Dos cosas marcaron la infancia de Steven Spielberg: el divorcio de sus padres, que le marcó para siempre, y su pasión por el cine, un amor temprano por las cámaras y las luces que nació cuando solo era un crío. El veneno de este arte le atrapó cuando le llevaron a ver El mayor espectáculo del mundo (Cecil B. DeMill) y ya no hubo marcha atrás. Poco tardó en empezar a fantasear con sus primeros cortos que grababa como forma de evadirse de la situación que vivía en esa casa y en una escuela donde le hacían bullying.
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Spielberg ha querido contar en Los Fabelman cómo nació en él la pasión por ese mundo a través de una reconstrucción de su infancia que se convierte en una forma de reconciliarse con su pasado y con sus padres, ambos fallecidos.
Su madre, Leah Adler, era una excéntrica pianista que en la película se convierte en Mitzi Fabelman -los nombres están alterados- interpretada por Michelle Williams; mientras que su padre, Arnold (Burt Fabelman), fue un ingeniero al que da vida Paul Dano. El alter ego de Spielberg es Sammy, bajo la mirada de Mateo Zoryan y Gabriel LaBelle.
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Spielberg, a por el tercer Oscar
Aquel niño enamorado del cine es el director más taquillero y uno de los más premiados. Con Los Fabelman ha logrado su novena nominación al Oscar y parece que este año la estatuilla lleva su nombre. Será la tercera, tras La lista de Schindler y Salvar al soldado Ryan, y empatará con Frank Capra y William Wyler. Solo John Ford tiene cuatro.