Qué gran lección y qué gran ejemplo a seguir: la de Mario Vaquerizo por saber reírse de sí mismo y la de Jordi Évole por esas reflexiones en las que dice que él es de izquierda pero puede empatizar y dialogar perfectamente con una persona que admire, por ejemplo a Isabel Díaz Ayuso. Jordi Évole se burlaba de Mario Vaquerizo al promocionar la nueva temporada de su programa, como ya contamos, pero el marido de Alaska estaba en el juego, enseñándonos que reírse de uno mismo es muy positivo y sano.

En un mundo donde las redes sociales convierten cualquier chispa en un incendio, Jordi Évole ha vuelto a demostrar que sabe encender conversaciones, incluso sin pretenderlo. En su columna de La Vanguardia, el presentador justifica la curiosa anécdota del regreso de su programa Lo de Évole a La Sexta. Cuenta el periodista que lanzó un anuncio promocional que parecía inofensivo: Mario Vaquerizo, siempre dispuesto a reírse de sí mismo, bromeaba sobre su ya viral caída del escenario. Sin embargo, lo que empezó como un guiño humorístico terminó desatando un torrente de críticas en redes sociales. ¿El motivo? Vaquerizo, conocido por sus opiniones políticas liberales, se convirtió, sin quererlo, en el epicentro de una supuesta "guerra ideológica".

La idea detrás del anuncio era sencilla. Vaquerizo, líder de las Nancys Rubias, había protagonizado una sonada caída del escenario poco antes de Navidad, un momento que se convirtió en meme instantáneo. ¿Qué mejor manera de promocionar un programa que está "al caer" que con alguien que ha hecho del tropiezo un arte? Vaquerizo aceptó con gusto, demostrando que reírse de uno mismo no solo es una virtud, sino un acto de resistencia frente al culto a la imagen impoluta.

Sin embargo, lo que parecía un gesto inocente desencadenó una inesperada polémica. Algunas voces en redes cuestionaron que Évole, conocido por sus posiciones críticas hacia las políticas de derechas, se aliara con alguien que ha defendido abiertamente a Isabel Díaz Ayuso. "Vaquerizo representa un modelo político que Évole ha criticado", decían algunos. Otros, menos sutiles, acusaron al periodista de traicionar sus ideales.

La reacción en redes fue un síntoma de un fenómeno creciente: el trincherismo

La reacción en redes fue un síntoma de un fenómeno creciente: el trincherismo. Évole lo define con claridad: "No sé qué nos ha pasado para llegar a este nivel de polarización. No concibo un país donde personas que piensan distinto no puedan compartir programa, promoción, mesa o dormitorio". El comentario de Évole no es casual. Hace años, figuras de todos los espectros ideológicos compartían platós, entrevistas y hasta bromas sin que nadie lo considerara una traición a sus principios. Pero en la era del clic rápido y la indignación instantánea, cualquier gesto puede interpretarse como una declaración de guerra o una capitulación. Lo paradójico es que el propio anuncio jamás sugería que Vaquerizo sería el primer invitado del programa. Solo era un guiño promocional. Pero incluso si lo fuera, como Évole plantea: "¿Y si formase parte? ¿Pasaría algo gravísimo?". La pregunta, aparentemente sencilla, es un desafío directo a la lógica del enfrentamiento que ha colonizado el debate público.

¿Qué fue de las "agrias polémicas" que nunca ocurrieron?

Évole rememora con humor las míticas entrevistas de Ramón Arangüena en los años noventa. Arangüena, con su estilo ingenuo y torpe, desarmaba a sus invitados con preguntas inventadas, como aquella célebre sobre una inexistente "agria polémica con Iñaki Gabilondo". Hoy, esa farsa se transformaría en un titular incendiario y un aluvión de comentarios tóxicos en redes sociales. El humor de Arangüena funcionaba porque los espectadores sabían distinguir la broma de la realidad. Pero en un ecosistema mediático donde cualquier malentendido puede ser amplificado hasta el absurdo, es probable que muchos creyeran que Gabilondo y Bertín Osborne realmente tuvieron un enfrentamiento épico sobre Lenin y el grifo del agua fría. Évole lamenta que esa capacidad de reírnos juntos, incluso de las diferencias, se esté perdiendo. Y tiene razón. Las redes sociales, en lugar de acercarnos, parecen diseñadas para reforzar nuestras burbujas y alimentar la sospecha hacia quienes piensan distinto.

El derecho a bromear: "Estamos al caer"

La "polémica" sobre Mario Vaquerizo no es solo un ejemplo más del trincherismo actual, sino también un recordatorio de la fragilidad del humor en tiempos de polarización. Si alguien como Vaquerizo, que no se toma ni a sí mismo en serio, puede convertirse en una figura divisiva, ¿qué queda para quienes intentan tender puentes desde el humor o la reflexión crítica? Évole, fiel a su estilo, no ha dudado en convertir la polémica en una oportunidad para hablar de algo más grande. Porque, al final, el problema no es que alguien como Vaquerizo aparezca en un anuncio, sino que hemos llegado a un punto donde la simple coexistencia de ideas distintas parece una afrenta personal.

El anuncio de Lo de Évole lleva un mensaje implícito más allá de su eslogan. No es solo un programa el que está al caer, sino también la capacidad de dialogar, de reírnos juntos, de aceptar que el humor puede ser un espacio común en lugar de un campo de batalla. Quizá la solución esté en recuperar ese espíritu de Arangüena, en aprender a ver el absurdo como un vehículo para la crítica y la reflexión, en recordar que incluso las "agrias polémicas" más serias pueden ser, al final del día, un motivo para compartir una sonrisa. Y en eso, como en tantas otras cosas, Mario Vaquerizo tiene mucho que enseñarnos.

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