desafío. Y sin embargo, no bastó. Otra vez, España regresa a casa con las manos vacías, pese a haber apostado por una de las candidaturas más ambiciosas y valientes en años. Pero si algo queda claro es que Melody, lejos de salir derrotada, ha reforzado su figura. Ha ganado respeto, admiración y ha marcado un precedente de dignidad.

Quizás Eurovisión no quería divas este año, o al menos no españolas. Pero Melody ha dejado claro que hay derrotas que engrandecen, y que el arte no siempre se mide en puntos. Porque cuando se canta con el alma, cuando se desafía al silencio con voz propia, la victoria se escribe en otro idioma.

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