María Teresa Campos es de nuevo este martes, muy a su pesar, la reina de las mañanas. Decía que ella era agnóstica y sería justo recordar que su religión fue el Periodismo, y su fe, el amor a los suyos, a sus espectadores y oyentes y a su profesión.
Imposible no imaginar a la fallecida, resucitada gracias a las imágenes de archivo, viéndose hoy reinando de nuevo en las mañanas de todas las grandes cadenas (y en el resto del día), riéndose por hacer trabajar a sus colegas, o cubriendo la noticia de su muerte, como hizo ella tantas veces con otros grandes que se marcharon y fueron noticia como hoy es ella. Mañana miércoles gritaría a primera hora para exigir el dato de audiencia, enfadándose mucho (pero solo por un momento) si el share no le pareciera suficiente.
María Teresa trabajaba con el ingenio, la increíble rapidez, la astucia y la inmensa habilidad que le conocimos pero también con sus subordinados exhibió una generosidad inhabitual, y no digamos en su vida personal, para con su familia y para la gente en general.
Desde el domingo, las redacciones de todos los medios nos preparábamos para dar la noticia del final de su vida, como hubiera hecho ella. Los comunicados oficiales, las declaraciones con voz entrecortada de sus hijas y de quienes visitaron la Fundación Jiménez Díaz eran la antesala del inevitable desenlace que temíamos.
Las revistas del cuché, que salen los miércoles a la venta pero cierran los lunes, esperaban con el corazón en un puño la dolorosa confirmación de que la comunicadora nos había dejado. No llevarán en sus ediciones impresas la noticia de su muerte pero sí su imagen. Los programas de radio y televisión ya desde el domingo también habían hecho acopio de sonidos e imágenes de archivo, tan abundantes en las emisoras y en las tres principales cadenas como para llenar siglos, porque María Teresa tocó todos los palos en muchos medios, fuera política, sucesos, crónica social o lo que la actualidad obligara a abordar y fue prolífica como pocos profesionales.
Trbajó con los mejores y fabricó grandes profesionales que hoy siguen sus enseñanzas y sus innovaciones. Porque fue pionera. Directora de informativos en los primeros años 80, cuando siendo mujer era insóloto y excepcional. El fallecido Jesús Hermida y otros monstruos sagrados del periodismo como Iñaki Gabilondo o Luis del Olmo, que trabajaron con ella, coinciden en que era una comunicadora inmensa. El leonés, que compartió micrófono en Punto Radio con ella, y alababa su don natural para conectar con la gente de la calle, recordaba con pena a la "compañera del alma" fallecida y repetía este mismo martes en los medios que era un "referente" para la profesión.
Empezó a morir cuando perdió su ventana al mundo
Los médicos determinarán la causa formal de la muerte de la periodista pero María Teresa empezó a morirse cuando perdió su ventana al mundo, un canal para comunicarse. Suplicó, literalmente, un trabajo, pero no por dinero sino porque era adicta vocacional a la profesión que la consagró como un diosa del periodismo, muy querida, muy humana y muy cercana. Físicamente tocada, aún deseaba hablar a sus audiencia, entrevistar, contar lo que pasa. Lo deseó siempre, y este martes, y probablemente durante más días, se ha asomado de nuevo, ya sin vida, para ganar la batalla de su última mañana, de su último día. Susanna Griso en Antena 3, Patricia Pardo en Telecinco y Jaime Cantizano en TVE luchan para ganar la batalla y hoy el arma para juntar espectadores se llama María Teresa Campos. Ella estaría ahí contándolo si pudiera. Descanse en paz.