Lo peor del tedioso y reiterativo espectáculo organizado por Mediaset en torno a Rocío Carrasco es que esa pobre mujer, a la que venden como víctima de la injusticia, de su exmarido, de su propia hija y de casi toda la familia de su madre y de su padre, se empeña en proyectar una imagen de fortaleza, de suficiencia, de "os vais a enterar".
Usa como escudo esa sonrisa de soberbia gracias a la cual la hija única de Rocío Jurado (lo fue durante años) cree situarse moral y éticamente por encima de todo. Y de todos. Fue deseducada con más dinero que cariño. Se nota. Dice que sus despreciables familiares tendrán trabajo durante un tiempo gracias a su comparecencia, como si ella misma no estuviera trabajando, sino llevando a cabo una cruzada por la verdad y por las víctimas de la violencia de género. Y usa como canal la tele del Cavaliere Bunga Bunga, el de las fiestas con jovencitas. Se cree Rocío muy especial pero de su madre no heredó la la virtud de la genial e irrepetible artista.
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La Rocío que yo conocí era Rociito, una niñata que ejercía como tal, mimada, caprichosa en lo material y en lo otro, a veces alocada, y especialista en dar disgustos a su madre y a su padre, como otros cachorros y cachorras del famoseo.
En Madrid, en Chipiona, en Argentona, en donde fuera, ésta que hoy es un muñeco de la tele del Berlusconi, un guiñol que se cree a ratos su papel, una víctima de Mediaset, hizo a menudo lo que le vino en gana. Se aprovechaba de ser una cría rica y famosa, hija de su padre y de su madre, y disfrutaba de las enormes ventajas que ello suponía, entrando en todas partes, con una tropa de pelotas haciéndole pasillo, con mesa en cualquier lugar y con la visa casi siempre permitiéndole barra libre en la vida. En las discotecas de Cádiz o Madrid actuó durante un tiempo como una escogedora de amigos cuando se le antojaba, su prima Chayo sabe de lo que hablamos.
Después de ligarse a quien le dio la gana, robando novios cuando se le ponía en el moño (por no usar la palabra que usa ella para hablar de Olga Moreno), cayó en las garras de un conquistador impresentable que la hizo madre y la llevó al altar. Hizo bien Rociito en ponerse el mundo por montera y disfrutar de la vida, aunque no estuvo tan bien que hiciera sufrir a más de una cuando se encaprichaba de un cuerpo, aunque fuera policial. Fidel sabe de esto. Pero la chica, aparta de su encanto, añadía a sus virtudes la de ser rica, y un braguetazo es un braguetazo.
Pero mucho antes de Albiac, de post adolescente, cuando llegó la hora de enamorarse o lo que fuera, un guardia civil malagueño sin grandes principios fue quien le robó el corazón con esa pasión de los 18 años, en un alma de mujer pero con el vicio de los párvulos y las párvulas de la vida: encapricharse. Era muy caprichosa y puede que lo siga siendo a los 45 años.
Su madre lloró como muchos sabemos. Suplicó a su hija, le advirtió de la que se le vendría encima, incluso la amenazó durante unos segundos. Como tantas madres y padres. Pero ella se fue con Antonio David y tuvieron dos hijos, dos nietos que Rocío Jurado adoraba con toda su alma.
El nota salió rana, el romance se tornó tragedia y nos conocemos ya las distintas versiones que unos y otros han vendido a lo largo de décadas. Y siguen. Antes de que Rociito fichara por Mediaeset para venderles su drama en fascículos, Antonio David lo había hecho en la misma empresa. También era Berlusconi el que le firmaba los cheques.
Una paliza a una madre
Esto no es ni blanco ni negro probablemente. Seguro que dice la verdad en algunas cosas, o ella cree que la dice; aunque los jueces no hayan condenado nunca a su ex por ello. Sin duda es cierto que a Rociito le han caído hostias como panes en su vida, y no me refiero solo a las físicas, las que su propia hija le debió propinar a su madre en una cocina. Terrible. ¿Qué puede llevar a una adolescente a hacerle algo así a su madre?
Pero sin duda Rocío Carrasco también ha repartido estopa a base de bien. Y lo ha hecho al estilo de sus enemigos: cobrando y convirtiendo su drama en un docudrama. En dos docudramas hasta el momento.
Ahora quienes reciben las bofetadas mediáticas, tras su hija y su exmarido, son su hermana pequeña, sus tíos, su prima, el viudo de su madre, la viuda de su padre y lo que te rondaré morena. Y todo cobrando, con esa sonrisa de incoherente soberbia que ha llegado después de las lágrimas y del sempiterno vestido fucsia, pretendido logotipo contra la violencia de genero. ¡Por Dios!
Que Rosa Benito, Amador Mohedano y toda esa caterva de presuntos parásitos de Rocío Jurado (Vasile tiene o ha tenido a casi todos en nómina) no son ni han sido nunca unos angelitos ya lo sabíamos. Que Amador es un ser despreciable como da a entender su sobrina no es algo que nos vaya a descubrir esta niñata caprichosa pesetera. Y soberbia.
La guerra de Ucrania, la pandemia, el Euríbor, los precios disparados, las olas de calor y un millón de problemas verdaderos que nos afectan hace que vea más claro que nunca que toda esta basura es eso: mierda fabricada para llenar los bolsillos de quienes se ríen en despachos berlusconianos con sonrisas como la que ponía este viernes Rociito para dejarnos claro que ella será una víctima pero que tiene más soberbia que dolor. Más veneno que sed de justicia, más avaricia que amor. Cuesta creerse que en la cadena de Berlusconi les mueva la conciencia social y el ánimo de luchar contra la lacra de la violencia de género.
En todo caso, más allá de que esos testimonios tan subjetivos de los palmeros a sueldo del capo di capi tengan o no credibilidad, que los documentos sean verificables o no, o de que la patológica parcialidad de los contertulios y todólogos pagados por La Fábrica de la tele contenga verdades y mentiras, ¿qué mierda nos importa esto con la que está cayendo? Señora, vaya usted al juzgado y ejerza sus derechos y si eso no funciona patalee en su casa y que la aguante a usted ese oscuro segundo marido y negociante primoroso llamado Fidel Albiac, al cual no me extrañaría que acabe usted poniendo a parir en la décima temporada de su puñetera docuserie si le pagan bien el bolo los herederos de Berlusconi.