Televisión

Famosos solidarios: de la televisiva Tamara a la ayuda discreta de Aitana a los afectados por la DANA

Aitana y Tamara Falcó

Este jueves, Tamara Falcó fue fiel a su cita con Pablo Motos en El Hormiguero. La marquesa de Griñón quiso destacar que Íñigo Onieva se había desplazado hasta Valencia con unos amigos y una ONG para ayudar a los afectados: "Ha estado allí y ha visto que la gente está volcada", dijo. "He empezado a trabajar con World Central Kitchen, la ONG de José Andrés, y la semana que viene, si Dios quiere, podré ir a Valencia", presumió. También contó qué es "lo que más le ha chocado" a su marido: "Que los valencianos están luchando".

En esta tierra de naranjos y azahar, donde el barro todavía huele a río recién crecido y el cielo plomizo parece querer volverse mar, algunos ven en la tragedia una estampa digna de ser inmortalizada. Tras la reciente DANA que azotó Valencia, el barro ha vuelto a las calles con la rabia de un gigante herido, y con él han llegado esos otros personajes que buscan en las desgracias el escenario perfecto para sus egos. Porque en este tiempo, a la solidaridad le han brotado luces y cámaras, y el gesto sencillo ha quedado sepultado bajo el peso del postureo. Así, Tamara Falcó y Aitana Ocaña, cada una en su estilo, representan dos formas antagónicas de asomarse al dolor ajeno. La hija de Isabel Preysler adelantó en el programa de máxima audiencia de Antena 3 que la semana que viene se desplaza al lugar de la tragedia: "Si Dios quiere, podré ir a Valencia. Vamos varias amigas chefs y vamos a colaborar con las cocinas de José Andrés para que la gente coma caliente", anunció.

Frente a la publicidad mediática en el cañón del prime time, Aitana, con su sonrisa leve. La cantante ha bajado al barro casi en silencio, como si visitar aquel lodo le recordara algo lejano, quizás los arroyos de su infancia o la tierra tras la lluvia. Sin apenas testigos, acudió a la urbanización El Pantano en Torrent, un rincón perdido entre el desastre, donde el agua lo había arrasado todo, incluso un humilde refugio de animales. Lo sabemos casi por casualidad, por alguna nota de los que han estado con ella. Nada de programas de máxima audiencia. Allí, en Torrent, entre escombros y charcos, donó manos y palabras, alzó palas y entregó su tiempo, ese bien escaso que ella podría, como tantos otros, cambiar por aplausos fáciles y likes efímeros. No hizo alarde; su ayuda fue más bien una plegaria silenciosa, una ofrenda privada a esos rincones de la vida donde nadie aplaude, y mucho menos la fama.

Tamara Falcó transforma el barro en el escenario de un relato televisado

Aitana ayuda pero la imagen de su solidaridad se desvanece como un susurro. Tamara Falcó transforma el barro en un relato televisado, como una pasarela solidaria que embellece su imagen de buena persona. Llegará a Valencia cargada de intenciones, sin duda, pero también precedida por un anuncio ante las cámaras, con gestos bien calculados, luciendo ese aire casual que parece exigir hoy la compasión mediática. Hay famosos con el pantalón ligeramente rasgado y la camiseta de tono desgastado, calculan cada expresión, como quien estudia su reflejo en un escaparate. Como si el barro no fuera más que un accesorio más, algo que se posa en la piel, sin llegar nunca a manchar el alma. La ayuda aquí se convierte en un atrezzo más, en una estampa de postureo bien medido. La compasión queda registrada en alta definición, lista para ser devorada por una audiencia que engorda el share con esa mezcla curiosa entre glamour y miseria.

El barro es un toque de maquillaje. En su desfile por las ruinas de Valencia, Tamara y otros influencers tendrán como fondo el dolor ajeno. Esperemos que no lo hagan como quien se prueba un abrigo, un accesorio efímero que cambian en cuanto aparece la próxima causa digna de su piedad exhibida. Porque, en este tiempo, la caridad ha dejado de ser invisible: hoy es una casilla de la escaleta, una función teatral donde cada aplauso cuenta y cada lágrima parece ensayada de antemano.

Mientras Tamara anuncia en un programa de audiencia masiva que cocinará en el lodo, Aitana actúa sin gloria ni likes. En el silencio de los campos valencianos, donde el barro cubre todavía las huellas de quienes ayudan sin escaparates, la cantante ofrece una lección de humildad que se desmorona en cuanto alcanza las redes. Guardemos los titulares para esos héroes anónimos que, sin esperarlo, cargan con piedras y restos de hogares deshechos. Para ellos, no existe la recompensa de un titular ni la sonrisa de un seguidor virtual; sólo la certeza de haber hecho lo necesario.

Así, entre el bullicio de las redes, Valencia se convierte en espejo de esta paradoja moderna. Porque, en cada rincón, los desastres alumbran a esos héroes de barro real, hombres y mujeres sin nombre que dejan atrás las poses y se entregan a la tarea muda de reconstruir lo perdido. Mientras Tamara exhibe con antelación el tráiler de su próxima docuserie sobre el barro, Aitana y otros anónimos dejan el lodo en sus botas y en sus manos, como si en ese silencio discreto estuviera la única forma real de honrar la ayuda.

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