Ximo Rovira cumplió 62 años el pasado 10 de octubre. Como regalo, el mítico presentador de Tómbola pudo celebrar justo un día antes su regreso a la televisión pública valenciana tras el cierre de Canal Nou y varios años vetado. La nueva autonómica llamada À Punt le ha reabierto las puertas porque los nuevos gestores llegados tras el cambio político de las pasadas elecciones quieren levantar las audiencias con elementos conocidos en la Comunidad Valenciana.
El madrileño fue la cara amable de Tómbola en los más de siete años que estuvo emitiéndose en varias autonómicas, con índices de audiencia que en muchas ocasiones rozaban el 50%, una cifra quimérica hoy para un talk show pero que consiguieron muchas veces entre 1997 y 2004 con momentos polémicos que marcaron hace un cuarto de siglo el nuevo camino, para bien o para mal, no solo de los personajes del corazón sino de los programas que hasta entonces se llamaban de crónica social. Los altos cachés que cobraron entrevistados como Chabeli Iglesias, Carmina Ordóñez, Lequio, Pocholo o Bárbara Rey permitían a los periodistas moderados por Ximo, el payaso bueno, ser mucho más incisivos de lo que hasta entonces habíamos visto. Jesús Mariñas, Lydia Lozano, Karmele Marchante, Jimmy Giménez-Arnau o Ángel Antonio Herrera, dirigidos por la mujer de este último, Carmen Ro, hacían las delicias de los espectadores, tan escandalizados que no se movían ni cambiaban de canal durante las casi cinco horas que duraba el formato.
Ximo Rovira se acordó del programa rosa al promocionar el nuevo magazine vespertino Som de casa con el sofá daliniano de los labios rosas que vio desfilar a lo más granado del corazoneo español y fue antecedente del Dónde estás corazón de Jaime Cantizano, Salsa Rosa, Dolce Vita o Sálvame Deluxe, entre otros.
Sin embargo, nada queda de aquel proyecto entonces revolucionario en Som de casa, que supone una adaptación de un formato gallego que, a su vez, resulta un giro de tuerca a las ofertas vespertinas de Juan Y Medio en Andalucía y Ramón García en Castilla-La Mancha, abonados a ejercer de cupidos para la tercera edad.
Rovira se estrenó en el Día de la Comunidad Valenciana con invitados para todos los gustos y ni rastro del corazón que comenzó a tomar una altura insólita cuando en el estreno de Tómbola su incómoda madrina, Chabeli Iglesias, hacía mutis por el foro. "Me voy, me da vergüenza tu programa y esta gente es gentuza", decía la hijísima ante la metralla dialéctica del inolvidable Jesús Mariñas, que le afeó su escaso conocimiento de la tierra de las flores, de la luz y del amor: "Pues la paella es de Valencia, las Fallas también y tú estás gorda". Casi ná.
Renegando de Tómbola
El propio Ximo Rovira reconocía el pasado año que no era Tómbola acorde para una televisión pública: "Si me preguntan si me parece bien que un programa de estas características esté en la televisión pública, tengo claro que no, no debería estar en la televisión pública, tendría que estar en la privada. Ni la televisión tenía nada que ver ni las directrices de una televisión pública, ni la sociedad valenciana tiene nada que ver. Todavía se me juzga por ello cuando llevo 38 años de profesión y este estigma que me colocan lo tengo que asumir".
El comunicador hizo esas declaraciones tras conocer que los responsables de À Punt le impedían presentar la versión valenciana del concurso autonómico Atrápame si puedes "por criterios no profesionales, prejuicios o hasta sectarismo", según lamentó el showman. "El Consell Rector hace una votación legítima y democrática, pero desacredita el criterio profesional de un puñado de profesionales, incluido yo. No soy un icono de la telebasura, yo presenté un programa de entretenimiento que funcionó muy bien y dio mucho dinero a la cadena", aseguró.
Rovira asumió la decisión "con tristeza, pero con olimpismo. Ha sido mi casa mucho tiempo y tenía ilusión. Esto genera un precedente y no lo digo por mí, pero y si esta cruz me la han puesto a mí, ¿por qué no se la pueden poner a otros sin criterios profesionales? Me sabe mal, porque entiendo que se ha aplicado una planilla no profesional y eso me duele".
Los restos de Tómbola
Bárbara Rey entrando en plató para insinuar que tenía una relación con Juan Carlos de Borbón, Pocholo Martínez-Bordiu tirándole un vaso de agua a Karmele Marchante porque esta aseguraba que era un "camello", Jesús Mariñas mandando callar a Karmele... En la historia reciente de la televisión española tiene una página dorada Tómbola, que durante años marcó la agenda rosa mientras destrozaba audímetros. Con el paso del tiempo, y tras ser imitado por Telecinco o Antena 3, que con Salsa rosa o DEC le robaban invitados, acabó falleciendo hace casi 19 años.
En noviembre de 2004, con escaso ruido, moría este formato y Rovira se veía obligado a conducir otros menesteres en la televisión y radio públicas valencianas hasta que el cierre de las mismas, hace una década, le empujaron a fichar por una televisión local de su tierra, Levante TV, en la que ha permanecido mientras lo compatibilizaba con algunos programas para Antena 3. Rovira dice que ser vetado por À Punt a cuenta de Tómbola le afectó a su vida personal, ya que dejó "muy tocado".
Los tertulianos
El fallecimiento el pasado año del alma mater de Tómbola, Jesús Mariñas, hace inviable cualquier intento de regreso de un formato que encumbró, entre otras, a Lydia Lozano, ahora reciclada como viajera del Sálvese quién pueda que Netflix estrenará el 10 de noviembre.
Lydia se ha convertido, con permiso de Antonio Sánchez Casado, Aurelio Manzano o Josep Sandoval, en la última superviviente rosa de Tómbola, ya que varios de sus compañeros se han alejado del corazón: Jimmy Giménez-Arnau ejerce de ruidoso analista político en Okdiario, Ángel Antonio Herrera se mantiene en antena como contertulio de temas variados en Espejo público y Karmele Marchante no quiere saber nada del mundo del colorín.
Marchante se alejó del corazoneo en 2016 tras romper de forma abrupta con Sálvame. Sobre el programa denunció que sufrió "acoso, mobbing, violencia de género y psicológica y vejaciones continuadas (...) En el programa perdí la cuenta de las veces que me llamaron puta. Es un adjetivo que nos aplican demasiadas veces en la vida a las mujeres. Me lo han llamado en el metro, en Facebook y, sin ir más lejos, en mi último trabajo en televisión, en Sálvame. Allí me llamaban puta, zorra, asquerosa y lo hacían todos los días delante de la dirección sin que nadie hiciera nada. Hay grabaciones de ello", aseguró.
La periodista añadía: "En los programas en los que he trabajado por error, la televisión es la muerte. Como decía antes, todo es acoso, bullying, maltrato, vejación o no ser escuchada y ser ridiculizada por ser mujer y feminista. Llegó un momento en el que ni por dinero se podía aguantar lo que tuve que aguantar. Por eso me fui". Antes de desaparecer Sálvame, Marchante decía que era "la televisión que tiene una cúpula machista, alquiladora de vientres y explotadora en cuyos platós sólo se sirve a los hombres aunque fueran auténticos cenutrios".