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Segundo concierto de Taylor Swift en Madrid: el poder de la chica normal que hipnotiza a las masas

Mucho se habla del ruido que sufren los vecinos del Bernabéu y poco del calor que se pasa viendo un concierto en la pista de un campo -techo cerrado para evitar quejas y multas- abarrotado de fans para asistir al segundo y último concierto que Taylor Swift ha ofrecido en nuestro país, un evento colosal de una artista global. La más importante de nuestros días. La más influyente de una generación. Y una auténtica máquina de hacer dinero.

Se entienda o no el fenómeno de esta chica, el concierto de Taylor Swift era el sitio donde había que estar. El evento del año. Esa sensación de que algo único está ocurriendo en el mundo y tú lo estás presenciando como una de esas 65.000 personas -la mayoría abanico en mano- que están viviendo lo que todo el planeta quiere ver. Aunque de único tiene poco, porque Taylor se está recorriendo medio mundo con ese mismo show. Empezó su gira hace un año y se prevé que la alargará hasta 2025.

"Bienvenidos a The Eras Tour", dijo en español Taylor Swift al poco de arrancar el concierto de este jueves y comenzar el setlist de 45 canciones que repasan toda su discografía, porque aunque la locura swiftie parece reciente, lo cierto es que se desató hace más de 15 años. Hay que agradecer varias cosas a Taylor: que empiece su concierto puntual (a las 20.00), porque hay divas que lo retrasan hasta una hora; que hable poco entre canciones, sin martirizar a los asistentes con discursos innecesarios; y que sea generosa con su público, siempre sonriendo, con buena actitud y moviéndose sin parar por todo el escenario y por cada esquina de una pasarela interminable. Hay que dejarse ver y fotografiar, sobre todo si tus entradas se han vendido por hasta 500 euros.

Las tres horas y cuarto de concierto son un paseo por cada una de sus Eras, comenzando por Lover, Fearless, Red o Reputation, una de los momentos álgidos, aunque queda algo deslucido visualmente por la luz -la mitad del concierto es de día- ibérica de nuestro horario de verano. Los conciertos en España no deberían hacerse siguiendo los horarios anglosajones. "¿Estáis bien?", preguntó a mitad de concierto. "Sois maravillosos", dijo tras recibir una ovación de más de dos minutos tras cantar Champagne Problems, en la era Folklore. Luego pasó por Evermore y 1989, un disco con canciones dedicadas a su ex, Harry Styles. En The Torturets Poets Department baja algo el listón, pero lo vuelve a recuperar cuando llega a la era Midnights, la última.

El concierto es realmente impecable (y el sonido en el Bernabéu, mejor de lo esperado), aunque a veces da la sensación de que falta sofisticación en la puesta en escena. Y por mucho despliegue visual que tenga, no alcanza el nivel tecnológico y el derroche de otras artistas como Beyoncé en ese sentido.

Pero la clave está en que tampoco lo necesita, porque el valor real de Taylor Swift -la chica normal e imperfecta- reside en el poder de sus letras y en su capacidad para crear un clima único, hipnotizar a las masas y crear momentos de comunión unánime entre un público entregado que hoy lucha por superar una resaca emocional que tardará días en desaparecer.

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